001 | Cachorra

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Había huido.

No sabía muy bien cómo lo había logrado pero había huido.

No podía regresar, no quería tampoco.

Pero los hombres tras él no la iban a dejar escapar.

Corría rápidamente, con sus patas sin hacer ruido en la oscuridad.

Ella era rápida, lo sabía, y más astuta de lo que la gente pensaba.

Porque, ¿Qué se puede esperar de una joven omega que nunca tuvo que hacer nada en la vida?

A pesar de eso, Elsa Arendell no era la inútil que todos veían.

Para hacerse un idea de lo que la chica podía pensar, había logrado liberarse en el barrio pesquero de la ciudad, el olor a mar y a sus animales iban a distraer a sus guardias.

Por otro lado, se había puesto perfume con la escusa de 'estar presentable' para otro de sus pretendientes.

Y por último, se revolcaba en la basura del barrio para disimular aún más su olor.

Su aroma, tan dulce, muchas veces comparado al de una manzana acaramelada, era demasiado distintivo, y su peor enemigo en la huida.
Pero a pesar de eso, corría, libre.

Siguiendo a su corazón, agitado en su pecho, podía sentir la presencia que tanto lo atraía desde hacía tiempo.

Según ella (y respaldada por su abuelita), su alma predestinada.

A pesar de que lo sentía lejano, nunca había estado tan cerca, así que, casi probando suerte, intentó llamarlo.

El llanto vino desde su corazón, pero no salió por su hocico, se mantuvo en su interior, con la esperanza de que sea escuchada.

De pronto sintió la cercanía con su predestinado aumentar, cada vez más.

A pesar de que no conocía esas calles sabía hacia dónde ir.

Siguió llorando en su interior para que su otro loba lo encontrara.

Escuchar las voces de sus guardias sólo la asustó más, y por un momento temió que lo hubieran encontrado, pero los hombres siguieron por otro lado, ella los vió pasar, escondida tras unas bolsas de basura apestosas.

Y por último, se revolcaba en la basura del barrio para disimular aún más su olor.

Elsa escuchó los pasos acercarse.

De nuevo, Jack tomó la bolsa de basura, sin nadie esta vez para despertarlo, la corrió bruscamente, con su lobo interno despierto y arañando por proteger a su algo.

Vió con confusión la bola de pelos que se escondía tras la basura, de un pelaje blanco sucio, una cachorra canina alzó la vista hacia él.

Los ojos, de un cálido azul, hicieron a Jack querer protegerla ante toda costa.

Sin pensarlo, tomando al animal en brazos, acarició bajo el mentón a la criatura.

Al verlo temblar, abrió su saco y lo acunó dentro de este.

En el camino notó el collar que rodeaba el cuello del pequeño, pero no llegó a leer la placa en la oscuridad.

Durante el camino, Jack notó el olor del animal, a pesar del hedor de la suciedad y la basura que lo cubría.

Era dulcemente agradable, como su dulce favorito de niño, como una linda tarde en el parque, comiendo manzanas acarameladas con su familia.
Llegando al complejo donde vivía, entró rápidamente, mirando hacia todos los ángulos por si alguien lo veía, ya que en el lugar no de permitían animales.

Entró y cerró la puerta de su departamento con un suspiro de alivio, no se había encontrado a nadie.

El corte se había ido, así que fue encendiendo las luces del departamento conforme avanzaba.

Su hogar se conformaba de dos cómodos ambientes, primero, el comedor-cocina, y luego de pasar una puerta estaba su dormitorio, donde pilas de libros adornaban tanto el escritorio como el rincón junto a este.

Mirando al animal en sus brazos, y viendo cómo la mugre hacia su pelaje blanco amarronado, lo despertó, llevándolo al baño.

-Bien, perrita- le dijo, en tono paternal-, hay que darse un baño para quitarte toda esa mugre, primero vamos a sacarte el collar para que no se moje...- Jack rebuscó una forma para quitarlo, pero vió que tenía una especie de candado con contraseña numérica y suspiró.

¿Qué clase de loco protegería a una perrita con contraseña?

-Bien, parece que vamos a bañarnos con collar, amiguita -dijo, en tono de derrota.

Colocó el tapón de la bañera, abriendo el agua caliente y luego regulando el agua fría hasta lograr la temperatura que quería, llenando apenas unos diez centímetros, cerró el agua para meter al animal en ella.

Lavó suavemente el pelaje de la cachorra, cuando ya estuvo limpia, tomó un poco de shampoo para pasarlo por su cuerpecito.

La cachorra blanca permaneció totalmente tranquila durante todo su baño, dejando que Jack la lave sin moverse ni un poco.

Cuando Jack terminó de secarla, la volvió a tomar en sus brazos para llevarla hacia la cama, donde abrió las sábanas para acomodarla en ella y luego taparla cariñosamente.

Él no usaba mucho la calefacción, por lo que su cuarto estaba bastante frío, en cambio, gastaba en frazadas gruesas para abrigarlo, ya que le parecía mucho más económico que gastar en cuentas de gas.

Una vez dejado a la cachorra tapada, se desvistió cómodamente, dejando sus prendas en la bolsa que tenía apartada para el lavadero.

Como hacía todos los días, se dirigió desnudo hacia el baño.

El pequeño lloriqueo de la cachorra lo hizo voltear, desde el umbral de la puerta del baño, vió hacia su cama.

Unos ojitos azules brillaban, apenas asomados sobre las sábanas, unas orejas blancas se erguían atentamente.

Jack la miró tiernamente desde donde estaba.

- Quédate ahí, cachorra, Papi ya vuelve - dijo antes de entrar al baño para ducharse.

En la ducha, Jack se dedicó a pensar qué iba a hacer con la cachorro, por más que su corazón quería quedarse con ella, si tenía un collar era porque debía tener un dueño, y que debía ser extrañada.

Decidió que la devolvería, pero no iba a salir pasadas las ocho de la noche para preguntar por si alguien había perdido una perrita.

Pensó que en verdad, no se había dado cuenta cuándo fue que su lobo interior se volvió a ir, y no pudo ubicar el momento exacto.

Aunque aún podía sentirlo, tranquilo en su pecho, era algo leve, pero más fuerte que la monotonía con la que vivía su día a día.

Se secó rápidamente, luego dejó la toalla en el gancho del baño y salió de este de la misma manera que había entrado, tan como hacía todos los días.

Se dirigió automáticamente hacia su guardarropa, junto a la puerta del baño y de espaldas a la cama, colocándose los calzoncillos y una remera grande se dispuso a dormir.

Pero al voltear y ver hacia la cama, la cachorra ya no estaba.

En su lugar, una chica de cabello platinado cálido, dormía en posición fetal abrazando las sábanas.

La sorpresa fue tal que Jack retrocedió, tropezando con sus pies, calló al suelo duramente.

El ruido hizo que la chica dormida se despertara, para ver a Jack con una mueca de dolor mientras se frotaba el trasero.

DELTA › JELSA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora