004 | Eres un amargo

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Con ojos cansados, Jack se estiró bajo el montón de sábanas sobre su cuerpo, se irguió un poco para sentarse, pero unos brazos lo rodearon por el torso y lo volvieron a acostar sobre la cama.

El peliblanco abrió los ojos de golpe y corrió los brazos de quién sea que fuese y se levantó de dónde se encontraba.

Al principio se sintió confundido y se preguntó quién era esa omega con aroma tan dulce que se frotaba el sueño de los ojos con un mohín adorable.

Luego recordó lo que había pasado la noche anterior y se sintió abrumado.

— Yo... ¿No estaba durmiendo en el suelo? — preguntó Jack, aunque fue más para sí mismo.

Elsa se acomodó en la cama para sentarse con la espalda contra la pared, y le dedicó una pequeña sonrisa.

— En la madrugada no podía dormir, te pedí que vengas a la cama conmigo— dijo, y el rubor en las mejillas de la omega hizo que el rostro de Jack se sintiera caliente.

Sin decir nada, el mayor se frotó el rostro y salió del cuarto para ir a la cocina, y encender la luz antes de prepararse el desayuno.

No había terminado de hacer su café y Elsa lo estaba mirando desde el umbral con ojos hambrientos.

Jack al verlo lo primero que pensó fue en mandarla a la mierda y que no le prepararía el desayuno, tenía suficiente conque la chica se quedara en su casa y tenga que usar su ropa, pero al abrir la boca, las palabras que surgieron fueron totalmente diferentes:

— ¿Qué quieres comer?

Elsa intentó reprimir una sonrisa.

— ¿Te molestaría que hiciera mí desayuno yo misma?

Jack estuvo un poco sorprendido.

Tiempo atrás había estado en una relación con una omega, y la chica era tan inutil y poco independiente que sacaba de quicio a Jack. Luego de eso creía que todos los omegas eran iguales, después de todo, su instinto era depender de un alfa.

— ¿Podría? — la pregunta de Elsa hizo que Jack reaccionara, moviendo la cabeza para despejarse.

—Si, si— dijo—. No rompas nada.

Minutos después, cuando Jack ya tenía su café y un paquete con algunas galletas, se sentó en la mesa para disfrutar de su típico desayuno.

Vió a Elsa cocinar algo que superaba sus habilidades culinarias, pero notó que usaba huevos y algo de queso, y a parte, calentó leche, rebuscó un poco en la alacena antes de preguntar:

— ¿No tienes chocolatada?

Jack rió un poco.

— Niña, gasto mí presupuesto en café, es lo único que me mantiene con vida. No gasto en chocolatada porque no me sirve.

Vió a Elsa mirándolo con una mueca.

— Creo que eres muy amargo, te hace falta chocolatada.

Jack sólo rodó los ojos.

A los pocos minutos Elsa había terminado de hacer su desayuno y se había acomodado en la mesa para comerlo, pero en cuanto se sentó, Jack se levantó sin decir nada y volvió al cuarto.

La seriedad del chico peliblanco hizo que Elsa se preguntara si al otro le molestaba su presencia allí.

Y entendía perfectamente que era sumamente irritante que una persona ajena se instalara en tu casa para usar todo lo que el propio dueño usa.

DELTA › JELSA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora