003 | Golden Boy

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El muchacho pelinegro se miraba en su reflejo, con un suspiro, cambió su rostro cansado a una expresión encantadora.

Se suponía que le presentarían a Elsa Arendell, la omega del momento, ya que, contra todo pronóstico, luego de décadas sin que algo así ocurriera, la chica era una cambiaformas, cosa que llamó la atención de todo el mundo.

La familia de la omega buscaban al mejor alfa para su hija, del linaje más puro posible, con la esperanza que, al tener hijos, estos nazcan con los mejores genes, incluido el propio don de transformarse en un adorable lobito a voluntad, tal como esa tal Elsa Arendell podía hacer.

Y él era uno de los candidatos principales, familia de magnates, heredero de una fortuna, hijo único y perfecto, apodado el Golden Boy por todas sus cualidades.

Pero a Tadashi Hamada le importaba tres pepinos qué tan fabuloso pintaran a esa omega.

Porque ese desconocido no era quien él quería para su compromiso.

Aún, con esfuerzo, se arregló con ropa elegante, se acomodó el pelo hasta quedar perfecto, y se colocó una sonrisa rompecorazones en el rostro.
Luego de una última mirada en el espejo, se volteó para salir de su amplio dormitorio.

Su sonrisa no duró mucho al ver a la chica morena, parada en el umbral de la puerta, la beta lo miraba con súplica.

Había discutido con Elena en cuanto se enteró que le presentarían a una omega, exigiendo que se revelara contra sus padres, ya que él no quería ese arreglo.

Ya lo habían discutido muchas veces. Ya que ambos debían tener que mantener su relación en secreto.

La familia Hamada no dejaría que su linaje se perdiera si el último descendiente elegía a una beta; su familia no funcionaba así, ellos eran alfas y omegas, no había lugar para algo como Elena.

Para el mundo, ellos eran amigos; pero a solas ellos eran su propio mundo.

Y por esa razón el corazón de Tadashi se destrozaba cada vez un poco más.

No habían hablado desde hacía unos días, cuando la señora Hamada había aparecido en la casa de su hijo para darle la noticia de su compromiso.

Pero cada vez que se cruzaban, Elena tenía esa misma expresión de "Por favor, no lo hagas" en el rostro.

Tadashi suspiró, se acercó a Elena con paso tranquilo, hasta quedar a unos centímetros del rostro de la pelinegra.

—Por favor, no sigamos así— pidió el pelinegro, mirando a los ojos de la morena, aunque ella tenía la vista en el suelo.

Elena no contestó, y Tadashi se desesperó un poco, tomando el rostro de la beta.

—Elena, mírame— exigió, pero no tuvo respuesta. Apretando los dientes con fuerza, sintió sus caninos siendo apretados y su voz salió de lo más profundo de su pecho—. Elena, mírame.

La morena reaccionó automáticamente con la voz de alfa de Tadashi, el pelinegro sintió cómo un balde de agua fría caía sobre él al ver los ojos del beta a punto de estallar en lágrimas.

Apoyando su frente en la de Elena, suspiró para calmarse.

La beta sintió un cosquilleo cuando el aliento de Tadashi chocó contra sus labios.

—Lo siento, lo siento— se disculpó el pelinegro—, no te gusta que use mí voz de alfa, lo sé... Es que... Estoy demasiado estresado, Elena.

La morena asintió.

— Por favor, di algo— pidió.

Elena tardó un momento en hablar.

—Ya sabes lo que diré— dijo, por lo bajo.

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