Capítulo 27: Tragedias

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Siete años después de muchas alegrías en el Reino con los jóvenes esposos, se tiñó de negro, por la muerte de Rose quien murió de apoplejía. En ese momento todas las pertenencias de ella le quedaron a Lucas: los terrenos, documentos, libros, recuerdos de su padre y todo el palacio. Él se sentía inmensamente triste por esa inesperada muerte, gracias a su esposa Alicia, quien lo animaba un poco, pudo salir adelante.

“Cariño, no pongas esa cara de tristeza, entiendo que tu madre te amó de una peculiar forma; pero debemos salir adelante. Tu gente te necesita, tus hijos y yo más que todo, te necesitamos que nos gobiernes”

Esas eran las palabras de Alicia que le daba a su esposo todas las noches, acompañadas con dulces caricias, los cuales hacían tranquilizar a Lucas.

Tres días después, se dieron los preparativos de la coronación de Lucas para que se hiciese el cargo de ser un buen Rey de las cinco regiones. El obispo más querido de la familia, Conrado, fue quien haría el honor de colocar la corona al nuevo Rey.

Lucas vestía pantalones rojos, su camisa color crema, una chaqueta de algodón roja, la capa ostentosa color vino con manchas de felino, fue el vestuario de él. Lucas se sentía incómodo ante tanta tela que tenía puesta, lo mismo sentía Alicia, que vestía un vestido escarlata que dejaba al descubierto sus hombros. Ella usaba la gargantilla de oro blanco que le dio su abuela, su peinado era un moño en lo alto de su cabeza y la tiara de plata que la identificaba como la princesa.

–“¿Por qué tú sólo usas ese vestido que no tiene tantas capas de tela?” –preguntó Lucas, cuando leía por última vez el juramento.

–“Porque yo no soy a quien coronarán. Vamos, ahora tú pagas por todos los días que yo llevo estos ostentosos vestidos.” –dijo Alicia con tono burlón. Él la vio de soslayo con recelo.

Terminaron de ensayar la entrada que harían para el día de la ceremonia, sólo quedaban dos días para que los ciudadanos conocieran al nuevo Rey.

  

Llegó el día.

Uno de los guardias, Dominic, sonó con su trompeta para dar inicio a la melodía del himno de Austria, otras trompetas más siguieron la melodía desde lo alto de la segunda planta del castillo de su abuela Sarah, quien estaba en primera fila frente al trono donde su nieto tomaría asiento.

La ceremonia se realizó de manera impecable, sin ninguna equivocación. Toda la familia de Lucas, los nueve duques, los dieciocho marqueses y los veintiún condes del país, también algunos habitantes de los pueblos asistieron a uno de los más importantes momentos que tuvo el país.

Alicia y sus tres pequeños hijos vestían de rojo como el Rey Lucas, para que todos vieran que ellos eran la familia de éste. Los pequeños gritaron, saltaron y aplaudieron con emoción al ver la enorme corona con rubíes y ese oro reluciente que tenía su padre en su cabeza.

–“Tranquilos, pequeños traviesos”. –dijo la abuela Sarah a sus nietos que estaban junto a ella.

Alicia veía que su esposo trataba de aparentar que estaba relajado pero sus manos temblaban, ella no dejó de verlo, quería que todo saliera impecable

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