La cosa con llegar tarde es esta:
> No hay estacionamientos vacíos.
> Existe más probabilidad de ganarme la lotería que de no recibir un regaño.
> Un tráfico horrible.
> Mi mal humor por todo lo anterior.
Es por eso que no vivo sola, porque si viviendo con alguien no llego a tiempo, sola ni de chiste llego.
Soy responsable, si, aunque lo dude pero es muy distinto a que mis tiempos coincidan con lo que tengo que hace a lo que realmente hago.
Y Sebastián está bastante conciente de ello, por eso cuando ve que no llegó después de cinco minutos entiendo que si el va al cine, yo no podría ni darme cuenta.
Sebastián es aquel niño que creció rodeado de hermanos al ser bastantes en la familia, por orden es el mayor Luke, la siguiente soy yo, luego Alina quien casi no está en casa porque viaja mucho y por último él, el menor con quince años.
Entonces, si voy a llegar tarde, voy a llegar tarde pero bien. Entre ser y no ser, lastimosamente, soy.
Por eso al llegar no me sorprende ver a Sebastián con una soda, una bolsa grande de papitas y platicando con algunos chicos de el club. Si, 45 minutos de retraso casi diarios hacen de tu hermano un ser muy sociable.
Una ventaja.
Si tuviera que describir a mi hermano sería como un chico de Instagram, así con esos rasgos faciales fuertes pero a la vez dulces, el cabello despeinado de manera casual y con una afición a los deportes. ¿Fut bol? Si, ¿Béisbol? Doble si, ¿Juego de tenis? Listo, ¿Voleibol? Anotado, ¿Atletismo? No lo dudes, ¿Básquet? También, ¿Natación? ¡Desde los dos años! ¿Artes marciales? Si que si.
Tiene unas pecas por su rostro no demasiado notables, unos ojos azules y una sonrisa de niño tierno.
Al llegar desactivo el seguro de puertas y espero a que se suba mientras él se despide de sus compañeros.
—¿Quieres apostar algo? —me pregunta mientras se sube y seguidamente le cambia a la música.
—Quisiera que no le cambiarás y que tampoco le digas a papá que fomento el apostar — Contesto. Empiezo a manejar mientras hablo con él —¿Tienes hambre?
—Eso no es una respuesta —murmura, viendo su celular —Y si, ¿vamos a casa o serás una mala influencia que me llevará a comer a la calle?
—Bueno, dime. ¿Qué quieres perder? — detengo el carro en un lugar libre al llegar a una plaza y desactivo los seguros —Hoy se me antoja ser la mala influencia, bajate, vamos por una hamburguesa.
—¿Por qué tan segura de que ganarás? —no da tregua a que conteste porque retoma —Bueno, cada vez que llegues tarde por mí serán veinte dólares.
Mientras caminamos me abraza por encima, ya saben, cuando pone su brazo alrededor de los hombros.
—No se porque sospecho que te aprovechas que Hector no está para comer lo que quieres.
—¿No quieres también un celular nuevo? Diez, y si quieres —Entramos al lugar y pedimos, la plática se detiene hasta que nos dan nuestro pedido y nos sentamos en algún lugar vacío.
—Quizás porque así sea y además, una vez al año no hace daño.
—Bueno... No suena tan mal lo del celular —Bromeo, referente al aprovecharme de que mi entrenador está de viaje.
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El modelo perfecto del amor.
Novela JuvenilEthan y Giselle tienen un pasado público y una vida hecha por separado. Giselle sigue con su ajetreada vida sin lugar para alguien más y Ethan aparece en las portadas de cada revista con una chica nueva, ya nada los une. Y sin embargo sus caminos t...