V E I N T I O C H O.

64 9 0
                                        

Se aleja de mí, entendiendo lo que digo y aunque me duele la manera en la que ya no me mira, comprendo que es mejor decirlo.

—Solo ten presente que tú huiste, tú no me dejaste acercarme, tú te fuiste.

—¡Te esperé un mes!

—¡Uno donde no podía acercarme y cuando lo hice, te habías ido! —reclama molesto, el carisma que lo caracteriza se pierde para ser reemplazado con dolor. —¿Cómo crees que me sentí al saber que estabas a kilómetros de distancia? ¡No te fuiste a otra ciudad, sino a otro país!

—¿Cómo crees que me sentí yo al llegar y verla a ella? ¡Sofía estaba semi desnuda en la puerta de tu departamento! —grito explotando, ambos lo estamos haciendo y mi pecho sube y baja con mucha rapidez. —Iba a decirte que el viaje que tanto querías si era posible porque adelante trabajo y lo que recibo, no, lo que me recibe es ella...

—No lo entiendes.

—Claro que no lo hago —y él no me hará entenderlo, al parecer.

Su mirada se pierde en el horizonte, en la puerta puedo ver a Esther quien no parece feliz más bien contraída porque seguramente escucho todo y cuando sus ojos conectan con los míos, entra a la casa.

¿Por qué sigo queriendo esto? ¿Por qué si mi mente me dice que no es posible mi corazón me incita a seguir?

—No estas dispuesta a escuchar, y tampoco es el momento —menciona en voz baja, abre la puerta.

—Para ti nunca lo es —rebato, en un intento desesperado.

—Te prometo que te lo diré, pero yo tampoco estoy listo.

El sentimiento de angustia se impregna en mi pecho, sus palabras resuenan en mi pero no es suficiente, estoy molesta; enfadada y confundida.

—¿Listo para qué?

—Para lo que significa.

—No estaré toda la vida esperándote.

—Solo necesito un poco más, ¿podemos hacer como si nada?

Decepcionada le digo:

—Descuida, estoy siendo muy buena en ello.

Sale del coche, cierra y da unos golpecitos antes de que arranque, cuando lo hago me da la sensación de que quizás la equivocada soy yo, pero no lo entiendo, no sé qué pensar y mi mente se enredada con lo que sé y lo que no.

¡Maldita sea!

[💛]

Sebastián asegura que no pasará nada si él se encarga de hacer la comida para ambos, es parte de sus nuevos pasatiempos y también dice que mi ánimo lo hace sentirse decaído.

No hace preguntas, pero sabe de qué va. Él ya lo ha visto, y se enfada, se molesta conmigo, con él, con Ethan, con medio mundo. Sebastián es el más apagado a mí, el que más le duele algo así, pero no se mete, se aleja y vuelve, lo hace cuando siente que puede estar para mi sin lastimarme con sus sentimientos.

Subo las escaleras no sin antes darle una mirada de advertencia, el pasillo es lo suficientemente largo con varias puertas blancas donde la inicial de cada uno de los Lee reside.

Abro la puerta y me siento en la cama, observo como mi habitación que antes solía estar llena de colores pasteles ahora es blanca con toques minimalista.

Un pensamiento loco y repentino me golpea, tengo veintitrés años y jamás he vivido sola o con una amiga, ni que decir de la universidad.

¿Qué tan descabellado suena mudarme?

El modelo perfecto del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora