Capitulo 1. La pelea

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Desde que tengo uso de razón he tenido una fijación especial con los deportes, podria decir que son mi fetiche, y no por una razón pervetida o morbosa, simplemente por que medicamente no debería practicar ninguno.

Deberia acotar que poseo todas y cada una de mis extremidades, el problema es que dos de ellas, mi brazo y pierna izquierda, nunca se han desarrollado simetricamente con respecto a las otras. Es decir, tengo un lado fuerte y uno débil. Así que desde que mis recuerdos alcanzan he tenido la necesidad de aprender a caminar con disimulo para que no se noten los centimetros que le faltan a mi pierna izquierda,  y esa pereza absoluta que domina a mi brazo izquierdo, al cual no le gusta estirarse.

Contando con este pequeño defecto de fabrica que aun no tiene explicación medica, he crecido entre apodos y burlas, desde "chueco" hasta los mas denigrantes apodos sobre mi sexualidad, por la postura de mi brazo. Lo recuerdo ahora, a mis 28 años, con una pizca de gratitud, aquellos que se burlaban , me hicieron fuerte.

Mis más emotivos recuerdos siempre pertenecen a mis familiares, fueron ellos, en sus muchas demostraciones de amor y cariño quienes nunca me permitieron rendirme y procuraron que nunca nadie se fijara en mi como algo diferente. Me aman, cada cual a su manera pero lo sé. 

Mi amor por el deporte nació con la llegada al colegio a mis 12 años,  alli conoci al mejor maestro de educación fisica, y despues de mucho andar, creo que ha sido el unico que demuestra amor por su profesión. El profe CHUCHO era, cuando lo conocí,  un cuarenton tradicional, un poco de panza, bigote charro, y siempre usando ropa deportiva. Un tipo estricto y decente, creo que nunca oí una palabra fuera de lugar de su parte, que sabia lo que hacia y lo explicaba con una fluidez pasmosa.

La expectativa por el cambio, desde una escuela antipedagogica, arquitectonicamente hablando, a un colegio pensado en el crecimiento fisico y mental del alumnado, creció exponencialmente al descubrir la piscina olimpica con que cuenta el mismo aún hoy.

Durante esa primera semana de clases dedique varios minutos a la admiración de aquella piscina. Obviamente sabia nadar, o mejor ,no ahogarme en ella, pues la tradición de cualquier familia en ciudades cálidas es disfrutar de "paseos" a piscina y de aquella manera mitigar el calor por algún rato. Pero lo que mas me llamaba la atención era el tamaño de aquella piscina, esos 50 metros de largo por 10 de ancho se dibujaban en mi mente como el mayor reto hasta ese momento: ¿sería capaz de cruzarla nadando sin morir en el intento?.

En un colegio exclusivo para hombres, como lo es mi antiguo colegio,  quedarte viendo cualquier estructura fijamente atrae a los "nelson y kernys" ( abusadores de la primaria de springfield, de los Simpsons) instantaneamente. Solo 3 dias logré pasar desapercibido, mis piernas flaquearon al ver a mis nuevos "amigos" , German , que parecía un gigante bávaro y a José,  su flacuchento amigo y compinche, y aun recuerdo el sabor metálico que invadió mi boca al estrellarse contra la reja que bordea la piscina, fruto de un empujón "amigable" de German.  Recuerdo las risas de muchos niños al verme caer después de rebotar contra la reja cual muñeco de tela lanzado al aire. Tuve miedo, jamás había tenido una pelea en mi vida, y la sangre hervía en mis venas, quería empujarlo de vuelta, pero la verguenza por las risas no convirtió mi rabia en una fuerza sobrenatural como yo esperaba, lágrimas rodaron por mis mejillas y un llanto lleno de dolor me acogió.

Mi primera pelea, mi primera derrota.

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⏰ Última actualización: Oct 03, 2014 ⏰

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