El Otro Lado

II - Familia

Lucas se graduó abogado, así como su hermano Samuel. Se especializó en Derecho Penal y, junto a tres amigos de la Universidad, abrió un bufete de abogados. Su hermana Raquel estudió Ingeniería Mecánica y se dedicó al ramo de la Robótica. Alda aún cuidaba de los dos hijos, lo que la realizaba. Sentía mucha añoranza de Samuel, porque él ya estaba mucho tiempo sin comunicarse con la familia. Ella cenaba con los hijos cierta noche y se refirió al hijo desaparecido durante la conversación.

— Quería tanto que vuestro hermano estuviera aquí con nosotros. Me acuerdo de la última vez que le vi con la barba bien recortada y aquella sonrisa bonita. Y el abrazo cariñoso que me dio al despedirse. Nunca lo olvidaré...

— También le echo de menos, mamá. Como él siempre hacía lo que vosotros mandabais, creí que volvería pronto. ¡Parece que Samuel cambió mucho! Me gustaría que estuviera con nosotros. ¿Y no que al final me gradué en la misma facultad que él? Estoy seguro de que se pondría muy orgulloso al saber que soy abogado. Y me haría muy feliz en conocer a mis sobrinos porque a estas alturas él ya debe ser padre de algunos niños.

— Samuel debe estar acompañándonos desde lejos. Esa carrera de policía que escogió es muy extraña y dicen que las personas evitan exponer a las familias al peligro. Creo que ese es el caso. En cuanto a los sobrinos que tú quieres disfrutar, hermanito, puedes ir olvidándote porque Samuel decía que nunca tendría hijos.

— Creo que Raquel tiene razón, pero espero que Sam aparezca o al menos mande noticias. – Alda finalizó con una mirada triste.

— Esta carne en salsa está deliciosa, mamá. ¿Me pasas las patatas salteadas, por favor? – Lucas prefirió cambiar de tema y hablar de otra cosa.

— ¿Y Andressa? ¿Continúa muy celosa? – Raquel preguntó después de acordarse de las crisis de celos de la novia del hermano.

— No me gusta ni pensar sobre eso... Está cada vez peor. No puedo ni mirar hacia los lados que ella se dispara a pelear.

— Hijo, eres muy joven. Piensa bien si vale la pena mantener una relación así. Eso parece enfermizo.

— El problema es que por otra parte ella me gusta.

— Tienes razón hermanito. El corazón siempre habla más alto y acaba aguantándolo todo por amor. Espero que os llevéis bien...

— Yo también pienso así hijo, pero creo que debes conversar con ella para que os entendáis mejor. Una pareja necesita confiar el uno en el otro.

— Voy a intentarlo mamá – él miró a la hermana a los ojos. — ¿Y tú, Raquel, no te estaba gustando el japonés?

— Salimos juntos unas dos veces. Es muy tímido y hasta en el cine no pasó nada.

— ¿Ni un besito?

— ¡Lucas! ¿Estas son maneras de hablar con tu hermana?

— Bueno, ¿ella no me pregunta sobre mi noviazgo? ¿Por qué yo no podría preguntarle?

— ¡Déjale, mamá! No me molesta... El tipo es mi jefe, hermanito. Las reglas de mi instituto son muy severas. Nadie puede saber que estamos saliendo o ambos perderemos el empleo. Creo que por eso estamos yendo bien despacio. Salir escondidos es una decisión muy difícil, pero las miradas en el trabajo acabaron llevándonos a eso.

— Hija, piensa bien en el riesgo. El empleo que tienes es uno de los mejores de São Paulo. Y novio, para una chica guapa e inteligente como tú, es fácil encontrar.

— Las elecciones del corazón son difíciles, mamá. Bien que yo quería que hubiera un algoritmo para el amor. Pero nosotros vamos llevando la vida despacito.

— Espero que toméis la mejor decisión.

— ¿Te imaginas, mamá? ¿Un montón de nietecitos japonesitos corriendo por la sala? – el hijo bromeó.

— Tú sabes que él es mestizo, Lucas. – Respondió Raquel.

— Para mí todos tienen la misma cara.

Después de echarse unas buenas risas, los hijos volvieron a elogiar la comida, visto que estaba deliciosa como siempre, pero no imaginaban que el día siguiente guardaba sorpresas que dejarían a todos en profundo choque.

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