XIII - Otro Hombre

25 4 2
                                    

Al día siguiente por la mañana, Samuel sintió un fuerte dolor de cabeza; tal vez fuera alguna secuela de la operación y, aun tomando un analgésico, este continuó persistente. Con miedo de empeorar, decidió que iría al hospital del CIR, pero de repente se acordó de que tenía la oportunidad de ver a la mujer que siempre amó y aprovechó la excusa para ir al Hospital Santa Mónica, lugar donde Bruna trabajaba. Confirmó por teléfono si ella estaba trabajando en aquella hora.

Cuando llegó allí, quien estaba en la guardia de emergencia era ella, la mujer de su vida.

Él la observó perplejo, la sonrisa discreta, los cabellos hechos de hilos de oro, la piel de melocotón y, por fin, se paralizó por algunos segundos al ver aquellos ojos de esmeralda.

— ¡Eh, señor! ¿Qué desea? – El guarda le preguntó cuando le vio en frente de la puerta interrumpiendo el paso de los pacientes.

— ¡Perdone! No estoy sintiéndome bien.

— Señor, vaya a la recepción y hable con aquella chica que pronto será atendido.

Samuel suspiró hondo al sentir el amor ocupando su corazón. Bruna se había cortado el cabello más corto; continuaba linda y él pudo percibir el perfume que tanto le gustaba al acercarse a ella, que conversaba con la recepcionista esperando al próximo enfermo.

— ¡Hola! Soy la médica de guardia hoy. ¿Estás bien? – indagó al ver al muchacho parado, magnetizado, mirándola.

"¡Dios mío! ¡Es ella mismo! No creo que el destino nos unió una vez más. La voz que me embrujó, la ternura en el trato con las personas... Y lo mejor es que aún trabaja en este hospital..."

Al ver al paciente parado como una estatua, mirándola a los ojos y acompañando sus movimientos, la doctora carraspeó para que el volviera en sí. En seguida, al saber que él era el próximo, le pidió a la enfermera que le condujera a su sala. Al llegar allí, le hizo las preguntas de costumbre y confirió la ficha clínica para intentar identificar el problema.

— ¿Cuál es tu molestia principal? ¿Qué te ha hecho buscar nuestro servicio?

— Estoy con un fuerte dolor de cabeza, doctora, y aun con analgésicos no quiere pasar.

Ella observó los ojos bicolores y sintió el brazo de él al arremangarle la manga para conferir la presión arterial.

— Primero, voy a hacerte algunos exámenes para ver lo que está pasando. Vi aquí en tu ficha tu nombre, Lucas Andrade. Por favor, acuéstate en esa camilla – Bruna recordó algo que viera en la prensa sobre un joven de ojos bicolores e indagó:

— ¿Por casualidad tú eres el hombre que sufrió un accidente e hizo la operación en aquel centro tecnológico?

— Sí, soy yo mismo.

— Increíble tú estar aquí ahora siendo cuidado por mí. Te has hecho famoso, ¿lo sabías?

— Mira, estoy tan distante de las redes sociales y de la tele... No me importa la fama y sólo le agradezco a Dios por estar vivo.

— Tienes razón... La vida no tiene precio y cuando perdemos a alguien es cuando descubrimos esa verdad.

Samuel sintió que ella se refería a él y se quedó mirándola, viendo los ojos verdes que le hipnotizaron tantas veces. Mientras era examinado, el agente recordaba los momentos que pasaron juntos, las juras de amor eterno y cuánto necesitaba estar cerca de ella. Se puso triste, pues aun con la proximidad acogedora, su apariencia real abría un abismo entre la pareja.

En ese momento ofreció el brazo izquierdo, pues el derecho estaba recompuesto con materiales artificiales y funcionaba diferentemente del resto del organismo.

El Otro LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora