XV - IMPLACABLE

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Samuel llegó a casa de la madre en la piel de Lucas. De vez en cuando, le gustaba dormir allí para mantener el contacto con la familia. La oportunidad de vivir con ellas había llamado a su puerta. Pero él quería continuar su venganza y no podía exponerlas al peligro. Por eso, les dijo que había comprado una casa donde, de vez en cuando, se quedaba y que en breve las llevaría a conocer su nido. En verdad, su escondrijo era la casa de Jabaquara y todos sus enemigos pensaban que él estaba muerto.

Alda y Raquel estaban preocupadas esperándole en la sala. Ambas le miraron de arriba abajo, para ver si estaba herido.

— ¿Qué ha pasado? ¿Por qué me miráis de esa manera?

— ¿Crees que no te hemos visto luchando con los bandidos? – la madre parecía aprensiva con el estado de él.

— ¿Cómo dices? No me digas que también lo habéis visto en la Internet.

— Eso mismo, hijo mío. ¡Tu vídeo viralizó! ¡Qué peligro has corrido hoy! Parecías un superhéroe combatiendo el crimen – Alda quería llamarle la atención, pero acabó demostrando orgullo.

— Hermano, ya ha pasado de diez millones de visualizaciones. Mis amigas están todas llamándome... quieren saber tu número de teléfono. Creo que desean candidatizarse a mis cuñadas, tal vez para tener a alguien al lado que las proteja – ella sonrió acompañada por todos.

— ¡Vosotras debéis estar bromeando conmigo! Mañana en el trabajo los colegas se van a burlar mucho. Yo ni tengo tiempo para acompañar esas redes sociales.

— ¡Ahora yo voy a hablar en serio! ¡Ten cuidado! ¡Sé que ya estás bien crecido, pero no hagas más eso, es muy peligroso! Deja ese trabajo para la policía – La madre parecía asustada frente a la idea de que su hijo recibiera un tiro.

— Quédate tranquila, mamá. Es que no pude resistir... fui tras ellos sí, pero no lo haré más. Es un gran riesgo, pero ahora necesito ducharme y descansar que el día, mañana será ajetreado. Tengo bastante trabajo en la oficina y necesito estar bien. Buenas noches, queridas mías...

Se acercó y les dio un abrazo apretado, después las besó en el rostro.

— Podéis dormir en paz. Estoy aquí sano y salvo; los tipos están entre rejas.

Ellas le observaron subir las escaleras hacia el cuarto. A fin de cuentas, él pasara por un gran susto hacía poco tiempo con dos operaciones que las dejaron muy angustiadas. ¡Ahora decide enfrentar bandidos! ¿Cuándo tendrían paz?

Aquella noche, Samuel estaba cansado. Tomó una ducha y se fue a dormir enseguida. Cuando se acostó en la cama, miro el techo iluminado por la luna a través de una rendija de la ventana y se puso a pensar.

"Conseguí atrapar a aquellos asaltantes de banco con facilidad. Ahora soy más ágil y más fuerte que los otros, la evolución del hombre. Puedo hacer justicia con mis propias manos, pero no puedo enseñar la cara. Nadie debe saber quién soy para no poner en riesgo a las personas que amo. Ni pueden reconocer la cara de mi hermano. ¿Pero cómo lo haré para seguir anónimo? ¿Una máscara tal vez? ¿Y si yo saliera por la noche para acabar con los bandidos o prenderles como los héroes hacen en las películas? No... Eso es locura. Esa idea parece absurda... ¿o no?"

Él adormeció en medio de aquellos pensamientos y, durante la noche, un sueño surgió, de aquellos que le dejaban lleno de dudas. En este, un hombre le apuntaba un arma y decía:

— ¡Qué bueno que el hacker se va al otro mundo!

El cañón del arma estaba arrimado a su cabeza. Podía ver a su enemigo con claridad: era un hombre fuerte, barbudo y de cabello negro. Él le dijo al agresor:

El Otro LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora