XXI - LA CONFRONTACIÓN

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Samuel tuvo una idea, mientras Paulo y Raquel trabajaban en el ciborg. Se acordó de que la identificación para entrar a las reparticiones de la policía federal, así como en los diversos órganos públicos y en el CIR, se daba por el iris ocular.

— Mientras vosotros hacéis el trabajo en Fernando, voy a invadir los institutos de identificación para reconocer el iris de todos los que estaban en la redada el día en que nos emboscaron. También verificaré si hay más sospechosos de participar del esquema.

— Dale caña, Sam, que aquí nosotros cuidamos de todo.

Paulo abría un compartimiento para acceder al dispositivo localizador en la cabeza de Silver Head. Raquel separaba las herramientas y Samuel observaba atentamente un holograma que salió de su ordenador identificando a los miembros de la cuadrilla. Raquel decidió preguntar:

— ¡Sam! ¿Y aquella mujer con quien estabas saliendo? Me dijiste que estabas saliendo con una médica. ¿Se convirtió en algo serio? ¿Habéis tenido hijos?

— Yo amo a aquella mujer: Estábamos comprometidos antes de que todo esto ocurriera. Yo iba a casarme con ella. Pretendo reconquistarla algún día. En cuanto a tener hijos, tendré cuantos ella quiera mientras esté a mi lado. Pero las cosas se han puesto difíciles. Tengo que convencerla de que soy Samuel y ella no se lo cree.

— ¿Y quién se creería una locura de estas? Debes estar de acuerdo en que ella tiene razones para no creérselo. Si necesitas alguna ayuda como una confirmación. Puedo ayudarte. A fin de cuentas, soy tu hermana. A veces, nuestro mundo cambia para que podamos aprender también el arte de la transformación.

Paulo paró para oír un poco de la conversación e intervino:

— El Universo está en constante modificación.

— Mi amor, haz tu trabajo. No tenemos tiempo

— ¿Estás viendo, Sam? Ella ya manda en mí.

Todos sonrieron.

Samuel continuó accediendo en los ordenadores de los mafiosos a las cámaras particulares, incluso a las de los drones utilizados el día de la emboscada, mapeó los archivos de filmaciones de las calles del barrio de Luz, cercano al almacén. Allí eran negociados los órganos humanos y, aunque varios bandidos estuvieran con pasamontañas aquel día, podían vérseles los ojos.

Su mente se transportó a aquel día, enfocando en cada personaje. Transmitió los datos con las imágenes al Ministerio Público para alimentar los procesos de investigación.

Lo grabó todo junto con las otras pruebas y lo guardó en la nube donde podía acceder con facilidad desde donde estuviera. Las hackers que trabajaban para Orlando Canhoto detectaron los accesos hechos por Samuel en su escondrijo. La señal de su localización era clara. El tiempo se agotaba.

Dentro de los archivos del gobierno, Samuel reconocía a los tipos que él antes pensaba ser sus amigos. Algunos bandidos que trabajaban para la ONC también fueron identificados.

Mientras tanto, el comisario jefe de operaciones de la policía se dirigía a casa del agente con un grupo de policías y mercenarios. En el camino recibió el apoyo de alguien que conducía una camioneta grande; la pick— up tenía los neumáticos anchos, ruedas cromadas y había el dibujo de un relámpago insertado en la pintura negra metalizada. Ellos pararon en una calle.

Orlando se quedó admirado con el vehículo lujoso.

— ¡Qué bueno verte, Cabeza!

— Estoy haciendo la seguridad para el Doctor Alma, y Losada dice que las cosas se están calentando y que necesito ayudaros.

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