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Yo sé que tú puedes hacerlo, Shigeo

Teruki se lavó la cara y escupió en el lavabo aguantando un poco las ganas de vomitar; esta vez no se sentía admirado, tenía miedo, se sentía humillado y temblaba en los brazos grandes, cálidos y protectores que le ofrecía Serizawa. Fue la primera vez en tanto tiempo que lloraba en brazos de alguien, pudo darse cuenta de lo solo que se sentía y que de alguna forma venir a hablar con Reigen tan solo lo distraía y no le servía en lo absoluto, eso quería creer para nunca más volver a pisar el edificio. Cuando salió del baño, con el brazo de Katsuya rodeándole el hombro, no vio a Kageyama, solo a Reigen tecleando algo en su ordenador con alto desinterés.

—Llevaré a Hanazawa a su casa, vuelvo en un momento —Habló la voz del adulto a su lado, Reigen tan solo asintió con su cabeza e hizo un gruñido como aceptación, entonce Teru salió con el hombre y se subieron al automóvil de éste, en silencio exceptuando la pregunta de la dirección del hogar de Teruki, Katsuya podía sentir los sentimientos de Teruki a través de su energía, no era el momento adecuado para hablar, con apoyarlo en ese momento estaba bien.

En medio del camino Teru volvió a llorar, tapando su rostro con vergüenza de que Serizawa de nuevo lo viera, era humillante, por una vez que había intentado acercarse a alguien con sentimientos sinceros era rechazado incluso mucho antes de poder entablar una conversación normal, lo pensaba, lo veía en aquellos escasos recuerdos y apretaba los puños con tanta fuerza que llegó a hacerse daño, lo había arruinado, en serio que sí lo había hecho. Lo peor todavía, ¿Adónde había ido luego de eso? No quería que lo contara a nadie o lo pensara con asco, era lo que menos quería, pero seguramente, era la forma en la que habría reaccionado.

Mob había ocultado su presencia mientras se encontraba bajo el escritorio de Reigen, en serio no podía creer que sus sentimientos se hubiesen descarrilado de esa forma, pero por más que quisiese, ahora ni siquiera podía llorar, ni siquiera podía hacer eso. El adulto acariciaba su cabeza, agachándose un poco para quedar a su altura; no le había gustado para nada, cada vez, con cada día que pasaba, Mob parecía tener más dificultad en controlar sus emociones, algo como ello, su adolescencia, lo estaba destrozando desde adentro y dolía tanto, quería gritar, pero tampoco se permitía hacer eso. Intentó quitarse la ropa para buscar los nombres en su piel, que de todas formas, también se encontraba cubierta con las vendas, pero el adulto no se lo permitió y le tomó de sus hombros.

—TÚ no vas a dejar esto así, Shigeo —Dijo con una voz firme pero algo bajita para proporcionar comodidad a su pupilo. Acarició sus mejillas con sus pulgares, advirtiendo que en ellas en tan solo unos segundos decenas de lágrimas bajaban sin control alguno.

Sus ojos se abrieron mucho más por la sorpresa y retrocedió un poco, instintivamente mirando a su alrededor por si alguna anomalía se presentaba si es que los poderes del esper se activaban, pero no pasó absolutamente nada, solo lágrimas silenciosas y una sonrisa sincera en los labios del adulto, abrazando a su hijo y golpeteando en su oído los sollozos de este, que no estaba acostumbrado a escuchar en lo absoluto.

—Está bien... puedes llorar, Mob —Volvió a susurrar mientras que los sollozos aumentaban en su intensidad hasta convertirse en pequeños gritos rasgados, aferrándose al saco del traje de Reigen, procurando no arruinar nada nuevamente; estaba agotado.

Un suspiro no se aguantó a escapar de los resecos labios de Reigen; quitó a Shigeo de esa pose tan incómoda entre sus piernas bajo el escritorio y lo subió a su regazo para que este pudiera acomodarse y abrazarlo, apoyando su cabeza en el hombro de su maestro, mojando sus ropas con babas, mocos y muchas lágrimas que por primera vez en mucho tiempo no habían destrozado la habitación. Es que no entendía porqué había reaccionado de esa forma, ya de por sí entender sus propios sentimientos le era difícil, pero esta vez había atacado a alguien, y no a cualquier persona, maldita sea, había atacado a Teruki Hanazawa y eso jamás se lo podría perdonar.

—Teruki debe de estar asustado, no creo que sea buena idea ir a verlo hoy, por si sabes donde encontrarlo —Advirtió Arataka momentos antes de que a Shigeo siquiera se le ocurriese buscar una forma, la más rápida posible para ir donde Hanazawa y disculparse apropiadamente con él, aunque esta idea de por sí lo ponía muy ansioso y un escalofrío y miedo profundo se apoderaron de su cuerpo al imaginar y recordar el rechazo o terror con el que el rubio probablemente le respondería.

—El no querría escucharme de todas formas... —Murmuró entre suaves sollozos, pues ya había bajado la intensidad y sus brazos habían subido para afirmarse del cuerpo del mayor, abrazándolo como si fuese la única manera de mantenerlo cuerdo— No sé que voy a hacer ahora, yo de verdad lo arruiné ahora, ¿No es así?

—Uh... —Reigen titubeó, mentiría si dijera que todo iba a estar bien, con el poco tiempo que llevaba conociendo y hablando con Teru parecía que el chico tenía una fuerza psicológica muy débil, daba vuelta muchas cosas que un adolescente común y corriente no debería, claro, además de parecer (estar, más bien) enamorarse cada vez más y más de Mob, un sentimiento en el cual Reigen no le gustaba mucho indagar, aunque ese fuese principalmente su trabajo, lo ponía incómodo saber que este niño rubio con una personalidad problemática intentara avanzar con Shigeo, pero sabía que este sentimiento era egoísta de su parte, pues no podía evitar que su pupilo tuviese vida social, no cometería el mismo error dos veces— Todo debe ir con el tiempo, el tiempo lo dirá todo, tú solo sigue esforzándote y dando todo de ti para arreglar esto y dejar de huir; yo sé que tú puedes hacerlo, Shigeo.

El abrazo se deshizo poco a poco, separó su cabeza del hombro del hombre y alzó la mirada para mirarlo a sus ojos; una mueca parecida a una sonrisa se hizo presente en sus labios rojos debido al llanto, sus ojos también estaban hinchados. Reigen sintió un poco de dolor en su pecho.

—Gracias.