Miserablemente enamorada

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«No pierdas tu tiempo tratando de forzar algo que no está destinado a ser. Porque la verdad es que, por cada persona que no te valora, hay personas esperando para amarte mejor... Mucho mejor»

Había empezado a asistir a mi extraescolar en natación, Xu, Joanna y yo siempre nos juntábamos en el transporte para hablar y llegar a ponernos el traje de baño en la escuela a la que íbamos. Transcurrió aproximadamente una semana cuando Xu dejó de ir, me explicó que su madre le había hecho elegir otro extraescolar ya que ella ya sabía nadar. A partir de ese momento empecé a ir solo con Joanna en el transporte, y las cosas estaban un tanto... Incómodas.
Ella se ponía a hablar durante todo el camino, me trataba tan normal como al conocernos, pero yo no podía fingir una amistad con ella, así que solamente pensaba en no estar tanto tiempo a su lado, aún así, ella es muy graciosa y yo no podía evitar reírme de sus chistes tontos y sus ocurrencias.
Pasaban los días, días en los que deseaba dejar de verlos a diario, porque a pesar de que todos los que iban a natación debían elegir otro extraescolar, yo no lo hice, no pudieron obligarme, fútbol nunca me gustó y ni loca me metería a Vóleibol o a Artes Plásticas, porque ahí de encontraban ellos, siempre juntos, siempre platicando, siempre viéndose con ese brillo en los ojos... Y yo los dejaba ser feliz, ellos se veían tan bien, tan unidos, yo no quería destruir eso.
Mi hermana seguía teniendo Artes Plásticas, por lo que los días que le tocaban ir a ese extraescolar, o los días que su horario era más largo que el mío, tenía que esperarla sentada en una banca, sola porque Xu tenía fútbol o a veces se iba temprano, los veía juntos, ella siempre pegada a él y él sonriéndole a ella como antes me sonreía a mí... Vida injusta.
Un día, nos dejaron un trabajo de grabar una entrevista, nos dividimos el trabajo, Joanna, Xu Feng y yo grabaríamos una parte, y Tahiní y los otros grabarían la otra. Así que ese día, a Xu le tocaba fútbol y yo me quedé con Joanna pensando a quien preguntarle algunas cosas, ella perdió su guitarra, de la clase de música que nos había tocado ese día, y yo como buena compañera, la ayudé a buscarla, fuímos a Artes Plásticas a preguntar y fue ahí cuando ví a Alexander, sentado en una mesa de laboratorio (porque ahí era el extraescolar), no nos entretuvimos mucho ahí y continuamos, encontramos la guitarra en otra parte, y cuando le insistí a Joanna sobre el trabajo ella me dijo que la siguiera, lo hice y terminamos de nuevo en Artes, ya sabía a donde íbamos, y quería correr lejos de ahí.

—Hola, Alex— el diminutivo del nombre me dolió, porque yo lo llamaba así de vez en cuando.

—Hola, nena, ¿qué hacen por aquí?— preguntó y los dos se enfrascaron en una conversación que no escuché porque no quise, me hice oídos sordos y esperé pacientemente a que terminaran de hablar, odiaba eso.

—Pero bueno, si es mi secretaria favorita, Mia— bufé molesta, no dije nada —Venga, dame tu opinión sobre...

—Pasó hace unos días— lo interrumpió Joanna hablándole de otra cosa, el la miró extrañado, pero dejó que siguiera su relato.

—Bueno, cariño, pero decía que— me miró directamente a los ojos —quería tu opinión sobre lo que estoy pintando...

—No es importante— lo volvió a interrumpir y yo rodé los ojos, volvieron a hablar sobre algo más.

—Bien, tienes un pedazo de cinta adhesiva aquí— le sonrió Alexander, y luego le quitó del hombro un pedazo de la cinta.

—Gracias— le respondió ella sonriendo y le arrebató la cinta de los dedos. A los pocos segundos ví que ya no tenía nada en las manos, no le tomé importancia, pensé que la había tirado.

Estaba a punto de irme cuando Alexander me habló por mi apodo de «fetiche», volteé y como en cámara lenta recuerdo lo que sucedió... Alexander estiró su mano para agarrar la mía y no me fuera del lugar, pero antes siquiera de tocarme, Joanna le dió un manazo y su mano se alejó de mi.

TóxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora