Era más de media noche y no había un alma por la calle, por no hablar de que hacia un frío espantoso. Quizá tendría que haber previsto que, salir a esas horas a caminar para despejarme, no era muy buena idea, aunque a decir verdad, me sentía bastante mejor aquí fuera ahora pese al frío, que en el interior de mi casa. La atmósfera estaba demasiado cargada, demasiado tensa; y siempre terminaba huyendo de sitios así. No caminé más de tres calles cuando me vi frente al edificio de Carlota, no había sabido nada de ella en todo el día, salvo un mensaje que había recibido hacía tres horas diciéndome que había estado enferma y que por eso no había contestado mis llamadas, no me creí ni palabra de aquel mensaje, pero al menos sabía que estaba viva. Ahora por lo menos y si no la pillaba durmiendo, me contaría qué narices había estado haciendo... si mi intuición no se equivocaba, y pocas veces solía hacerlo, cuando a ella se refería, habría algún pene de por medio.
Cuando toqué al telefonillo la luz de la cámara del interfono me cegó durante unos segundos, antes de que pudiera quejarme me abrieron la puerta y me encaminé hacia el interior muerta de frío. Carlota vivía en un primer piso, así que ignoré el ascensor y subí el poco tramo de escaleras, ni siquiera sabía qué iba a contarle a Carlota y si de verdad quería contarle algo, o dejarlo aparcado dentro de mí y que fuera ella quien me distrajera con sus cosas; la verdad que puede que esa fuera la mejor opción. La puerta de su piso estaba entreabierta así que la crucé y la cerré tras de mí, pero para mi sorpresa al que vi salir de la cocina con un bol de cereales fue a su hermano Daniel.
—Nadia, ¿Va todo bien? —Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla que le correspondí.
—Sí —susurré mirando a ambos lados—. ¿Está tú hermana?
—No. —Le miré asombrada.
—¿Cómo que no está? ¿No estaba enferma?
Se echó a reír, fui hacia donde él estaba y me senté a su lado, verle comer me dio hambre, así que me fui a la cocina me llené otro bol y volví a sentarme con él, comimos en silencio durante unos minutos. No era raro que Daniel estuviera en casa de Carlota, de hecho, pasaba más tiempo allí que en casa de su madre, eso se debía a que su madre tenía demasiado carácter y un novio que no acababa de llevarse bien con los tres hijos, una pena.
—Tu hermana es una embustera. —Casi se ahoga de la risa, y al verle no pude evitar sonreír.
—¿Ahora te das cuenta? Creo que está saliendo con alguien, últimamente no duerme en casa.
Asentí terminándome los cereales y bebiéndome la leche, miré de reojo a Daniel, llevaba un pijama de dos piezas, un pantalón rojo y una camiseta de manga larga blanca, con el ribete del mismo color del pantalón, tenía el pelo revuelto y estaba bastante guapo, sonreí al notar que me había pillado mirándole, se echó hacia atrás y quedamos en la misma altura.
—¿Ha pasado algo con tú amigo? Ese que está en tú casa...
—¿Sabías que hay un amigo en mi casa? —Fruncí el ceño.
—Mi hermana me comentó algo. Me dijo que era tú ex de hace unos años, qué locura ¿verdad?
—Me lo dices o me lo cuentas.
Nos quedamos en silencio y sin más empecé a hablar. No sabía cuánto había necesitado desahogarme, hasta que había empezado a darle a la lengua. Daniel me escuchaba sin perder detalle, y eso me hizo sentir bastante mejor; cuando llegué a la última confesión por parte de Alan, vi cómo se quedaba perplejo. Cuando terminé le miré deseando que me diera una respuesta sobre qué hacer, pero se limitó a mirar hacia el frente y fruncir el ceño.
—Vaya, y yo que pensaba que la semana de exámenes era lo peor que te podía pasar.
Contra todo pronóstico empecé a reírme con ganas, genial, ya estaba perdiendo la poca cabeza que me quedaba. Cuando dejé de reírme él me miraba risueño, acaricié sus ojos rasgados y le di un beso en la mejilla, aquel chico era un encanto. Poco después se puso en pie y me tendió la mano, sugirió que debía irme a dormir e intentar descansar, y, puesto que apenas había dormido en tres días, lo vi una estupenda idea. El piso de Carlota era bastante más grande que el mío, había más habitaciones, y casi todas disponían de baño propio. Yo dormiría en la habitación de Carlota, así que me despedí de Daniel en la puerta de su habitación, que era la más cercana al salón, cerró su puerta y allí me quedé yo, sola en aquella enorme casa.
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Ídem (pre-cuela de Si tan solo fuera sexo)
RomanceNadia Solaz trabaja para la editorial Millenium como editora, un trabajo que le apasiona, pero a su vez, también necesita renovar. A sus manos llegará el manuscrito del Sr Moore a través de la maravillosa escritora Jacqueline Amoros. Una obra de ar...