Capitulo - 10

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Cuando acabó de tocar y me miró, se sorprendió por la forma en la que debía estar mirándolo. No oculté nada en aquel momento, era imposible esconder todas aquellas emociones; lo único que pude hacer fue llevarme los dedos a los labios y ocultar así el temblor que me producía las ganas de llorar que sentía en aquel momento. Él debió notarlo, porque dejó el saxo a un lado, tiró de mí levantándome, y me dio un abrazo que hizo que aquel momento mágico se tornara aún más increíble. La canción había terminado, pero en mi cabeza permanecía aquella melodía, pasara lo que pasara después de aquello, aquel momento sería el más especial de toda mi vida.

El camino de vuelta a casa fue tranquilo, yo volvía en mi coche y Alan me seguía desde el suyo. Seguía tremendamente emocionada por todo lo que había pasado. Después de ver aquella fachada de hombre duro que Alan desprendía, verle tan vulnerable, tan sensible me había dejado muda, seguro que con su hija era así, y en aquel momento deseé poder compartir cada momento con él. Después me paré a pensar, él me había hecho un regalo precioso, me había mostrado su don, y me había abierto su alma con esa canción, ¿qué podía darle yo que iguala todas aquellas cosas?

Recordé el manuscrito de poemas, y una idea me golpeó la mente, ya sabía qué iba a hacer. En cuanto aparqué el coche y supe que Alan no me veía, saqué mi móvil y llamé a Jacqueline Amorós, si alguien era capaz de poder poner palabras a las emociones era ella.

Jacqueline

Acababa de despedir a Nadia y aún seguía alucinada por la fantástica conversación que habíamos tenido. Cuando recibí aquella llamada, nunca imaginé que sería para aquello, había hecho cartas, historias, poemas; pero hacer un poema personalizado con las anécdotas y las emociones de otra persona, era algo que no había intentado nunca.

Puede que fuera por el embarazo, pero me encontraba extrañamente sensible, quizá aquello me viniera bien para expresar todo lo que Nadia me había pedido. Había llenado varias hojas de varios folios con las cosas que me había contado, incluso me había traído las canciones que le había escuchado tocar a Alan.

Cada vez tenía más curiosidad en conocer en persona a aquel hombre. Antes de adentrarme en mi despacho para desconectar del mundo y empezar aquel poema, eché un vistazo por mi salón, Klaus estaba sentado junto a los peques viendo Hércules, no sé cuantísimas veces habían visto aquella película, pero parecía que no se cansaban. Normalmente era yo la que se sentaba a verla una y otra vez, era una de mis pelis de Disney preferidas, miré a Klaus, estaba enfrascado en la película ajeno a mis pensamientos, y sonreí, mi vida no sería la misma sin él, así que empecé a orientarme sobre el sentimiento que debían tener aquellas líneas.

Lo primero que hice cuando entré en mi despacho, fue poner el cd con las canciones que Nadia me había grabado, según ella, eran covers que Alan había grabado, y he de decir que me dejaron alucinada, aquel chico tocaba de maravilla. Mientras dejaba que la música me trasportara, releí varias cosas que me había dicho Nadia, y no pude evitar sonreír. Me recordaba a mí, así que supe que no sería demasiado difícil expresar aquel sentimiento, solo tenía que recordar los inicios con Klaus. Después de terminar de escuchar por primera vez el cd, lo puse de nuevo, esta vez me senté frente al ordenador y después de inhalar aire, dejé que mis dedos y mi alma hicieran el resto.

«Si cada instante que he vivido contigo, fuera un color, o un olor, todo se transformaría en un precioso arco iris, y todo olería dulce, casi tan dulce como tú. Me has enseñado un mundo que jamás creí que podía existir, me llevaste por distintos caminos, unos hermosos, otros no tanto, pero no los cambio por nada, porque en cada uno de ellos eras tú.

Eres música para mí, como esa suave tela que acaricia los oídos y hace que tengas que cerrar los ojos porque crees que el alma se escapara por ellos, solo porque desprenden una luz que solo tú provocas. Haces que vuele, sin moverme de la tierra. Acaríciame por siempre con esos dulces dedos, y mírame con esos ojos de pasión anhelante, porque es de la única forma en la que sé, que realmente sigo viva.

Ídem (pre-cuela de Si tan solo fuera sexo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora