Reunión

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Gokudera suspiro después de colgar y Yamamoto le dio un tierno beso en la frente tratando de calmarlo.

- Sé que preocupa Tsuna, pero él quiere estar con Hibari, así que dale espacio...

- aun no puedo creer que a Juudaime le guste el friki de las peleas – bufo molesto.

- Pues así es, quizá era muy obvio, ¿no? – le acomodo un poco el cabello – después de todo, en el futuro Tsuna paso mucho tiempo con el Hibari de esa época, además de que de una u otra forma Tsuna logro que Hibari aceptara ser el guardián de la nube...

- Si, pero aun así eso no significa de Hibari y el estén saliendo...

- ¿Qué te molesta, Hayato? – Frunció levemente el ceño – ¿acaso no quieres ver a Tsuna feliz?

- ¡no digas estupideces! Obviamente quiero que él sea feliz, por eso me preocupo... si el idiota ese rechaza a Juudaime... - suspiro apartando la mirada su pareja – él es el cielo que siempre nos calma y su felicidad es lo que nos motiva a cuidar de él... pero si la tristeza llega a su corazón... será un cielo nublado...

- Hayato – lo abrazo, sabía que el chico quería al castaño casi como a un hermano – Tsuna es fuerte... además, creo que es imposible, tengo la sensación de que Hibari se siente igual con Tsuna...

- ¿Qué? –Miro al moreno como a este le hubiera salido un tercer ojo – ¿está seguro?

- Si, bueno eso creo, pero ante todo debemos apoyar a Tsuna para que sea feliz, así como él nos apoya siempre.

- Obviamente, friki del béisbol – le sonrió – volvamos al salón...

El castaño vio la hora en su celular y supo que ya tenía que comenzar a alistarse para ir a la escuela, cargo a Sora y la llevo a bañar con él, y después de vestirse fue a la escuela usando el pasadizo que había en la casa del azabache – quien se había ido mucho antes – pero no le daba importancia.

Cuando llego a la oficina, le sonrió a Hibari, y fue a sentarse en el sofá, suspiro mientras esperaba a sus amigos en compañía del azabache que leía documentos y la castaña que estaba junto a él dibujando. Se mordió el labio dispuesto a hablar sobre lo que estuvo a punto de pasar en la casa del mayor, pero la puerta fue abierta de golpe.

- ¡Juudaime! – El platinado corrió hasta el castaño para abrazarlo, sin notar a un azabache que se molestó – ¿Está bien?

- Tsuna, hola – el moreno sonrió

- Boss, ¿Está bien?

- ¡Sawada!

- ¡silencio, cabeza de césped!

- ¿a quién llamas cabeza de césped, cabeza de pulpo?

- Chicos – sonrió – calma por favor, estoy bien...

- Entonces... ¿Qué ocurre Tsuna? – Yamamoto lo miro con algo de seriedad, pues no entendía que pasaba, ¿Por qué repentinamente alguien atacaba?

- Precisamente, ese es el tema del que quiero hablar con ustedes y por el cual les pedí que nos reuniéramos... Chrome, ¿Dónde está Mukuro?

- Mukuro-sama... el no pudo venir...

- Ese idiota piña, es un irresponsable – Gokudera se cruzó de brazos molesto.

- Por favor, chicos no pelen

- Supongo que ya fueron informados – hablo Hibari

- Si, Kusakabe nos explicó extremadamente detallas las cosas – dijo Ryohei con seriedad – pero, Sawada ¿Qué es lo que está ocurriendo?

- Si, Tsuna... hace tiempo que nadie nos atacaba, ¿Qué ocurre?

- Yo... no lo sé, pero pienso que esas personas vienen por Sora, mi intuición me dice eso – murmuro bajo

Todos miraron al cielo con seriedad y luego a la pequeña niña que estaba sentada dibujando

- ¿Por qué piensa eso, Juudaime?

- Bueno, porque el disparo fue directamente hacia donde Sora estaba, si quisieran dañarme me hubieran disparado, pero no fue así.

- ¿Por qué dañarían a Sora-chan? – pregunto Chrome

- Posiblemente porque ella es una niña, está sola y pertenece a Vongola, quizá esa es la razón por la que sus padres la mandaron aquí... para mantenerla lejos del peligro, pero parece que no funciono...

- Entonces, ¿Qué propones, Sawada?

- No podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que ataquen de nuevo...

- Lo sé, lo se... por eso quiero que desde ahora su prioridad sea Sora, cuiden de ella, si ocurre algo olvídense de mí, yo puedo cuidarme solo a diferencia de Sora, ella es una niña, esta indefensa...

- ¡¿Estás loco, Sawada?! El otro día fuiste secuestrado extremadamente fácil

- Porque estaba distraído, sin embargo eso no volverá a pasar...

- Pero, Juudaime...

- Nada de pero, por favor – suspiro – escuchen, Hibari-san ha estado cuidando de nosotros todo este tiempo, pero si algo ocurre... Hibari-san y yo haremos una distracción, entonces ustedes se irán con Sora y deben protegerla como si fuera a mí a quien protegen...

- Boss, pero si algo le pasa...

- No me va a pasar nada, tranquilos... confíen en mí

- Lo hacemos Tsuna, chicos hay que confiar en él, es nuestro jefe después de todo – el moreno le sonrió – Hayato, tranquilo

- Si, así que la orden es mantener a Sora segura, y es la prioridad, deben protegerla... y si algo me pasa a mi ella será su nuevo cielo...

- mama – murmuro la pequeña

- Me niego – hablo la nube – Sora no tiene la capacidad para tomar tu lugar como jefe, es una niña de seis años, se mas responsable y no pretendas huir de tus deberes dejando toda la responsabilidad sobre una niña.

- Juudaime... aunque odio decirlo, creo que el friki de las peleas tiene razón

- No seas tan extremista, Sawada, no hablamos de cualquier cosa, sino de tu vida...

- Lo sé – sonrió con ternura conmovido por la preocupación de sus amigos – hablo de que eso solo pasara en una situación extrema, solo quiero que entiendan que Sora es importante... para mí y para Vongola, y hay que mantenerla a salvo al menos hasta que pueda volver a su hogar, eso es todo ya pueden irse.

Todos asintieron, al parecer dijeran lo que dijeran no lograrían que el castaño cambiara de opinión, ellos definitivamente no estaban de acuerdo con las ordenes que recibieron, pero debían respetarlas, ya que le chico era su jefe, pero les era ridículo que llegara a tal extremo solo por la seguridad de la pequeña castaña, sin embargo lo entendían, así era Tsuna después de todo, y por eso lo querían tanto, él era capaz de poner la seguridad de todos delante de él, así que sin importar que cuidarían de él.

Hibari se mantuvo en silencio, el definitivamente no pensaba obedecer, después de todo, a él nadie le daba órdenes, el hacia lo que quería, y por eso él sabía que podía cuidar perfectamente bien de sus dos castaños.  

SoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora