19. Confusión

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Disfruten el capítulo.

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Después de pasarse la mañana en casa de Silvana descansando a su lado. Tocaba el turno del trabajo. Apresurada. Llegó al límite de la hora de inicio al restaurante.

Las siguientes horas se mantuvo atendiendo a los comensales que iban y venían. Al tomar el descanso en su horario, revisó el celular tras notar una serie de mensajes provenientes de Silvana, quién preguntaba a dónde es que se había ido sin avisarle. Y no es que no quisiera pero cuando despertó, notó a Silvana tan relajada que le pareció una grosería interrumpir su paz.

Optó por responderle que necesitaba realizar unos pendientes con urgencia y si le era posible, al día siguiente la vería. Ya vería como contentarla.

Y es que, nadie más que sus amigas, sabían que trabajaba en las tardes. A pesar de los puntuales cheques que Silvana enviaba —como parte de su trato inicial— no le pareció correcto hacer uso de ellos. No buscaba el dinero, ni la fortuna de nadie. Para ella su prioridad era cumplir con sus propias expectativas de superación personal.

Prefirió guardar los cheques hasta encontrar un buen momento para devolverlos.

Los días siguientes, todo parecía ir con tranquilidad. En la preparatoria, las primeras horas de clases habían acabado. El equipo se encontraba entrenando, preparándose para el último partido amistoso antes de entrar a vacaciones de invierno.

—Oye, Ren. Mira quién está en las gradas observando el entrenamiento —Jessica, una de las defensas del equipo le señaló con la mirada.

La rubia giró a ver con discreción, de las pocas personas que notó, una logró captar su atención.

Romina. 

—Acaso, ¿Ya no son novias? —preguntó Sandra,  la delantera. Incluyéndose en la conversación.

—No. Y les pediría por favor que no hablemos del tema.

—Okay. Descuida, Ren.

Terminaron de entrenar restando importancia que se encontrará ahí. La rubia se sentía ligeramente acosada por su exnovia al toparse en más de dos ocasiones observarla fijamente mientras entrenaba.

Cuando entraron a los vestidores, notó un par de mensajes en su celular.

Romina: ¿Te puedo ver, Renata?

Renata: Disculpa. Estoy ocupada.

Romina: Sólo serán unos minutos que te robaré. De verdad, te necesito.

Romina: Por favor. Te lo suplico.

Pensativa. Decidió aceptar. Le dijo que la vería en el lugar de siempre. Atrás de la biblioteca.

Tardó unos minutos para asimilar lo que podía pasar. Por cómo le había escrito, era probable que algo le ocurría. Pero fue difícil descifrarlo sencillamente.

Guardó sus cosas en la maleta. Luego de una rápida ducha, salió al punto de encuentro. Pensó que posiblemente se había retirado pero al llegar la encontró sentada en la banca de siempre. Pensativa y distraída pues ni siquiera notó cuando llegó.

La Amante Perfecta ✔️ [Libro 1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora