Capítulo 5

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Levantó la mano suavemente, sin llamar mucho la atención para rascarse la nuca disimuladamente y calmar el picor. Suspiró al terminar y bajó la mano al regazo, mientras no retiraba la mirada del frente. El camino a Winnetka podía ser tan largo como pareciese si se tenía al lado a alguien que se quería evitar a como dé lugar. Y sí, estaba convencida de que el ambiente era lo suficientemente tenso para ponerle la piel de gallina y hacerle sudar la nuca con insistencia. Sin embargo, no se esperaba más de esa fatal atracción y como era de costumbre, estaba tan equivocada. 

Por más que se esforzaba en no mirarlo, podía sentirlo tomando esas bocanadas de aire, mirándola de vez en cuando, incluso su perfume que inundaba todo el lugar también se hacía sentir. Parecía que el carro hubiese sido lavado en su perfume y no podía dejar de tragarlo por más que intentaba no hacerlo. Era delicioso, varonil, sofisticado. Podía describir que tipo de hombre era solo oliendo su perfume. Aunque ya conocía demasiado bien al tipo que tenía al lado. 

Pero quería descubrirlo a través de su olor, como si nunca lo hubiese conocido, lo cual se encontró a sí misma deseando que fuera cierto. Suponía que su atracción natural por él no comía de razones, simplemente existía, tal cual se respiraba, sin consciencia alguna. Inspiró su aroma y encontró que era un hombre deportivo, pero al mismo tiempo elegante, con suspicacia y mucha pasión. 

Un hombre que debería ser un dios en el sexo y además, vestirse bien. Un hombre que debería conducir un auto tan costoso como cada prenda que lo cubría. No, eso no era un hombre, era un rey. Con carácter, con fuerza, con... 

—¿Gillian? —salió de su ensoñación y lo miró confundida. Parecía que había estado diciéndole algo, pero ella estaba tan perdida en sus pensamientos, que ni lo había escuchado siquiera. —¿Me escuchaste? 

—No, yo... —quiso explicar o dar cualquier excusa sobre el cansancio, pero él la cortó. 

—Colócate el cinturón. —sugirió, o más bien, ordenó sin siquiera mirarla. 

Ella por un momento, deseó esa mirada en su imagen, pero sabía que aunque él la mirara no lo haría como antes. No estaría esa intensidad, ese recelo, esa devoción. Solo estaría la indiferencia y la frialdad con un inquietante toque de evasión. 

Ella obedeció cruzándoselo por el pecho y conectándolo con su otra parte. No entendía porque debería querer que la observase de la misma forma, bueno, debía admitir que no era un simple querer, era una necesidad de su propia irracionalidad. Tenía que recordar la situación constantemente. 

Tenía que recordar sus gritos mientras sostenía el cuerpo inerte de su ensangrentado hermano en el suelo del edificio de la terminal. Tenía que traer a su mente esa dolorosa escena para recordar su dolor y con ello, su odio por él. 

Además, de que ahora tenía otra razón y esa era su romance con Lindsay. La había escuchado hablar de follar, claro, esa perra nunca se había saciado las ganas de un postre semejante a Theo. Ahora lo quería, nunca había dejado de quererlo y volvía a intentarlo, pareciendo conseguirlo. ¿En serio Theo caería en las garras de una ofrecida como esa? Era tal cual Julianne, ambas eran de la misma clase, unas arpías vestidas de inocentes.

Si hubiese sido otro momento, donde lo del primero de Enero nunca hubiese pasado, quizás le hubiese gritado por estar pensando en follársela, seguro hubiesen tenido una gran discusión y después, lo hubiesen resuelto de la forma que siempre lo hacían... En la cama. 

Recordar esas escenas en concreto, de todas las noches, de todos los lugares sumados a las caricias, las embestidas, los besos y las palabras que compartieron en el sexo, le hicieron erizarse sin poder contenerlo. De alguna manera, sentía otra vez esa corriente de adrenalina y vitalidad que hacia tantos meses no experimentaba. 

Tormenta eléctrica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora