Capítulo 7

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Estaba loca. Al menos, así parecía ante los ojos de Theo seguramente, pero no le interesaba lo que él pensase sobre ella. Nadie entendería por más que intentase explicar un poco de todo lo que ocurría. Solo ella misma podía comprenderse, sus razones iban más allá de cualquier cosa que hubiese deseado jamás, incluso más allá de lo que pudiese sentir por Theo o todo el dolor que pensar en él le causaba. 

Había sido un fin de semana de locos, el sábado estaba disfrutando como nunca y ahora ya era lunes por la mañana, había faltado a clases en la UC y además, presentaba urticaria debido a la alergia que tenía a la cocaína. Bueno, el plan no había sido ese cuando salió el sábado con James, pero de esa forma había terminado y lo cierto, era que aunque el dolor volvía cuando la fiesta terminaba, al fin y al cabo, también había disfrutado. Esa era ella, despreocupada y jodidamente drogada despertando cada mañana en un lugar diferente sin recordar mucho de la noche anterior. 

Sí, presentaba una alergia bastante delicada contra esa droga en específico, pero eso no le había impedido inhalar solo un poco para intentar obtener algo de diversión. Era la hora de volver, no había más tiempo que el ahora y no iba a echarse a morir un solo día más. ¿Por qué Theo parecía tan confuso? ¿Acaso no la esperaba? ¿La prefería mejor deprimida y con ideas suicidas? ¿Acaso aguardaba la esperanza de que su luz se apagase por siempre? 

Ja, en ese caso, no la conocía para nada y aquello le causó un leve malestar que se decidió por ignorar.

Se dejó arrastrar a la salida, con su chaqueta cubriéndola e inundándolo todo con su particular perfume. Además, su mano apretaba en su codo dirigiéndola casi que rudamente, como si estuviese más allá de furioso e indignado. Como en los viejos tiempos... Con la diferencia de que esa mirada ya no estaba allí, solo había una cruenta frialdad que calaba hasta los huesos más insignificantes que su cuerpo tenía.

—¿Gillian...? ¿Theo? —un confundido Edward apareció en mitad del camino y pudo sentir a Theo apretarle un poco más como acto reflejo.

—Apártate de mi camino. —pasó de él descuidadamente y salieron hacia el pasillo. 

Entonces, lo vio rebuscarse algo en los bolsillos con gesto apretado, lo cual, resultó ser su celular. Ni siquiera la miraba o prestaba atención a lo fuerte que su agarre se tornaba. Se llevó el celular a la oreja y al rato dijo:

—907. —soltó entre dientes. —Drogas. —añadió irónicamente, luego sonrió de la forma más sombría que podía, muy complacido. —Sin piedad. —finalizó y colgó el teléfono para empezar a teclear algo en el mismo de manera apurada.

—¿Qué fue eso? —musitó la peli-naranja, confundida y un poco horrorizada con lo que rondaba por sus pensamientos. Él ni siquiera le respondió, porque se llevó nuevamente el teléfono a la oreja y entonces escuchó otra de sus cortantes conversaciones.

—Ya la tengo conmigo. —informó echándole un vistazo de reojo, así de mala gana, como si le molestase enormemente mirarla. 

Así no se había visto en la habitación cuando la encontró como una imbécil llorando, más bien casi había aparecido ese brillito en sus pupilas. Por un momento, se creyó que era el mismo Theo de siempre y que la estaba salvando como todas las veces anteriores, pero estaba equivocada. Esa vez no había que salvarla de nadie, porque nadie quería hacerle más daño del que podía hacerse ella misma y por ende, ese brillo quizás solo fue una ilusión. 

—De acuerdo, despeja la entrada que no estoy de humor para gusanos con camaritas y esas mierdas.

—¿Hablas con Bradley? —insistió, aunque se sentía tan mareada y con la boca seca como para estar haciendo tantas preguntas, pero necesitaba entender un poco todo el lío. ¿Acaso Theo nuevamente estaba colaborando con Bradley? Demonios, había gente que sencillamente no podía aprender de sus errores. —Oye, te estoy hablando...

Tormenta eléctrica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora