Capítulo 10

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Había conseguido inmiscuirse en la empresa de su padre sin su ayuda y al parecer, sin su conocimiento, porque se notaba muy sorprendido cuando lo vio ocupando un cubículo en la nueva sede en Chicago el miércoles por la mañana. Estaba viniendo de llevarle un café a su jefe inmediato, un abogado gruñón con cara de culo y una panza cervecera, cuando se encontró con Alessandro acababa de tomar asiento en el cubículo. Portaba el mismo estilo de ricachón que se aprovecha de las muchachas menores a través de su conservado físico y unos cuantos regalitos costosos. No pudo evitar tensarse por completo, los músculos se le pusieron más rígidos que nunca y entonces, recordó la última vez que lo había visto. 

Apenas habían pasado dos días desde el coma de Giles y su cruenta ruptura con Gillian, estaba en un hotel completamente fuera de sí mismo porque había estado bebiendo sin parar. Además, se encontraba en medio de un episodio maníaco, con más energía de la que podía describir y más ganas de cometer locuras de las que podía hablar siquiera. La habitación de hotel estaba destruida cuando Alessandro con su irritante elegancia arribó en compañía de un escolta, al cual, envió a esperarlo afuera. Seguramente, no quería que nadie presenciara la ruina en la que estaba sumergido su hijo.

—Mírate. —fue lo que dijo en cuanto estuvieron solos, con ese gesto de repulsión y a la vez, con una pizca de miedo oculta tras su fachada impecable. 

Theo levantó la cabeza para observarlo a través de los ojos cristalizados, porque se encontraba acostado con la mejilla pegada al suelo y sin remera. No podía creer que estuviese ahí, sintió la ira terminando con su poco juicio y sin embargo, luchó para mantenerse quieto como si no lo hubiese visto aún. Como si no quisiese matarlo...

—Hijo, ¿qué coño es esto? ¿qué te haces?

—Vete. —rezongó entre dientes, procurando no mirarle, luchando contra sí mismo para no atacar a su propio padre. —Hijo de puta. —su boca escupió por sí misma, con vida propia, sin control.

—¿Cómo dijiste? —pareció haber sido tomado con la guardia baja. —Vamos, dime que pasa, levántate de ahí que no eres niñita, joder, Theodore. —intentó ayudarle a levantarse, pero él se alejó como si tuviese la peste y entonces, se sentó pegando las piernas al pecho y apoyando la cabeza en las rodillas. Estaba llorando como un pequeño, como un crío, como un capullo. Nunca había llorado así, nunca se había sentido tan destruido, tan roto, tan jodido, tan perdido, tan muerto.

—Por tu bien. —soltó sin mirarle. —Vete, pírate, ahora, hijo de puta. Sal de aquí.

—Theo...

—¡Vete, pedazo de mierda, saca tu culo de aquí! —gritó perdiendo los estribos. —No quiero cometer un error más manchándome con tu repugnante, maldita y nauseabunda sangre. Sal ahora que puedes.—apretó los puños a los costados y cerró los ojos en medio de la gran mortificación y desespero que le colapsaban de a poco. Estaba cayendo tan profundo, no veía como volver, no veía como regresar. No había ruta de vuelta.

—¿Qué me estás diciendo? —ahora sí parecía realmente preocupado, lo sintió acercarse y entonces, su mano rozó su cabeza. Nuevamente, él se sacudió echándose hacia atrás con brusquedad. —Theo, hijo mío, ¿de qué se trata esto? Dímelo, vamos, cuéntale a tu padre que es todo esto.

—¡No soy tu hijo desde este maldito momento! —gritó desde lo más profundo de su garganta, con tanta fuerza, que incluso se le erizaron los brazos a su padre.

—¡Lo eres, deja de decir tanta basura, joder! —resopló sin tomar todavía en serio la situación, no se lo podía creer, Theo podía ser muy indiferente, pero nunca agresivo con su padre. —¿Qué ha pasado? ¿Qué te han hecho? ¿Quién fue? —cínicamente preguntó. —¿Qué pasó realmente en esa pelea en Navy? ¿Qué es lo que te ha puesto así? Y no me digas que se trata de Giles, era tu amigo, pero se recuperará... No es para tanto, hijo, además no tengo una puñetera culpa en ello.

Tormenta eléctrica ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora