¿Gillian?
¿Esa chica en mitad del revuelo de gente entrando al festival era Gillian? ¿A la que se le veía el bikini debajo de la ropa transparente y abrazaba fervorosamente a un tipo era la misma Gillian? ¿La que había querido suicidarse hacía exactamente cinco días atrás? ¿La que parecía un zombi la mayor parte del día?
Los contempló detenidamente hasta que su mirada ardió sobre sus cuerpos que se aferraban el uno al otro en mitad de la muchedumbre. En primer lugar, verla vestida de aquella forma solo pudo recordarle los tiempos anteriores, cuando nada de la tragedia venidera había sucumbido todavía. Se sentía tan confiada y segura de sí misma, se vestía como ella creía que se veía mejor y no se equivocaba.
La molestia que aquello le produjo fue irreversible y se vio obligado a dejar de observar cuando el tipo le besó el cabello. Porque en algún momento se vio a sí mismo besándole incluso hasta las puntas de los pies con el mismo fervor. Los puños se le apretaron a los costados, pero solo pudo tragarse su propio malestar para sí mismo, envenenándose con todo lo que se impedía sentir o decir.
Era instinto masculino, claro, él había tenido sus manos y muchas otras partes de su cuerpo sobre esa chica. ¿De eso se trataba todo, no? Aquel gen posesivo que de alguna manera alimentaba su ego y que en ese momento, le jugaba en contra. Era eso, estaba claro, por Gillian no se podía sentir nada más.
Tragó duro y se retiró hacia el lugar donde pedían las bebidas, los chicos lo miraron pero no dijeron absolutamente nada al respecto. Justamente allí se había encontrado a la rubia, quien lo miró con una ceja enarcada y sonrió desbordante de felicidad.
—¿Me extrañaste demasiado? —se le enganchó en el cuello. —Solo fueron unos minutos y mírate, me has venido a buscar.
—Estoy seco. —protestó ignorando su insinuación ridícula. —¿Cuánto se tardaran con las jodidas bebidas? ¿Están fabricando el agua o qué coño? —miró de mala gana al que atendía y el tipo simplemente optó por continuar preparando los coloridos cocteles.
—Aja. —ella dijo irónicamente. —¿Puedo obtener un beso?
—Puedes obtener mucho más que eso. —murmuró enfocándose en ella. —Después.
—Señorita. —la llamó el tipo de las bebidas y ella lo abandonó para ir a por ellas. Mientras tanto, le miró el culo enfundado en un short de mezclilla que parecía estarle cortando la circulación.
—¿Podemos bailar al menos? —insistió cuando estuvo de vuelta y unos mil tipos le quedaron mirando el culo, por lo que optó por atraerla con un brazo hacía su cuerpo y mostrar esa posesividad de la que hablaba antes. Era una cuestión de machos pechos peludos y eso. —¿Y eso porque fue? —estaba evidentemente sorprendida del gesto.
—No podemos. —respondió a lo primero, ignorando el resto, ella se apegó mucho y se inclinó para poner sus labios sobre los suyos de manera acelerada. No alcanzó a retirar el rostro, así que no tuvo más opción que mirarla de mala gana.
—Quita esa cara de culo. —le dijo juguetonamente. —Ahora, dime, ¿por qué no podemos bailar?
—Porque no sé bailar este tipo de música. —se explicó brevemente tomando la bebida que ella le ofrecía y procediendo a caminar de vuelta con los chicos en el palco que habían rentado para ver el evento alejados de toda la multitud y desde buena ubicación.
—¿Entonces qué tipo de música sabes bailar?
—¿Clásica? —no pudo evitar recordar la primera vez que había bailado ese tipo de música… y con quien lo había hecho.
Se echó a reír a sonoras carcajadas, pero al verlo igual de neutro, entonces se detuvo para enarcar una ceja y preguntar: —Ah, ¿estabas hablando en serio?
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Tormenta eléctrica ©
RomanceEl descubierto de todas las debilidades que debajo de la piel de Gillian Ashworth existían fue estrepitoso. Todo el mundo fue testigo de su caída en picada hacia el exilio. Sin embargo, había una debilidad en especial, la que había logrado hundirla...