Ya han trascurrido muchos años desde el momento que comencé a vivir la aventura que me llevaría a convertirme en el hombre que soy hoy. Esa tarde, tenía planificado ir a casa de mi madre con la fija intención de indagar un poco sobre su vida antes y después de mi aparición, yo conocía parte de ella pero ahora mi interés era hacer un recuento narrado de todos los aspectos que envolvían a la gente que se había convertido en mi familia y que representaban mi mundo actual. Eran las cuatro de la tarde, me levanté de la cama después de haber tomado un descanso merecido, pues me encontraba en mis vacaciones de navidad. Ya era todo un profesional, casado y padre de un hermoso niño, me sentía muy satisfecho de todo cuanto había logrado hasta el momento. Me dirigí al baño para comenzar mi arreglo, cuando terminé, tomé un cuaderno de notas, un lápiz y me despedí de mi esposa Catherine y mi hijo Daniel y me lancé en busca de la información que necesitaba para llevar a cabo la tarea planteada. Al llegar a casa de mi madre, le expliqué cual era el motivo real de mi visita y ella gustosamente accedió a responder mis preguntas. Así transcurrieron varias horas en una amena y nostálgica conversación.
Corría el mes de agosto de 1968, Rosa María Méndez se encontraba en los últimos días para parir a quien sería su único hijo biológico, se había mudado recientemente a su propia vivienda, una casita compuesta solo por una sala, una habitación y una pieza trasera que servía de cocina y comedor; afuera había un baño improvisado con láminas de zinc, eso era lo de menos, era su casa y era lo que realmente importaba, ya que venía de haber vivido arrimada en casa de su suegra y como reza el dicho la visita al tercer día hiede. Amanecía el día dieciséis del mes y un malestar para ella reconocible, porque lo había visto en otras mujeres de su familia que ya habían parido, la estaba aquejando. Por su mente cruzó un pensamiento, llegó el momento, así se lo hizo saber a su esposo Ricardo José Molero, quien inmediatamente se dispuso a ir en busca de la comadrona, quien sería la persona que asistiría a Rosa María en sus labores de parto, pues para la época no era del todo fácil llegarse hasta la ciudad de Maracaibo para asistir a un centro de atención médica y ser atendida, además, por otra parte, también Ricardo José fue a darle aviso a Estela Sandrea, la madre de Rosa sobre el acontecimiento que estaba por suceder. Ella acudió a casa de su hija con premura, pues Rosa siempre había sido una hija obediente y colaboradora. En el transcurrir del día se fueron preparando todas las cosas que la situación ameritaba, sin embargo, para Rosa, aun cuando siempre se comportaba como una mujer fuerte y firme, se le podía notar en el rostro una mezcla de dolor, malestar y nerviosismo.
Eran ya las doce del medio día cuando comenzó Rosa María a sentir contracciones que le indicaban que ya nacería su hijo. Cada vez eran más seguidas y dolorosas, todo el mundo se dispuso a recibir el neonato, otra persona quien también se apersonó en casa de la familia Molero Méndez fue Ángela, la madre de Ricardo José. Ella por decirlo bien, era una de las pocas personas que trataron bien a Rosa durante su convivencia en su casa, pues no era de ella de quien recibía malos tratos, ni desprecios, ya que Ángela, o como todos sus nietos la llamaban Magenca era de palabra y hecho una persona muy cariñosa y creyente.
Era la una de la tarde cuando finalmente, con el esfuerzo de Rosa María, la ayuda de la comadrona y de todas las mujeres mayores de la familia, nació un niño varón fuerte y sano. Fue un acontecimiento algo especial, puesto que era el primogénito, además nacía en casa propia, ya que se habían mudado solo hacía unos pocos meses atrás. Una vez terminado todo el trabajo de parto, procedieron a lavar al bebé y limpiar a su madre para que pudiera finalmente descansar de tan ardua y loable labor, traer un ser humano al mundo. Después habría tiempo para todas cosas que quedaban por hacer, era el primer día de existencia en esta tierra de aquel ser a quien aun no le habían escogido un nombre. Por su parte, las respectivas abuelas salieron a dar la noticia al resto de la familia, que Rosa, o como cariñosamente todos la llamaban Rosi, ya había dado a luz a un varón. Ricardo José quien siempre se había mostrado como un esposo amoroso y preocupado por su esposa, no podía esconder la emoción que sentía por su recién nacido hijo. En su mente revoloteaban ideas sobre cual nombre le pondrían, pero sabía que debía esperar que Rosi estuviera en condiciones de participar en esto, pues ambos acordaron compartir esto de escoger el nombre que llevarían sus hijos, porque además solían ser una pareja muy unida, tanto para el trabajo como para la familia, cosa que unos cuantos años más adelante, daría un vuelco inesperado y extraño para muchos, quienes los habían conocido por años.
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Más allá de Arcoíris
Ficção AdolescenteMás allá del Arcoíris es una historia donde se narra la vida de un niño (Alberto) quien es abandonado en un orfanato donde sufre una serie de malos tratos, hasta que un día decide escapase y salir al mundo exterior en busca de una vida diferente, po...