Unas semanas después de la visita de Alberto, se encontró Claudio saliendo de un autobús que se dirigía a la ciudad de Maracaibo y que hacía su parada acostumbrada en una estación de servicio de la carretera para cargar combustible y para que los pasajeros comieran o hicieran algunas necesidades apremiantes. Dejó a Marián, su mujer, quien decidió acompañarlo, molesta tras sus reiterados e inútiles intentos por dar inicio a una conversación, después del disgusto que había tenido con Claudio el día anterior, puesto que, se había quedado en Valencia más tiempo del que debía y esto molestó mucho a Claudio. Entonces encendió un cigarrillo. Así pasaron los minutos de la parada hecha por el autobús Después de reanudar el viaje continuaba el silencio establecido entre los dos. Por su parte Marián cuyo problema en ese momento era que no sabía en qué fijar sus pensamientos: pues había muchas cosas que inquietaban su enmarañada cabeza, entonces no sabía si pensar en lo que dejaba atrás o en lo que le esperaba al final del viaje. En otras palabras, conocer a la familia de Claudio, no saber como la acogerían, este dilema la mataba.
Si meditaba en lo que dejaba atrás, sentía una desagradable y turbadora sensación en la espalda; por el contrario, si miraba hacia adelante, una angustiosa incertidumbre se hacia dueña de sus pensamientos. En Valencia dejaba abandonados, al mismo tiempo, a su madre de quien no sabía cómo escapar, por el temor a hacerle daño, pues era una persona, que aunque era quien era, representaba un tropiezo en su vida, ya que, ésta era manipuladora y dominante, cosa que ya tenía saturada la paciencia de Marián. Había tolerado la actitud de su madre por muchos años, pero ya era hora de acabar con ese sometimiento forzado, o la seguridad de un empleo, bueno en este aspecto ella tenía mucha confianza en si misma y sabía que pronto podría conseguir un nuevo empleo, si valía el sacrificio, por ir tras la pasión que le despertaba Claudio y que para ella era algo muy fuerte en ese momento, era como aire fresco lo que esta experiencia le proporcionaba un amante con el que podía ir a donde él la llevara. Por su parte, Claudio siete años de alejamiento de su madre y seguro de que nada había salido como había creído en un principio. Además, el temor de una venganza en contra de lo que le habían asegurado todos, sin embargo, la actitud que asumió por todos esos años no parecía haber sido una verdadera solución. Claudio se acostumbró a escuchar reproches de todos desde el día en que confesó a sus amigos el lío en el que estaba metido, asustado y lleno de preocupación, por lo que le estaba sucediendo. Sí, definitivamente, igual que entonces, él seguía sintiéndose preocupado en relación a toda esta controversial situación. Ya era tiempo de acabar con todo esto, no podía continuar así porque se encontraba viviendo de espaldas a la gente que lo amaba, alejado de ellos cada día un poco más, manteniéndose distante del ser que debía ser la persona más querida, su madre. A pesar de los esfuerzos que su madre había hecho, no había servido para nada, siempre puso la mayor distancia que estuvo a su alcance. Pero en realidad nadie conocía la verdadera causa por la cual y sin motivo aparente, hacía ya algún tiempo había decidido, sin consultar con nadie, terminar de una vez con aquella farsa y alejarse de Rosa, su madre, antes de que terminaran teniendo algún problema, en cuyo caso habría resultado más traumático para todos. Ahora estaba dispuesto a poner toda la verdad por delante, le contaría a su madre y a su nuevo hermano los motivos reales que le habían conducido a asumir la actitud que había adoptado.
En el fondo, era una fracaso más para él, que no había sabido ir por buen camino desde el primer momento de su vida cuando fue capaz de tomar sus propias determinaciones, creyendo que a lo mejor más adelante podría enderezarse. Un error en el que muchos suelen caer. ¿De quién había sido la culpa? Claudio no quiso dar muchas vueltas a la cuestión, y poco a poco, en ese entonces, se fue resignando ante la idea de que tendría que alejarse de su casa y de su madre. En sus pensamientos se decía que a fin de cuentas sería lo mejor para todos a la vista de los posibles acontecimientos si permanecía en casa de Rosa.
Por otra parte y en medio de todos estos dilemas y todo el tiempo que había transcurrido Claudio había conocido a Marián, una mujer de treinta y un años, madura, atractiva, con algunas canas que la hacían más interesante aún, y sobre todo dueña de un cuerpo completamente escultural; sonrisa siempre abierta y contagiosa, ojos inteligentes y expresivos, manos suaves como la seda, un poco caprichosa, pero una mujer en todo el sentido de la palabra. El día que la conoció, Claudio sintió un gran presentimiento, esa mujer sería un elemento importante en su vida. En cuanto a su madre Claudio actúo sin que ella fuese nunca consciente de lo que sucedía. Unos sentimientos contra los cuales nadie podía luchar, como era el sexto sentido maternal le hacía percibir que algo extraño sucedía con su hijo Claudio.
Claudio nunca dejó que Rosa, su madre, ni antes ni después de aquel día llegara siquiera a sospechar lo que le estaba sucediendo, puesto que de lo contrario habría presumido lo que había planeado. Nada más lejos de la realidad. Aquel día las cosas sucedieron sin que pudiera hacer nada para evitarlo, aunque bien es cierto que tampoco intentó evitarlo.
En cuanto a la pareja, a partir de entonces, Claudio descubrió, al igual que Marián, que esto era o podía ser algo muy diferente a lo que él había vivido antes, y a ella, le sucedió exactamente lo mismo: le fue imposible dar marcha atrás. Ya nada era igual que antes. Y a pesar de todos sus esfuerzos por evitarlo, Claudio no pudo resistir el encontrarse una y otra vez con Marián, en un desesperado intento por recuperar también el tiempo de su vida perdida, dándose cuenta de que ahora le resultaba imposible luchar contra la corriente, tal y como había hecho desde el día en que descubrió la fuerte atracción que sentía por esa mujer.
Lo cierto en cualquier caso era que, aunque no hubiera sucedido lo que sucedió con los tipos con quienes se había enredado en aquel negocio turbio, él no se habría ido del lado de Rosa de ninguna manera. Llevaba ya algún tiempo recapacitando sobre el error cometido al involucrase en esto, y no obedecer a su madre preocupada por la vida que su corazón de madre le decía que estaba llevando Claudio. Una madre que, desde que lo trajo al mundo lo único que había hecho era trabajar para sacarlo adelante, no había hecho otra cosa que luchar y luchar, segura de que terminaría convirtiéndose en un gran hombre. Y ahora que, envuelto en una inesperada situación que complicaba aún más las cosas, había decidido por fin huir, quería hacerlo lo más lejos posible. Huir para siempre de Maracaibo, abandonar el trabajo aceptando todas las consecuencias que aquella decisión llevaba consigo y alejarse definitivamente de su madre de la que nunca debió separarse. Debía alejarse también de la influencia de unos malos amigos que no se resignaban con involucrarlo en negocio sucios sino también de la posibilidad de perjudicar a su familia; lejos, en cualquier caso, de la farsa en que se había convertido su vida al intentar tapar su extravío por el mal camino, para ir en busca de un nuevo ambiente lejos de todo esto que lo implicaba.
Tratando de borrar de sus pensamientos todo lo que dejaba atrás, Claudio regresaba al lado de su madre, cerró los ojos, e hizo un esfuerzo por pensar sólo en su futuro, en lo que le aguardaba al llegar al final del viaje.
Abrió los ojos, y al comprobar que Marián se había quedado dormida, introdujo la mano en el bolsillo de la chaqueta, de cuyo interior extrajo una postal de Aruba que le había enviado su amiga Jenny en la que se veía un puente de roca natural por el que paseaban algunas personas que él suponía debían ser turistas.
"Querido Claudio: Te escribo desde este lugar maravilloso, embelesada de felicidad. Espero no haber cometido un error contrayendo matrimonio. Sería como un poco tarde para intentar echarme atrás. Recibe cariño de tu amiga que te aprecia"
Jenny
Claudio volvió a cerrar los ojos, y sin esfuerzo, los recuerdos comenzaron a agolparse en su mente de nuevo como un remolino que lo invadía todo. Como le hizo falta a Claudio haber tenido una hermana, pero con el paso del tiempo tuvo que aceptar que en realidad nunca tendría una hermana, terminando por hacerse a la idea que Rosa se había convertido en su único pariente de sangre. Nunca conocería el cariño de una hermana, pero en esta mujer aparte de ser su media naranja, se había convertido en una amiga con la que compartir sus angustias. Por fin entre pensamientos y recuerdos termino quedándose dormido, y el sueño le permitiría al tiempo transcurrir más rápido y así llegar de una buena vez a su destino, ese encuentro que tanto había soñado y a la vez temido, principalmente por el hecho de tener que dar explicaciones que ni siquiera sabía como darlas.
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Más allá de Arcoíris
Teen FictionMás allá del Arcoíris es una historia donde se narra la vida de un niño (Alberto) quien es abandonado en un orfanato donde sufre una serie de malos tratos, hasta que un día decide escapase y salir al mundo exterior en busca de una vida diferente, po...