Por aquel entonces, a Alberto se le había dañado el aparato de aire acondicionado y pasaría algún tiempo antes de que pudiera repararlo, pues había otras prioridades.
En las noches, pues estaba en el mes de mayo que por demás decirlo era bastante caluroso, el calor era insoportable, contaba tan solo con un ventilador eléctrico que lo que parecía era votar fuego en vez de refrescar. Era una cuestión que no podía definirse, el calor era como una clase de pulpo que abrasaba de forma silenciosa los edificios y las casas con todos sus habitantes, no había ni ser humano ni animal que pudiera escapar de su sofocante y asfixiante abrazo.
En tanto Alberto en la oscuridad de su habitación permanecía echado en su cama sin poder dormir por el calor y por los pensamientos que lo invadían, giraba sobre si mismo tratando de encontrar un poco de frescura en el lado solitario de la cama.
A eso de las dos de la madrugada convertido en un manojo de nervios y sudor, Alberto decidió sentarse en el borde de la cama, se llevó las manos a la cabeza a modo de preocupación, como queriendo borrar de su memoria ese pensamiento, tenía que decidir si desaparecer a escondidas e irse a Europa o acabar casándose, y sacrificarlo todo; la primera opción no era viable, pues no le haría a su madre lo mismo que le hizo su hijo Claudio un tiempo atrás, entonces, ¿se casaría o no? Aún cuando esto le asustaba e inquietaba, no por que no amase a su novia, sino por la novedad y contratiempo que casarse significaba.
Entre sus pensamientos se discurrió una idea, que no sonaba nada ilógica. Será mejor que espere hasta que amanezca, pensó; entonces escuchó que alguien tocó a su puerta, sería su madre o tal vez su hermano. Finalmente optó por levantarse, se dirigió hacia la puerta y tras abrirla, se dio cuenta que solo era su imaginación, cerró de nuevo y comenzó a pasearse de un lado a otro de su habitación. Solo habían transcurrido algunos minutos, cuando de pronto un ruido detuvo sus movimientos, Alberto se dirigió de nuevo a la puerta y la abrió justo para asomarse, en el preciso momento en el que una luz se encendía, era su hermano Claudio.
—Claudio —dijo Alberto.
—¿Si? —se volvió sobresaltado—. ¡Caramba Alberto que susto me has dado!
—¡Discúlpame! —exclamó Alberto.
—¿Qué sucede, te sientes mal? —preguntó Claudio.
—No lo que pasa es que no puedo conciliar el sueño.
—Lo mismo me ocurre a mí —respondió Claudio—. El calor es insoportable.
—La verdad no creo que sea el calor —titubeo Alberto.
—¿ Y bien? —murmuró Claudio.
—¿Puedo hablarte un momento? —preguntó Alberto saliendo de su habitación.
—¿Ahora? —preguntó Claudio observando el reloj que estaba en la pared.
—Si, por favor, es importante —replicó Alberto.
—¿Qué te pasa? ¿Acaso algo te perturba?
—Necesito hablar con alguien. Y tú eres la única persona con quien me atrevo a hacerlo —repuso Alberto.
—Bueno, ¿dónde quieres que hablemos?
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Más allá de Arcoíris
Teen FictionMás allá del Arcoíris es una historia donde se narra la vida de un niño (Alberto) quien es abandonado en un orfanato donde sufre una serie de malos tratos, hasta que un día decide escapase y salir al mundo exterior en busca de una vida diferente, po...