10

13.3K 1.7K 439
                                    

Beatrice respingó en su sitio al sentir los firmes brazos del conde rodeándola con fuerza mientras su boca reclamaba la suya. En respuesta sus labios se abrieron permitiendo que el conde ejerciera un mayor control sobre su boca.

Las manos de la dama cosquilleaban con la idea de tocar su cabellera rojiza, pero se contuvo al recordar que él solo se estaba burlando de ella. El conde no deseaba nada más que una relación pasajera, un juguete nuevo para divertirse y ella como tonta le había abierto su corazón contándole sus miedos e inseguridades.

La rabia la cegó.

Lo empujó por el pecho con todas sus fuerzas y sin dejarlo reaccionar continuó empujándolo hasta prácticamente sacarlo de su habitación. Lord Devonshire tomó sus manos para detenerla, pero ella se removió furiosa en su agarre.

—Suélteme.—gruñó logrando zafarse y sin importarle mucho cerró la puerta a centímetros del rostro de un aturdido conde.

Devonshire parpadeó un par de veces mirando la puerta sin entender muy bien lo que había pasado.

—Milady.—tocó ligeramente, pero no hubo respuesta, solo unos cuantos sollozos.

—Por favor, marchese.—la voz de la castaña sonó amortiguaba y él tragó con fuerza.

Se apartó de la puerta concediéndole su espacio.

No sabía qué rayos le pasaba los últimos meses, pero esa mujer con su reticencia había logrado convertirse en la mejor presa que un cazador como él podía atrapar.

Era como una competencia en la que claramente él quería ser el vencedor sin importarle mucho lo que eso implicará. Ni siquiera romper su propia regla de "No debutantes".

Caminó a su habitación en completo silencio. Verla llorar aún le generaba un mal sabor de boca y unas inmensas ganas de golpear a los culpables.

Abrió la puerta y empezó a quitarse la levita cuando una voz femenina llamó su atención.

—Henry.

Su mirada cayó sobre su cama, donde Lady Crosword con una bata que a penas la cubría, lo estaba esperando.
El conde se llevó una mano a la sien; había olvidado por completo que la vería esta noche.

La mujer se incorporo y lentamente camino hacia él mientras poco a poco se iba quitando la bata hasta quedar completamente desnuda delante suyo. Henry miró a la pelinegra de exhuberantes curvas y no pudo evitar pensar en lo que daría por reemplazarla por otra dama. De preferencia una castaña de ojos verdes.

—Me tuviste esperando demasiado.—hizo un puchero mientras lo rodeaba por el cuello apegándose con descaro a su cuerpo. Él no la apartó, pero cuando sus labios se encontraron supo que no deseaba nada de ella.

No esta noche, quizás otra, pero no hoy.

Con sutileza se alejó dejándola descolocada.

—Hoy no estoy de humor.—musitó pasándole su bata para que se vistiera. Solo quería acostarse y quizás darse un baño de agua helada.

—¿Estás seguro?—sonrió juguetona mirando a su palpitante miembro que osaba traicionarlo a causa de una rabiosa castaña.

—Sí.—gruñó fulminando con desdén a su compañero de batalla.

Hoy no, amigo.

Cubrió a Lady Crosword con la bata y la echó de su habitación soportando sus protestas.
Se recostó en la cama y cerró los ojos. El perfume de la mujer impregnaba las sábanas, pero era otro olor él que lo estaba volviéndo loco lentamente.

Cambiando tu historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora