Procesión

14 5 0
                                    


La recta que es el camino a mi casa no se hace más corta. Me empapa el sudor, llevo paso firme, saludo a los pocos en dirección opuesta, soy la única que va al resguardo de su hogar.

Dejé de tomar el tiempo, pues, me hallo más en mi mente. Al comenzar tal procesión miraba la hora y me decía que el sol iba a estar en su punto, hasta que comprendí que es inclemente en cualquier momento. No hay muchos quienes hagan esta maratón y no haya cambiado su cuerpo, están delgados, las franelas parecen ser tres tallas más grandes y los pantalones se les caen, también están quemados y cansados. El horizonte se confunde entre las ondas de calor.

He tomado esta calle por obligación. Antes iba por un camino adyacente en el que la distancia era despreciable ya que el paisaje variaba entre casas, personas reunidas en las aceras, niños yendo a las bodegas y perros escapados; pero ese camino no era siempre plácido, mucho se prestó para las bajezas de la vida, eso atemorizó a su comunidad quienes como medida de prevención escogieron privatizarse, entonces bien, yo que solo soy vecina se me prohibió el paso y así he de encontrarme en esta recta que te obliga a rememorar las torpes decisiones. Está hecha por el Diablo si bien fue idea de Dios.

La meta me mantiene andando, pienso en mi madre acostada en cama con el ventilador de frente y el televisor en alguna novela extranjera, el almuerzo tapado y caliente sobre las hornillas y el porche bañado. Ya llegaré. 


Ophelia D'Petra


A la luz de una velaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora