El transporte aprovecha de aumentar el pasaje, las personas se quejan pues los están robando sin pistola, pero, nadie quiere estar en las mal trechas calles y menos en ese clima. Unos lloran y otros venden pañuelos dice la mujer de la radio; pienso en porque no regalar los pañuelos o mejor aún, buscar la manera de evitar las lágrimas.
El terminal se encuentra abarrotado, madres despiden a sus hijos que se van en busca de un mejor futuro, padres se despiden de su familia para buscar oportunidades laborales mejor remuneradas, esposas se despiden de sus parejas quienes se van para asentar el camino y preparar todo para el nuevo comienzo de su familia. El terminal se encuentra inundado por las lágrimas de Dios.
Desperté con el cielo aún obscuro y la mente aletargada, tomé una ducha rápida y el agua helada me espabiló. Había amanecido y la gana de ser productiva estaba lejos de la realidad. Peiné mis cabellos y maquillé las ojeras. Tomé las llaves y abrí las puertas, cogí mi bolso, estaba preparada para la calle y la normalidad distractora; así que fui a la habitación de mi hermano Te amo besé su frente, Salí corriendo.
Iba por la calle con las lágrimas escapadas, la garganta ahogada y el pecho comprimido. Caminé tan rápido que mis piernas palpitaron cuando por fin tomé asiento en el bus hacia la universidad, pensando que las suyas estarían igual en poco tiempo, pero su viaje era más largo.
Llueve sobre el camino y se viaja con cuido, se empañan las ventanas y se deslizan las llantas. Llueve sobre la casa y se empoza en el techo, llueve dentro de la casa y llueve de mi madre que ve desolada la gotera.
Ophelia D'petra
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A la luz de una vela
Non-FictionDiario de una joven en sus 20 años. Quién aprende a vivir en el nuevo ambiente social, manteniendo cierta estabilidad por amor a la costumbre de aquella infancia y juventud lejos de una novela rosa. Textos de la realidad con emociones descubiertas...