"Quedaron para el día siguiente, y también al otro, y pronto se hicieron inseparables" – Nicholas Sparks. El diario de Noah.
¡La emoción al ver cómo las lecturas crecen y crecen, es demasiada! Estoy muy feliz por la respuesta tan positiva de todos ustedes. En Instagram trataré de estar muy activa constantemente, sin embargo, si a veces me demoro un par de días subiendo es porque ando estudiando mucho y apenas me da el tiempo. Les he sacado un espacio porque vi que tenían mucha intriga por lo que venía. ¡Y LO QUE VENDRÁ!
Instagram: Juliantina_Leblanc.
Canción sugerida: Roses – Shawn Mendes.
Valentina se frotó la cara por millonésima vez aquel día. El mensaje de Juliana la había dejado descolocada y todavía no había podido hablar con ella.
¿En qué demonios estaba pensando Sophie? ¿Qué le había dicho a su esposa? No llevaba ni una semana de casada y ya tenía que pensar en la forma de mantener a su esposa y a sus amantes separadas.
Valentina ni siquiera había hablado con Sophie desde el día en que puso el anillo en el dedo de Juliana. Había intentado llamarla, una única vez, pero cuando el mayordomo le dijo que su señora no aceptaba llamadas, pensó que ya no tenía nada más que decirse.
Arianne le había enviado un mensaje frío «Llámame cuando te canses de ella».
¿Y qué había querido decir con «Víbora»? Nada bueno, seguro.
Maldita sea. Si no tuviera que pasarse un día entero volando, ahora mismo se montaría en su avión privado, aunque tomar decisiones precipitadas nunca había sido su estilo. El plan era volver a Estados Unidos el domingo por la tarde para recoger a su esposa y escoltarla de vuelta a Europa.
A menos que Juliana le necesitara antes, se mantendría fiel al plan original. La idea de verla seguía despertando en Valentina un sentimiento que le dejaba sin respiración. Las conversaciones que mantenía con Jul por teléfono le alegraban el día de forma que jamás hubiera imaginado. Tanto coqueteo acabaría convirtiéndose en un problema cuando estuvieran en el mismo país. Un océano de por medio parecía una distancia segura. Quizá por eso últimamente tenía la sensación de estar abriéndose a ella. Para Valentina, las mujeres siempre habían sido un juego al que no podía negarse a jugar. Podría parecer un pensamiento un poco impropio para una mujer, sin embargo ella solía ser fría y poco consciente respecto a ello. Primero atraerlas, lo cual no le resulta difícil, y luego seducirlas. Aunque hasta entonces nunca se había marcado un tiempo máximo, sus relaciones solían durar media entre seis meses y un año. Sin embargo, la atracción que sentía por ellas solía apagarse mucho antes. Valentina no conocía la monogamia, un rasgo que sin duda había heredado de su padre.
Con Juliana no le hacía falta jugar.
Por primera vez en su vida adulta, se sentía cómoda siendo honesta con una persona y para su propia sorpresa era una mujer increíble con la que hablar se le hacía fácil, reír y convivir parecía agradable.
Su teléfono le avisó de la llegada de un mensaje con un pitido. – Jul – susurro Valentina, esperanzada.
Pero no era ella, sino un mensaje del banco informándole de los movimientos de la tarjeta que le había dado a su esposa. Eso la hizo sonreír, se sentía orgullosa de que su esposa no se permitiera sentirse humillada por nadie, al fin y al cabo, ahora ellas compartían el título.
Quizá al final la visita de Sophie serviría para algo, pensó.
Comprobó la cantidad del cargo y sonrío. De pronto recordó el comentario de Juliana acerca de que las mujeres eran criaturas emocionales. Y aunque ella misma no se identificaba mucho con eso, al parecer, su esposa no era inmune del todo.