"Lo que digan los demás qué carajos importa, si solo nosotros nos conocemos, como los lunares se conocen con los besos". – Mind of Brando.
Faltan unos pocos capítulos para que acabe esta historia, sí, les advertí que era corta, aunque significativa. Quería decirles que es complicado escribirla en ocasiones debido a que es una adaptación de una pareja heterosexual y quizá habrán unas situaciones que buscaré la mejor forma de organizar para que se adapten a nuestras bebés, sin embargo, sin cambiarle la trama original así que ya lo verán pronto.
Canción sugerida: Jonas Brothers – Hesitate.
Juliana no conseguía librarse del jet lag y ya llevaban casi una semana en Europa. Además, vivir en una mentira le resultaba agotador. Incluso Valentina empezaba a resentirse.
La recepción tendría lugar al día siguiente y ya estaba todo preparado. Juliana necesitaba alejarse un rato de su familia política, que podía llegar a ser extenuante. Cuando Valentina la encontró, se había escabullido a la biblioteca en busca de una distracción.
— Estás aquí.
Llevaba unos vaqueros bastante informales, totalmente impropios de los ingleses, pero muy propios para los americanos y con jersey de lana color gris que resaltaba el azul de sus ojos. Valentina estaba para comérsela.
— Creía que habías ido a la oficina.
Ella negó con la cabeza.
— Hoy no podía dejarte sola.
— ¿Qué tiene hoy de especial? — preguntó Juliana, un tanto confundida.
Ella se llevó una mano al pecho y fingió una herida mortal.
— No puedo creer que te hayas olvidado.
A Juliana se le escapó la risa.
— Nunca dejes el trabajo para ser actriz —se burló.
— No sabes qué día es hoy, ¿verdad?
No era festivo, ni allí ni en Estados Unidos, el cumpleaños de su esposa ya había pasado y para el de ella todavía faltaban unos meses.
— No, no tengo ni idea.
Valentina la cogió de las manos y las apoyó sobre su pecho.
— Llevamos un mes casadas.
Dios, era verdad. Y que ella hubiera pensado en ello y le diera tanta importancia demostraba que la atractiva duquesa era en el fondo una sentimental.
— Vaya, ya ha pasado un mes. —Aunque parecía mucho menos tiempo.
— Sé cómo podemos celebrarlo.
—¿Quieres celebrar nuestro primer mes de casadas?
Juliana miró por encima del hombro de su esposa para comprobar si había alguien escuchando. No podía ver más allá de la puerta, de modo que decidió preguntarle en otro momento a qué venía tanto revuelo.
Valentina le guiñó un ojo y entrelazó los dedos con los suyos.
— Vamos.
Salieron de la biblioteca, atravesaron el enorme recibidor y se dirigieron hacia la puerta principal.
—¿Adónde vamos? —Le gustaba aquella Valentina despreocupada que afloraba en los escasos momentos en que se podía relajar.
—A un sitio.
