8. Clausula secreta.

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"Quizás te diga un día que dejé de quererte, aunque siga queriéndote más allá de la muerte; y acaso no comprendas, en esa despedida, que, aunque el amor nos une, nos separa a vida". — José Ángel Buesa.


Canción sugerida: Don't be a fool - Shawn Mendes. 

Las ventajas de tener un avión privado eran aún más agradables con una mujer al lado. Hicieron el amor y luego durmieron unas horas, lo cual debería haber sido suficiente para relajarse y llegar a Gran Bretaña descansadas. Sin embargo, mientras el avión descendía, Valentina percibió el nerviosismo de Juliana e hizo todo lo que estaba en su mano para distraerla.

Había reservado habitación en un hotel cercano al aeropuerto. Allí pasarían la noche, y se reunirían con su familia al día siguiente en Albany. Sin embargo, su familia tenía otro plan en mente.

Tomaron tierra a primera hora de la mañana, aunque para ellas seguía siendo última hora de la tarde. Por la forma en que Jul movía las manos, Valentina sabía que su esposa tenía los nervios a flor de piel.

Bajaron del avión, la duquesa rodeando a su esposa con un brazo. Siguiendo su consejo, Juliana se había cambiado de ropa y llevaba unos vaqueros gastados y una camiseta de manga larga. «No hace falta que te pongas guapa para el chófer», le había dicho, asegurándole que tendrían tiempo para dormir, darse una ducha y vestirse adecuadamente antes de acometer algo importante.

Sin embargo, cuando la limusina que había pedido se detuvo junto al avión y se abrió la puerta trasera, Valentina y Juliana se quedaron petrificadas al ver uno de los tacones de la madre de la duquesa apoyándose en el suelo.

— Me dijiste que no veríamos a nadie en el aeropuerto — murmuró Juliana entre dientes.

— Y así es.

Era evidente que la mujer que acababa de bajarse del asiento trasero de la limusina era su madre. El chófer sostenía un paraguas en alto encima de ella para evitar que las gotas de lluvia que caían sobre la pista le arruinaran el peinado que sin duda un peluquero había tardado horas en crear.

A pesar del horrible matrimonio por el que había pasado, Alice Carvajal aparentaba diez años menos de los que tenía en realidad. Tenía el pelo de color ocre y lo llevaba recogido bajo un elegante sombrero. Vestía un abrigo largo y gris sobre, y de eso Valentina estaba segura, una falda estrecha y una blusa. Su madre siempre iba vestida al detalle. A pesar de que el sol se había escondido tras una gruesa capa de nubes, la madre de Valentina llevaba unas enormes gafas de sol, bajo las que ocultaba sus ojos y los sentimientos que estos pudieran revelar.

— Entonces, ¿quién es esa?

Valentina tragó saliva. Si algo había aprendido de su mujer era su tendencia a la inseguridad. Tras la actitud guerrera de Juliana se escondía un poderoso deseo de ser aceptada.

Estaba segura de que la idea de sugerirle que se quitara el traje de seda y se pusiera cómoda acabaría explotándole irremediablemente en la cara.

— Es mi madre.

Jul vaciló, pero Valentina la ayudó a seguir adelante poniendo una mano sobre su espalda y empujándola con firmeza.

— Pero...

— ¿Mamá? — Valentina retiró la mano de la espalda de Juliana el tiempo justo para darle dos besos a su madre —. No te esperábamos. — Parecía despreocupada, pero confiaba en que su voz transmitiera el descontento que sentía en aquel momento.

Duquesa,  (Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora