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Me miraba en el espejo una última vez verificando que todo este en su lugar, y replanteándome continuamente si debía ir a esa fiesta o no. Aunque, pensándolo bien, lleve mucho tiempo escogiendo este atuendo, y creo que vale mucho la pena lucirlo en la fiesta.

— Cariño, ¿realmente piensas ir así a una fiesta? — Mi madre me escaneó de arriba a abajo con una mirada de que destellaba desaprobación.

— Pues, supongo que sí. ¿Te gusta? — le cuestioné con inseguridad, posando frente a ella con mis manos en mi cintura y arrugando mi nariz.

Me giré y me di una última repasada en el espejo: traía unos jeans blancos con una blusa rosa chicle que tenía una estampa de un unicornio en el centro, y mis converse blancas que estaban un poco sucias. No iba a esa fiesta a relucir, solo a pasar un rato con mis amigos. Además no teníamos el suficiente dinero como para ir a gastarlo en ropa reluciente. Estaba conforme en como estaba vestida, pero al parecer mi madre no le terminaba de convencer mi atuendo.

Arrugó su nariz y negó con suavidad.

— Creo que tengo algo en mi armario para prestarte. — señaló sonriente, parecía algo emocionada.

— No, no hace falta madre. Me gusta mi atuendo. — contesté con una sonrisa amable, estirando un poco mi blusa chiclosa.

— Pero, mi niña, ¿cómo conquistarás a los chicos vestida como algodón de azúcar? — reprochó mi madre señalando mi remera que repugnaba de dulzura. Arrugué mi nariz y fruncí mis labios en un pequeño puchero. Observé el unicornio estampado en mi pecho ¿tan feo era? Porque a mi me gustaba mucho. — ¿Cuando traerás un chico lindo a casa? ¡Y que no sea Seokjin!

— ¡Mamá! — exclamé avergonzada, escondiendo mi rostro detrás de mis pequeñas manos.

— ¿Qué? ¡Eres muy linda, hija! Además, yo solo quiero que me des nietos. — levantó sus hombros con inocencia y luego los bajo, siendo dulce conmigo. Hice una mueca de disgusto ante lo que había dicho y solté una risa nerviosa.

— Soy muy joven para tener hijos todavía, mamá. — me excusé entre risitas tímidas.

Ella negó con sus cabeza divertida mientras carcajeaba suavemente, y luego se fue hacia su habitación indicándome con su mano que me quedara allí.

— ¿Cuando vas a tener hijos? — preguntó por lo bajo entre confundida y con sorpresa mi hermanita menor. En sus brazos tenía una muñeca de trapo que yo misma había hecho para ella hace unos meses atrás, para su cumpleaños número trece.

— ¡Oh! Todavía no, Hyemi. Soy muy joven aún para esas cosas. — negué entre risas, y me acerqué lentamente a su sillas de ruedas. Me puse de cuclillas, y acaricié sus piernitas de cristal suavemente. Eran delicadas, tan blancas como la nieve, claramente podían notarse los moretones que se hacía al intentar caminar o sentarse en la silla de ruedas y fallar en el intento. Suspiré con amargura. — Hyemi, ¿Has intentado caminar de vuelta? Ya hemos hablado sobre esto, pequeña. ¿Has visto tus piernitas? No queremos que te lastimes más.

— Si, lo siento. Es que, una vez, pude mantenerme de pie por unos segundos, aunque luego me desplome en el suelo. Pero pude estar sobre mis piernas durante unos largos segundos, YeongJu ¿entiendes? Tal vez, si practicara un poco más, podría ser capaz de lograrlo. — habló cabizbaja, ocultando sus ojitos brillantes bajo su flequillo castaño oscuro. Su voz sonaba con un ápice de esperanza, lo cual me causaba un sentimiento lastimero en mi corazón.

Tomé su barbilla entre mis dedos y plante un dulce y suave beso en su naricita, causando unas pequeñas risitas de su parte; y le sonreí tiernamente. — Prometo que algún día lo harás. — le abracé, ella me correspondió al instante.

Byakko 𒊹ᴊᴊᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora