Joseph y Dalila ya habían preparado algunas cosas para huir, además de tener conocimiento del barranco que los separaba del otro lado, aunque aquello, ya había sido resuelto. Pues habían inspeccionado en toda la casa, encontrando viejos manteles, con los cuales, hicieron sogas improvisadas.
Todo estaba listo.
Sólo que, no contaron con algo. Mejor dicho, con alguien.
Su mejor amiga de ellos, Mariana. Pues cuando estaban preparados para escapar en la noche, fueron sorprendidos por Mamá, quien los miraba con una sonrisa.
— ¿En verdad creían ser capaces de escapar?
Dalila y Joseph la miraron sorprendidos, mientras Dalila sudaba frío y Joseph mostraba una mueca de terror. La mujer se acercó a ellos, acariciando sus cabellos con parsimonia, casi mirándolos con lástima.
— Debieron seguir con nuestro juego de la casa feliz, y no ver la terrible verdad, mis niños. — los abrazó, sintiendo su pulso acelerado. — Tampoco debieron confiar en Mariana.
Mariana resultó ser una traidora todo este tiempo. Aquella niña de pecas, cabellos rubios y ojos verde acuoso, esa niña en la cual siempre confiaron... les había visto las caras.
Mariana se asomó, con semblante inexpresivo. Dalila se separó de Mamá, caminando hasta ella, dándole una potente bofetada, que la mandó al suelo; Dalila la miraba con tristeza e ira, profundamente dolida y decepcionada de quien creyó que era su amiga.
— Creí que éramos amigas. Eras como mi hermana, Mariana.
La aludida desvió la mirada al suelo, sosteniendo donde le había golpeado. Mamá la tomó de los hombros, acercándose a su oído.
— Ríndete, Dalila y conviértete en Mamá.
Joseph tenía la mirada perdida en el suelo, con algunas lágrimas acumuladas en sus ojos. Dalila sonrió, resignada.
— Así es cómo serán las cosas, ¿eh? Está bien. — susurró, con los ojos opacos. Ya nada quedaba, la esperanza que ella tenía, se había ido.
Y nunca más, regresaría.
Después de aquello, evitó a toda costa a Mariana, siendo la única persona con la que se llevaba de ahí, era Joseph. El cual, sería cosechado aquella misma noche.
— No llores, Dalila.
— Fue mi culpa. Mi culpa por no sospechar y ser más hábil, perdón Joseph. — él la abrazó, consolándola. Besó su frente y repartió besos por todo su rostro, tranquilizándola y ruborizándola.
— Dalila, ¿Recuerdas la promesa que te dije? Quiero que la cumplas. — sonrió, mirándola a los ojos, con amor. — Quiero que siempre sonrías... Hazlo por mí, por favor.
Dalila hizo lo que él le pidió, ignorando las lágrimas que caían por sus mejillas. Lo besó en los labios una última vez, siendo un largo beso de despedida.
— Te amo, Joseph.
— Yo también te amo, Dalila. Mi hermosa Dalila.
Joseph se despidió de todos, con una sonrisa y abrazos de sus hermanos. Dalila le sonrió y lo abrazó una última vez, para perderse tras esa puerta junto con Mamá.
Una vez los demás se fueron, sólo quedaron ella y Mariana. Mariana tenía una expresión de culpa.
— Dalila...
— No te preocupes, Mariana... Cuando nos convirtamos en Mamás, me aseguraré de aplastarte. — su expresión se tornó lúgubre, provocando temor en la rubia. — Me aseguraré que seas comida de esos Demonios, y que te arrepientas hasta el último instante de tu vida.
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Pour Mes Enfants [The Promised Neverland]
Fanfiction[Long-fic/What If] Emma se da por vencida, y decide convertirse en Mamá. Pero al descubrir que Rei y Norma, son hijos suyos, decide hacer lo que ninguna madre ha hecho, sacrificarse para que sus hijos se salven. Demostrando así, lo que una madre es...