Capítulo 15: Bang Bang.

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Salgo del local y me subo a la parte de atrás del coche junto a Carlos. Me quito el antifaz y mientras me arreglo un poco el pelo. Me pregunta:

—¿Dónde estabas?

—Tomando una copa.

—¿No has tomado suficientes?

—No.

—Ha estado bebiendo y tonteando con una camarera, que la he visto yo —dice Marta desde el asiento del conductor—.

—¡Marta!

—¿Qué quieres? no haberme dicho que revisara las cámaras. Parece, monísima ¿eh? Alta, delgada, morena.

—La nueva —comenta Carlos—.

—Justo —respondo yo—.

—¡Muy bien, Alba! Quedamos en no liarnos con nadie aquí y tú, ni una noche has aguantado.

—¡Eeh, eeh! que yo no me he liado con nadie, solo he ido a pedirle una copa.

—Uum, me voy a callar —dice Marta riéndose entre dientes—.

—Marta, tú quieres rellenar informes hasta el fin de tus días ¿verdad? —la regaño yo—.

—Marta y yo revisando palmo a palmo las cámaras. Y tú, mientras ¿ligando con la camarera? Ya te vale.

—¿Te tengo que recordar, que eso es lo que he estado haciendo toda la noche, con vosotros? Para cinco minutos que me voy, la bronca que me está cayendo. ¿A ti qué te pasa? ¿Estás celoso?—le pregunto provocándole y dándole un golpecito en el hombro, de broma—.

—Celoso ¿yo? ni que fueses algo deseable. —Responde él, burlándose y provocándome a mí─.

—¡Serás idiota! anda que tú estabas guapo con el antifaz de perrito ¿eh? digo acariciándole detrás de la oreja─.

—¡Uy uy, el tonteo...!

—¡Cállate Marta! —decimos los dos a la vez—.

—Joe. No se puede decir na, illo.

—Bueno, ¿Podemos dejar el tema de la camarera? ─suplico─.

—Alba, yo creo que esta te conviene más que tu otra novia, ¿eh? se ve menos peligrosa

─¿Qué otra novia? —pregunta Carlos—

─NIN-GU-NA, son las cuatro y veinte de la mañana. ¿Podemos tener una conversación de adultos de una puta vez?

—Sí, ama. —dicen los dos, cachondeándose de mí, mientras yo pongo los ojos en blanco clamando por un poco más de paciencia—.

—Vaale, ahora en serio. Mira, hemos visto rondar a este tío. —Marta me enseña una captura de su móvil, se ve a un tipo alto de unos 30 años, calvo, un armario empotrado—.

—¿Te suena? —me pregunta Carlos—.

—El ojeador.

—¿Lo qué? —pregunta Marta—.

—Lo vimos varias veces venir a nuestras fiestas, nunca juega a nada, ni tampoco consume nada, simplemente observa todo y se marcha. Creemos que es alguien que informa a los peces gordos del mundillo si interesamos o no. Es bueno tenerlo de vuelta tan pronto. Una buena señal para que nuestro evento de la semana que viene siga en pie.

—Aam.

—Bueno, vamos a organizarnos. La clave es seguir intentando identificar el local donde estuvieron el juez y su amante la noche en la que murieron. Tenemos que volver al hotel donde se alojaron y buscar por si hay algo que se nos haya pasado.

DesenmascárameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora