Capítulo 5: La nota.

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Bueno, pues ya tengo lo que quería. Si Guix se entera, me va a echar una bronca muy heavy estoy segura. "No te acerques más de lo necesario" recuerdo su advertencia, ¿y yo qué hago? alquilar, justo, el piso de enfrente al de ella. Recuerdo ver el cartel en la oscuridad de la noche y mi sonrisa planteándome la posibilidad de observarla desde aquí.

Me ha costado, la casera lo tenía apalabrado cuando he llamado. Pero mis dotes negociadoras son muy persuasivas, concretamente, el ofrecerle el doble de lo que pedía; eso sí que es convincente. Tengo las llaves en la mano, he firmado, me las ha dado y se ha marchado. Ha sido rápido. El dinero puede acelerar cualquier trámite, por pesado que sea, incluso la muerte. Miro las llaves, sólo tienen la anilla de un llavero vacío, «que sosas». Busco en el bolsillo de mi abrigo color camel y saco el llavero que me dio Manu en honor a ella, el zapato de tacón, abro la anilla con las uñas y lo engancho a las llaves «queda de maravilla».

El piso es pequeñito, está sin amueblar, no hay nada. Mientras lo recorro y acaricio sus paredes, me doy cuenta del vacío que lo envuelve todo y siento que... me recuerda a mí. Esta es la verdadera imagen de mi interior. Por mucho que cuide la decoración, por mucho que cubra las grietas, los vacíos, si quito todo eso, no queda nada. Sólo quedo yo, desnuda, como las paredes blancas de este piso.

En el salón, justo enfrente de mí, hay una ventana bastante grande. Me acerco a mirar y veo que da al balconcito del 4º B. La verdad es que para ser pequeñito le ha sacado bastante partido, tiene una butaca de mimbre, unos cuantos cactus, lo que parece lavanda y otras cuantas plantas que no alcanzo a distinguir. Por detrás, tras una cristalera, puedo ver lo que parece un saloncito precioso, pintado de blanco y muy bien decorado, parece muy acogedor.

Salgo del salón y sigo avanzando por el piso, manteniéndome en línea con el suyo. Me detengo en lo que parece ser el dormitorio principal; que parece estar en línea con el suyo, no lo distingo muy bien porque tiene la persiana a medio bajar, pero intuyo que es ese.

Me siento en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y me pongo a buscar mini cámaras de alta resolución y con un zoom de calidad para instalarlas frente a las ventanas, han de ser pequeñas pero potentes. Por muy divertida que sea la estampa, no puedo pasarme la vida pegada a la ventana con unos prismáticos en plan "La ventana indiscreta". Las camaritas me van a costar caras, la inspectora me está costando cara, pero lo cierto es que... todo esto me tiene bastante entretenida. Este juego de vigilancia que tantas veces he hecho, esta vez, es más excitante que nunca. Pues, hasta ahora, no había tenido el gusto de vigilar a un objetivo tan... interesante.

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Voy subiendo las escaleras que separan la morgue de mi despacho. No he querido coger el ascensor. Necesitaba subir despacio, pensar un poco. La conversación con la madre de la chica me ha dejado un poco descolocada. Me ha pedido que me encuentre esta tarde con ella, al finalizar el entierro, en el cementerio. Han acelerado todos los trámites, supongo que para evitar la presencia de la prensa lo máximo posible. ¿Para qué me habrá citado? ya nos ha dicho todo lo que sabía, ya ha venido a prestar declaración. Joder, odio los cementerios, es superior a mí.

Llego a la planta y me encuentro, de bruces, con Marta.

─Ha llegado Sabela ─me dice emocionada─ está con Famous en tu despacho, la está ayudando a colocar un panel especial, para que pueda ampliar la nota y nos ha pedido un poco de tiempo para examinarla a solas.

Famous, es nuestro analista de datos, es un chico encantador, muy eficiente con la tecnología. Es un hacker muy bueno y todo un amor. Me ha enseñado muchas cosas sobre informática. Es un chico aparentemente imponente, pero en realidad es como un niño grande súper achuchable.

DesenmascárameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora