TPD| uno

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Shin Saebi.

Mi nombre fue pronunciado a través del ruido estridente de la música electrónica, y a pesar del alcohol que inunda la mayor parte de mí cuerpo, con movimientos torpes y lentos giro mi cabeza. La voz grave y dura me aturde por unos instantes y le otorgo a la embriaguez mi confusión, incluso el desenfoque visual me embarulla y tengo que sostenerme con fuerza de la barra en la que estaba prácticamente acostada. Una sonrisa torcida cargada de burles se asoma en los labios de la persona a mi lado y por unos instantes quisiera tener un poco de lucidez en mi sistema.

Frunzo el ceño y cierro los ojos con fuerza, abriéndolos segundos después, tal vez la esperanza de ganarle a la embriaguez me hizo realizar la acción, pero supongo que había tomado más de lo que podía soportar, después de todo, era la primera vez tomando otra bebida alcohólica que no fuera el vino aburrido al que terminé por acostumbrarme por las reuniones de mi padre.

—¿Huh?—aun cuando luché contra mí misma para poder formar una oración coherente, lo único que mi lengua adormecida me permitió pronunciar fue un ruido apenas perceptible. Una carcajada algo ronca y pastosa brota de mi acompañante, y, con algo de más confianza, jala el banquillo continuo al mío para sentarse con la mirada en la pista de baile, y con sus codos recargados en el filo de la barra. Viendo su manera tan despreocupada e indiferente, por un momento pensé que había sido confundida con otra persona, pero las miradas furtivas que me daba cuando creía que no me daba cuenta terminaron por confirmar que aquel hombre me conocía. 

Ninguno pronunció nada, pero no hacía falta, la música se le insinuaba al silencio, en un juego entre lo incómodo y la comprensión. Además, estaba lo suficiente fuera de mí como para intentar sociabilizar. Segura de que aquella charla espontánea terminó, regreso la vista al vaso de vidrio que fue puesto en mi lugar minutos antes de ser interrumpida, las ganas de beber el líquido rojizo degradado con azul ya no resultaban tan atractivas como hace unos segundos atrás, sin embargo, tomo el recipiente con mis manos torpes para después empinarlo sobre mis labios, dejando que la bebida dulce con el sabor amargo del alcohol se uniera con la otra cantidad dentro de mi cuerpo. 

—¿Estás embriagada con un samsãra?—la pregunta llena de incredulidad llega a mis oídos y decido ignorarlo, aquel sentimiento desagradable seguía sobre el centro de mi pecho como una opresión bruta, y por más vasos con líquido rojizo pasarán por mis labios aquel dolor seguía sin desaparecer. No quería ser una idiota con alguien que, hasta el momento, desconocía, y hablarle parecía una de esas opciones que me dejarán en vergüenza. 

Azoto el vaso sobre la madera cuando todo el alcohol se termina, el enojo burbujeando con aquella otra sensación de tristeza son mi alarma para irme del lugar. Palpo los bolsillos de mis pantalones en busca de algo de dinero, y sin fijarme lo suficiente, dejo unos cuantos billetes que el barman no tarda en tomar con una sonrisa brillante. Mis piernas tiemblan apenas hago amago de levantarme y suelto infinidades de palabrerías conjuntas por el miedo que provocó que mi corazón empezará a latir con tal ferocidad, hace unos instantes podía jurar que mi cara se estrellaría contra el sucio suelo del bar.

—No pensé que este fueran tus tipos de lugares—añade, al ver que, efectivamente, planeaba pasar de él. Con un poco más de estabilidad en mis extremidades inferiores suelto la barra que mantenía entre mis dedos blancos por la presión. Sus intentos absurdos por comenzar una conversación me hacen reír, a pesar de no haberlo querido, la insinuación en su voz era tan obvia que me provocaba arcadas, apenas vislumbró mi huida, prosiguió—. Escuche que Park te dejó.

Lo soltó con rapidez, tal como si fuera contra reloj, dando la información que ambos sabíamos que llamaría mi atención como un foco encendido en la oscuridad. Y a pesar de que el alcohol nubla mis sentidos, giro con brusquedad, sintiéndome repentinamente expuesta de manera vergonzosa. Empuño mis manos, clavándome las uñas en la suave piel de mi palma, en un intento absurdo de mermar el enojo que empieza a emanar de cada poro de mi piel. 

TPD. Tocada por Dios | J.JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora