TPD | diecinueve

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Los ojos de mi hermano no dejan de observar minuciosamente cada parte de mi cuerpo, buscando cualquier cosa inusual para poder reaccionar. Parecía querer tener la explicación sin pronunciar alguna palabra, sin tener que incluir a los dos adultos sentados a nuestros lados. No era estúpido, por la rigidez en su postura y la manera en que su ceño se fruncía, intuía que algo había sucedido mientras no estaba. Mi padre se había encargado de mantenerlo lo suficientemente ocupado en el extranjero durante dos semanas para evitar que supiera sobre lo sucedido. Para darle tiempo a mi cuerpo de recuperarse lo suficiente para seguir fingiendo.

Cansado, limpia las comisuras de su boca con la servilleta de tela antes de dejarla aun lado de su plato casi lleno. Fijando su vista sobre mí, se aclara la garganta con la única intención de llamar la atención.

—¿Tienes problemas en la escuela?—inquiere, calmado. Sus palabras serenas y graves resuenan como un insulto por toda la habitación. Abro ligeramente más mis ojos, demasiado sorprendida como para manejar mi reacción. Era la primera vez que Shin Hyun Ki intentaba averiguar de manera indirecta lo erróneo en ambiente.

Echo un vistazo rápido al hombre sentado en la cabecera de la amplia mesa. Seguía comiendo con tranquilidad, tomando su tiempo para masticar y beber sorbos de agua. Pese al dolor en mi espalda, no permito que mi postura flanquee aún cuando eso significa no hacer amago de tomar algo del desayuno pedido por su madre.

—Nunca he tenido problemas—sonrío, el tono que empleo deja ver lo absurdo de sus palabras—, no entiendo a qué viene tu pregunta.

Las yemas de sus dedos empiezan un golpeteo continuo contra el duro material de la mesa. El sonido hace que por fin nuestro padre deje de lado su postura indiferente y se centre en él. Mirando con aquella dureza y fastidio que solía emplear cuando algo se salía de su control.

—Espero no estés insinuando que hago un mal trabajo educando a tu hermana.

Sin miedo, lo mira directamente a los ojos.

—Lo único que estoy insinuando es sobre la ausencia de Saebi en sus clases, padre—una pequeña sonrisa nada amable se dibuja en sus labios—. Al parecer se olvidaron que me diste la tutela de mi hermana con respecto a sus estudios. Así que necesito saber por qué carajos mi hermana faltó dos semanas a la escuela sin avisarle a nadie.

Mierda.

—Me sentía mal—dejo los cubiertos a un lado, de cualquier forma no planeaba comer. Mi estómago parece darme una advertencia bastante clara, darle cualquier alimento iba a resulta en una masa nada agradable fuera de mi boca.

—¿Por dos semanas?—suelta, incrédulo.

—Atrape un virus—resuelvo con simpleza. Encogiendo mis hombros, le resto importancia al asunto. Rezo para que deje de lado su curiosidad, pero al verlo me doy cuenta que no planea tomar mis respuestas como ciertas—. Si te preocupa que me atrase con las materias, los profesores me han dado trabajos y tareas para pasar sus materias.

Cuando su mandíbula se aprieta con fuerza es que me doy cuenta de lo furioso que se encuentra. Nadie en la mesa parecía querer incluirlo en las atrocidades que pasan dentro de mi cuarto, ni siquiera su madre que se negaba a mirarlo.

—De acuerdo—parándose, se encamina hacia la puerta—. Es hora de irnos, Saebi.

Sigo sus pasos lo más rápido que puedo. Lo último que quería era seguir en aquel lugar donde el aire era lo suficientemente denso como para asfixiarme. Apenas entro al carro, arranca sin importarle que la puerta siga medio abierta. Lo miro algo sorprendida. Desde que tengo uso de razón, mi hermano es demasiado serio y recto para formar una barrera invisible a quien sea que quiera acercarse. La formalidad de sus palabras, su perfecta postura y modales fueron el estándar que se me impusieron con brutalidad. El heredero insuperable. La persona que pese a compartir casi la misma sangre parecía una completamente ajena.

La primera vez que sucedió, corrí a su cuarto durante la noche, y, pese a las lágrimas que empapaban mi rostro y parte de mi camisa, me ordenó que fuera a dormir a mi propio cuarto, que dejara de ser una niña llorona. Hubo tantas veces donde las palabras se encontraban en la punta de mi lengua maltratada, pero continuaba alejándome con respuestas cortas, frías y crueles.

Crecí sola. Él tuvo a su madre y, de cierta manera, a su padre. Tenía una familia, yo no tenía nada. Shin Hyun Ki sabía quién era y cuál era su futuro. Yo solo sabía mi nombre que se sentía ajeno cuando salía de mi boca. Pese a todo, no lo podía culpar. Nunca lo haría.

—¿Dijiste la verdad?—cortando el silencio incómodo, maneja ahora con más tranquilidad. Dándome pequeños vistazos por el rabillo de su ojo, espera con paciencia por una verdad.

—No tendría porqué mentirte—podría decirle, pero la confianza es algo que carecía nuestra familiaridad.

Apretando el volante, niega.

—Esto me recuerda a cuando dejaste ballet a los diez años—el recuerdo explota como una bomba dentro del reducido espacio. El dolor de recordar la única libertad que tenía a esa edad me rompe de una forma monstruosa—. Eras preciosa, Saebi. No creo que puedas entenderlo, eras tan pequeña, pero al bailar tus ojos se iluminaban y no parabas de sonreír.

Trago con fuerza, mientras aprieto mi bolsa contra mi pecho. Me sentía pequeña y vulnerable.

—Nunca fueron a verme—suelto, recelosa. Que hable de ello como si alguna vez me hubiera visto me hace sentir peor de lo que imaginaba.

—Lo hice—revela. Pasmada, giro mi cabeza para observarlo. Una pequeña sonrisa llena de añoranza se queda en sus labios—. Me saltaba unas cuantas clases para poder verte. El ballet era lo tuyo, amabas bailar.

¿Debería sentirme contenta? Lo único que podía sentir con fuerza era una especie de ataque, un insulto. Odiaba cada palabra que salía de su boca, porque el único recuerdo que mantenía para mí estaba siendo ensuciado con un cariño falso.

—Solo era una actividad cualquiera.

Niega.

—Ambos sabemos que eso no es cierto.

Tan pronto se estaciona, me dispongo a salir. No obstante, su mano pesada y caliente se aferra a mi muñeca, impidiendo que de un paso más.

—¿Sabes qué fue lo más extraño?—obligando a nuestro ojos encontrase, algo en ellos me hizo sentir mal—. Que al igual que ahora, no hubo explicación para que dejarás de asistir a las clases que tanto disfrutabas.

Expuesta, así me sentía.

Alejo mi brazo, y, sin pensarlo dos veces, me encamino hacia dónde sé que se encuentra la única persona en la que puedo confiar. El lugar seguro, la zona de confort cuando toda se volvía demasiado. Con una emoción inexplicable y un cariño que se sentía real, Jungkook tira la paleta entre sus dedos, para cerrar el espacio que quedaba entre nuestros cuerpos. Tomando mi cuerpo con ambos brazos en un mimo fuerte y que aminora la tristeza, deja besos continuos en mi boca.

—Häschen—susurra contra mi cuello. Suelta mi cuerpo para poder llevar sus manos a mis mejillas—Dios, estás aquí.

Refugiando mis propias manos en los bolsillos de su chamarra, me permito embriagarme de su olor y calor corporal. Era absurdo sentirme aliviada de estar con alguien que apenas conocía. Era patético creerme amada por un hombre que conocía la parte fea de mí. Pero era aún más irracional sentirme en casa en brazos de alguien que no era mi novio, familia o amigo.

Amaba sus abrazos, sus mimos y su estúpido apodo que sentía más mío que mi propio nombre.

—Te extrañé—acaricio su pecho con la punta de mi nariz—, te juro que te extrañé cada segundo, Jeon Jungkook.

Obligando a mi rostro apartarse de su escondite, apoya su frente contra la mía, vuelve a dejar un beso sobre mi labio inferior, succiona un poco.

—Te quiero, häschen.

Mi corazón, mi pobre corazón dejó de latir por unos instantes para después hacerlo con brutalidad. Era la primera vez que alguien me quería, que alguien dirigía esas palabras para mí y no lo odiaba en absoluto.

••••
Cualquier error no duden en decirme.
Después de mil años, regresé. Ahora si, no dependan emocionalmente de esta novela, no me hago responsable de nada.

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⏰ Última actualización: May 06 ⏰

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