VII

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¿Acaso puede haber imagen más adorable que ver a Gabriel Gallicchio intentando hacer unos panqueques?

Sus mejillas tenían pequeños rastros de harina y su rostro estaba concentrado en las instrucciones de la parte de atrás de la caja para preparación.

Si queres yo puedo hacerlos, Ga. — dije sentado desde el sofá.

No, vos quédate ahí, quiero cocinar algo para vos. — dijiste todavía mirando las instrucciones.

Me miraste, sonreíste y volviste tus ojos a la caja, pero sin borrar la sonrisa de tus labios.

¿Qué es lo que te causa tanta gracia? — pregunté curioso.

Nada. —seguías sonriendo.

Sé que no vas a decírmelo, sos imposible, pero ¿Alguna vez mencione que tu sonrisa es lo más hermoso que mis ojos puede apreciar? Si pudiera pagar para nunca borrarla de tu rostro, daría todo lo que tengo, sin pensarlo. No hay nada en el mundo que me haga más feliz que estar a tu lado. Me gustaría poder apreciar esa sonrisa todas las mañanas, todos los días de mi existencia y ser yo el causante de éstas.

Sobre la mesa estaban mis manos, las entrelazaste con las tuyas, las acariciaste como si supieses lo que estaba pensando.

¿Cómo llegamos a esto Ga? — pregunté con la voz temblorosa.

No sé...— respondiste y dejaste a un lado lo que estabas haciendo. — pero me hace feliz estar con vos. —

Y como si fuesen palabras mágicas, tocaste mi corazón, otra vez, siempre ¿Por qué haces esto? ¿Por qué sos tan dulce? ¿Por qué te amo tanto?

(...)

La gira de Simona en vivo estaba por empezar. Iríamos a distintos lugares del país, estaba muy emocionado y todo se puso mejor cuando me enteré que Antonella, no iba a acompañarte.

Es una buena chica, no la odio, pero ¿Por qué tiene que tenerte? ¿Por qué simplemente no podes dejarla? Sé que no te gusta lastimar a las personas que queres, y vos lo haces, la queres, lo sé, es tu forma de ser, te encariñas con todo el mundo y a ella, la conoces hace años.

Y de ahí el miedo que tengo, temo que prefieras sus besos, antes que los míos, su compañía, sus ojos, sus caricias, su amor y sobre todo temo perderte. Después de todo, ella estuvo antes, te conviene más, es linda, te quiere y lo más importante de todo... es mujer. Puede darte cosas que yo no, me destroza la idea. Con ella todo es más fácil.

A la hora de escoger habitación en el hotel donde nos quedaríamos, no dudamos en que nos acomodaran juntos. Te tendría día y noche para mí. ¿Qué más podía pedir? Estaba feliz.

Entramos a nuestra habitación, era bastante grande, contaba con dos camas gigantes. No dudaste un segundo, y corriste a elegir la cama que estaba más cerca del ventanal, con fabulosa vista al exterior. Te tiraste encima, adueñándote de ésta, como un niño pequeño.

Iba a empezar una discusión con vos, ya que ni siquiera me diste oportunidad a escoger...

— Ésta es nuestra cama. —

Nuestra. Sonreí por tus palabras. No sabes cuantas imágenes me pasaron por la cabeza de todo lo que podíamos hacer en aquella cama, y sentí como un leve escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Vení conmigo. — ordenaste ya sentado al borde del colchón, estirando tu mano derecha.

Obedecí, la tomé y me acerque tanto a vos, que mis rodillas chocaron con las tuyas. Me mirabas desde abajo y en tus ojos, vi que estabas tan feliz como yo. Te pusiste de pie, para intentar estar a mi misma altura, tuviste que hacer puntitas de pie, estábamos tan cerca. Pasaste tu lengua por tus hermosos labios, de manera pecaminosa, como si frente a vos, estuviera el mejor plato de comida del mundo, y lo estuvieras saboreando. Mordí mi labio inferior. No sabes todo lo que me provocas. Sin hacerme esperar, sentí el dulce sabor de tus labios, sobre los míos, dese sabor del que soy tan adicto. Enredaste tus manos en mi pelo, y yo me aferré a tu cintura, juntando todavía más, si es que era posible, nuestros cuerpos.

La puerta se abrió. Ambos nos separamos con tanta brusquedad, que pude sentir como arrancaste sin querer, uno de mis cabellos. Era Andy.

Eh... yo solo quería ver... la vista que les había tocado. — dijo, y entró dudando un poco.

No sé por qué sentí que el ya sospechaba algo, pero todavía no decía, ni preguntaba nada.

Rasqué mi cabeza, un tanto nervioso, te miré y estabas de lo más tranquilo, contando mis cabellos recién arrancados en tu mano. Andy apenas si miró por el ventanal, y antes de marcharse nos miró un poco a ambos.

Continúen con lo suyo. — pude ver como sonrió y cerró la puerta a sus espaldas.

Me quedé atónito ante sus palabras. Obviamente nos había visto. Te miré esperando que dijeras algo. Caminaste en dirección a la puerta y pusiste seguro.

Hagamos caso. — susurraste.

Sonreí y te volviste a adueñar de mi boca

Disimula || Quallicchio (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora