"Disimula... cuida de no hacer una locura..."
Después del concierto, fuimos a un bar, la felicidad era casi palpable en el ambiente, todos se encontraban muy satisfechos con el show.
Estábamos sentados en la mesa, en la zona privada del lugar, bebiendo y hablando, y vos a mi lado. Después de un largo rato de charla, risas y bromas sin sentido, pude sentir que apoyaste tu mano sobre mi rodilla, claro que nadie lo notaba, todo ocurría debajo de la mesa. Casi escupo lo que estaba bebiendo, cuando tu manos empezó a hacer un recorrido hacia mi entrepierna, el calor comenzó a subir por mi cuerpo, sabía que me estabas mirando, podía sentir tu mirada sobre mi. Disfrutabas ver como mi cuerpo reacciona ante tu toque, te encanta torturarme de esta manera, y a mi me encanta este nuevo Gabriel juguetón.
Ya no sabía que hacer para disimular lo que me estabas provocando, y encima tenía que fingir que estaba poniendo atención a la anécdota que contaba Agustín, digo, Gastón.
Tu mano se detuvo cuando tu celular sonó, nadie se percató de eso, solo yo. Miraste la pantalla, para ver el número de quien te llamaba, y luego me miraste a mi.
Es ella, otra vez, es ella.
Hay cosas que simplemente, no se pueden disimular sé que mi rostro cambió de un instante a otra, me sentí incómodo, quería salir corriendo, no quería volver a escuchar como conversabas con ella, no quería escuchar como la llamabas con cariño, ni como salía de tus labios la palabra "amor" a no ser que fuera dirigida a mi.
Como dije antes, hay cosas que no se pueden disimular, como esa punzada de felicidad que sentí cuando vi que apagaste tu celular y lo volviste a meter al bolsillo de tu jean. No le contestaste, no atendiste su llamada, ni siquiera te importó si era urgente o no, la ignoraste.
Sentí una necesidad inexplicable de tirarme encima de ti y besarte en ese momento, en frente de todos, sin importar más, quería tocarte, quería sentir tu piel, quería sentirte mío, lo necesitaba más que nunca.
— Ya vuelvo, voy al baño. — hablé para todos.
Me paré del asiento, apoyando ahora mi mano en tu rodilla, para subirla lentamente, hasta rozar tu miembro, quería que captaras el mensaje y que me siguieras.
De camino al baño, mi cuerpo se empezó a preparar para lo que se avecinaba, mi corazón latía de prisa y la excitación se apoderó de todo mi ser. Ya dentro de éste, me dispuse a lavar mis manos, debía hacer tiempo, ni siquiera tenía ganas de ir baño. Simplemente quería matar el tiempo y esperar a que entraras por esa puerta.
Ya era la tercera vez que las lavaba, cuando la puerta se abrió, y apareciste. Me diste una sonrisa de lado y atrapaste mi cuerpo entre tus manos. Estabas tan deseoso como yo. Sonreíste por eso y yo lo hice también. Devoraste mis labios con locura.
— Me volves loco Renato. — murmuraste en medio de nuestro beso.
— Vos a mi, Gallicchio. — respondí, pasando mi lengua por tus labios.
Tus cejas se levantaron con asombro, antes mi acción y una bella melodía en forma de risa se escapó de tus labios, mirándome divertido. Esto es una de las miles cosas que provocas en mi. Locura, deseo, pasión, lujuria, desenfreno, vehemencia, pero sobre todas las cosas: amor.
Volviste a mi boca, pero ésta vez más salvajemente que antes, si es que eso era posible. Ésta vez nos besamos por más tiempo, tomé tu rostro entre mis manos, y las tuyas recorrían mi cuerpo con desesperación. Empezaste a levantar mi remera, para meter tus manos bajo la tela de ésta, sintiendo mi piel. Tu toque me enloquece, todo en vos me enloquece. De un segundo a otro, tomé el control de la situación, giré nuestros cuerpos y vos quedaste, recargado en el lavamanos, sin romper nuestro beso. Una parte de tu culo, quedó arriba de la barra, y tus piernas se aferraron a mis caderas, y te sostuve con mis manos, haciendo que nuestros miembros rocen, causando unos gemidos incontrolables en nosotros. Ya no había más distancia entre nuestros cuerpos, pude sentir tu erección, dura sobre la mía. Tus manos fueron a mi cabello, estirándolo con fuerza.
La puerta se abrió y nos separamos de golpe, a una velocidad digna de admirarse. Un hombre de unos cincuenta años, nos miraba curioso.
Tu respiración agitada resonaba en toda la habitación, al igual que la mía, y no precisamente por el susto que nos pegamos, porque obviamente nos había visto, si no, no nos miraría de esa forma en la que lo hace. Ambos luchamos por poder recuperar el aliento y controlar nuestra respiración, debido al desgarre de pasión que acabábamos de tener. Me diste una mirada cómplice a través del gran espejo. Acomodaste rápido tu ropa, y pasaste a mi lado, no sin antes susurrar de la forma más seductora en mi oído. "Vamos al hotel."
El sonido de tu voz, me hizo estremecer y pude sentir como los vellos de mi cuerpo se erizaron.
Nos excusamos con los chicos, diciendo que estábamos muy cansados. Pude ver con Andy te sonrió fugazmente, y vos le devolviste la sonrisa. ¿Qué pasa entre ustedes? Traté de no darle importancia y nos fuimos de lugar, juntos.
De regreso al hotel, vos ibas manejando el auto que nos daban en el lugar y yo iba en el asiento del copiloto. Siempre tuve una fascinación por ver a través de una ventana en un vehículo en marcha. Desde pequeño me gusta observar los autos pasar, personas caminar y paisajes que muchas veces no somos capaces de apreciar. Pero esa vez el paisaje estaba dentro del auto, esta vez no tenía que mirar hacia la ventana, si te tenía a vos acá adentro. Todo el camino no te quité la mirada de encima. Tu perfil es hermoso ¿Te lo dijeron alguna vez? Tenes una nariz perfecta y unos ojos fenomenales que de vez en cuando una luz, tenía la dicha de iluminar, haciéndolos ver aún más preciosos. Tu mirada concentrada en la autopista y tus manos masculinas tomando el volante. Toda tu anatomía es perfecta, todo tu ser es perfecto.
Me sorprendiste mirándote, y me regalaste la sonrisa más adorable que mis ojos hayan visto. Despegaste una mano del volante, para acariciar mi mejilla, pasándola por mi mentón, para después dejar una palmadita suave en mi pómulo.
Aunque estábamos en completo silencio, en la atmosfera que nos rodeaba, se podía sentir la tensión de nuestros cuerpos. Yo... necesitaba estar encima tuyo.
— Si me seguís mirando de esa manera, yo... — dijiste sin mirarme, con tus ojos fijos en el camino y apretaste tus manos al volante, conteniéndote de lo mismo, que yo me estaba conteniendo.
Sonreí satisfecho y cerré los ojos esperando ansioso llegar a nuestro destino.
...déjate llevar.
Ni siquiera habíamos llegado a nuestra habitación, pero tus labios estaban abrazando deliciosamente los míos, mientras ascendíamos a nuestro piso, que era de los más altos. Tus besos bajaron a mi cuello, mordiendo mi piel lenta y suavemente. Por uno de los espejos de aquel ascensor vi tu espalda perfecta y varonil, adueñándose por completo de mi.
Las puertas se abrieron y nos separamos por inercia. Todo el piso era ocupado por nosotros, y los demás chicos estaban en el bar, así que no había peligro de ser descubiertos. Éramos libres en aquel momento. Reímos como idiotas y tomaste mi rostro entre tus manos, sin dejar de besarme.
Salimos del ascensor besándonos, como desesperados. Llegamos a la puerta de nuestra habitación y con dificultad metiste la llave, abriste y entramos, pero no veíamos por donde estábamos caminando. Golpeamos nuestros cuerpos con las paredes, rozando nuestra piel con cada rincón que se nos interpusiera.
Encontramos la cama y caí sobre ella, y vos sobre mí. Gabriel, me miraste de esa manera que me hacer perder la cordura. Te veías perfecto con tus rulos hermosamente despeinas, y tu respiración tan agitada como la mía.
Con mis manos agarré tu nuca, atrayéndote hacia mí y te besé. Mi lengua entro en tu boca, golpeando la tuya, sintiendo ese dulce sabor que desprendías.
Un sonido seco hizo que no detuviéramos, volvimos nuestras miradas por donde provino dicho ruido y vi su silueta a los pies de la puerta que olvidamos asegurar.
Nos miraba perpleja.
— Mierda. — dijiste derrotado, escondiendo la mirada en mi pecho.
Ella se giró, saliendo de la habitación sin decir palabra alguna. Y cuando menos lo pensé, vos habías corrido tras ella. Me dejaste ahí, sobre la cama, solo, otra vez, llevándote con vos mi corazón hecho pedazos.
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Disimula || Quallicchio (adaptación)
Storie d'amore"Disimula, que la gente nos mira, un pequeño descuido y todo se acabó"