"Disimula y no busques mis ojos, que una simple mirada nos puede traicionar."
Nunca me había sentido tan bien de estar acostado en mi cama, normalmente éste es mi refugio, el lugar donde puedo explotar, el lugar que me ve destrozado, donde me duele la cabeza de tanto pensar en vos, donde tenes la costumbre de aparecerte en mis sueños y después simplemente desaparecer. Pero hoy, hoy te tengo acá, conmigo.
— ¿Te acordas cuando nos conocimos? — preguntaste después de un rato, estabas mirando el techo, no contesté, pero vos seguiste. — estabas hermoso. —
Cerré los ojos y sonreí ¿Acaso podes ser más perfecto?
(...)
Un beso, dos, tres, cuatro, cinco, seis... dejabas pequeños besitos en cada centímetro de mi cara. Sonreí con los ojos cerrados y pude sentir como vos sonreías también.
— Despertate bello durmiente. — dijiste tiernamente y acariciaste mi nariz con la tuya.
Sentí cosquillas, y abrí los ojos, viendo la imagen más perfecta. Estabas sobre mí, mirándome de la forma más maravillosa con cada brazo apoyado a cada lado de mi cabeza.
— Hola. — me saludaste inocente.
No pude soportarlo, te agarré de la nuca y te acerqué a mi cuerpo. Tus brazos se debilitaron y caíste, dejando todo tu peso sobre mí, aprovechaste y escondiste tu cabeza en mi cuello, aspirando mi olor, y dejando suaves besos, llenos de tu saliva, provocando que unos cosquilleos se situaran en mi vientre. Me matas. Acaricié tus suaves rizos con una mano, y con la otra, la suave piel de tu espalda desnuda, cubierta de diminutos y perfectos lunares.
Suspiré, podría pasarme toda la vida haciendo esto, podría contar aquellos lunares una y otra vez, porque nunca me cansaré de deleitarme con ellos. Si muriera en éste momento, moriría feliz en tus brazos.
Me sacaste de mis pensamientos, cuando sentí un leve, pero placentera dolor en mi cuello.
— ¡Ay! — exclamé.
Me habías mordido despacio y después succionaste una pequeña parte de aquella zona tan sensible. Eras consiente de las marcas consecuentes a ese acto, pero seguiste haciéndolo, y yo comencé a reír.
— Mío, mío, solo mío. — dijiste en tu tono demasiado infantil, pero completamente adorable.
Reí como un idiota. Tuyo... solo tuyo, siempre fui tuyo.
Te levantaste pesadamente de la cama y comenzaste a buscar tu remera por toda la habitación. Miré el reloj, marcaba las 1:05 am. Encontraste lo que buscabas y te la pusiste. Me miraste.
— Tengo que irme. —
— Quedate. — susurré apenas.
— Me tengo que duchar Tato, tenemos una entrevista en horas. — dijiste.
Cierto, mañana, bueno hoy, es día de entrevista.
— Bañate acá. — dije y sentí como la sangre se acumuló rápidamente en mis mejillas.
Sonreíste con aquella sonrisa tan resplandeciente que vuelve loco a mi corazón.
— En otro momento. — contestaste. Depositando un tierno beso en mis labios. — Te veo en unas horas. — guiñaste un ojo, provocadoramente y desapareciste a través de aquella ventana.
(...)
Me volví a quedar dormido, se me hacía tarde para la entrevista. Tenía unas diez llamadas perdidas del elenco preguntándome donde estaba y por qué no había llegado. Me duché y vestí a una velocidad extraordinaria y cuando estuve a punto de salir, lo vi, aquella prenda tirada en el piso de mi habitación.
Sonreí traviesamente y salí en dirección al lugar de grabación.
Llegué y no era tan tarde como creía, apenas estaban preparando todo. Te busqué con la mirada y cuando te encontré me estabas mirando fijamente, sonriendo cómplice cuando viste que llevaba puesto tu suéter, aquel que olvidaste en mi casa, cuando nos besábamos salvajemente, con el cierre hasta arriba, cubriendo cierta "evidencia".
Te sentaste al lado mío, tu pierna rozaba levemente con la mía. Sabes lo que eso me provoca.
La entrevista iba bien, vos contestabas la mayoría de las preguntas y yo no podía hacer otra cosa que observarte con admiración, tenías una facilidad para hablar, y expresarte. Claro tenía que asentir de vez en cuando, como si estuviera poniendo atención a lo que estabas diciendo, pero yo no podía concentrarme en otra cosa que no fueran tus labios, y el movimiento de estos.
— ¿Qué nos pueden contar sobre blasnior? ¿Es difícil hacer de pareja? — preguntó la entrevistadora, dirigiéndose a nosotros dos, la pregunta captó mi atención.
— Es un gran desafío. — respondiste.
— Pero es como si no les costara nada. — escuché decir a Gastón.
Te miré y me miraste, no podíamos dejar de hacerlo. Disimula.
— Se te ve muy enamorado Gabriel. — dijo la mujer.
Mis ojos se abrieron como platos, al igual que los tuyos, te vi tragando saliva.
— ¿Cómo va la relación con tu novia? — continuó.
— Bien. — dijiste simplemente.
— Yo creo que va más que bien, vemos que te acompaña a todos lados. — dijo y volvimos la atención a donde ella estaba mirando.
Ella estaba ahí, observando la entrevista fuera de cámara. Sentí una presión en el pecho, bajé la mirada, para ocultar mi evidente tristeza y vi como cerrabas tu manos, que estaba sobre tu pierna, en un puño, sabía que te estabas conteniendo para no tomar mi manos en aquel momento. Disimula.
La entrevista acabó y desapareciste con ella.
¿Por qué un día me llevas a la cima y el otro me tienes en el fondo del abismo?
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Disimula || Quallicchio (adaptación)
Romance"Disimula, que la gente nos mira, un pequeño descuido y todo se acabó"