El que era como su hermano mayor y su primo estaban con la vista fija en el televisor, sentados demasiado cerca y con el trasero plantado en el piso. No parpadeaban, en serio que no lo hacían, y movían los dedos sobre los controles a una velocidad endemoniada. Malditos viciados. Después de la reunión, Piscis se había negado a volver a su casa argumentando que no podía seguir escuchando los gritos de tortura que la diva del grupo dejaba salir; y, como era costumbre ante esos comentarios, nadie se atrevió a debatir algo al respecto. Entonces el pelirrojo que ahora presionaba botones a lo tonto le ofreció refugio temporal. Y, aunque cueste creerlo, el signo de fuego iba ganando.
Al lado de esos dos había un cuenco a medio vaciar de frituras color naranja y, como buenos frikis, los dos chicos tomaban puñados y se los metían en la boca para después soltar una maldición cuando el contrario le asestaba un golpe a su avatar, comentarios que se entenderían un poco de no ser porque tenían la boca llena. Piscis era en especial intenso, casi levantándose de su lugar cuando Aries lograba vencerlo. A él, a GranPiscis616, se estaba hartando de perder, pero no podía ganar: Jugar contra alguien que supiera jugar era difícil, pero ir en contra de alguien que sólo se dedicaba a presionar botones sin saber qué hacía era imposible. Si la otra persona sabe, tiene algún tipo de estrategia, pero si no tiene ni idea, no puedes predecir lo que hará a continuación, en parte porque ni él mismo sabe. ¡Pero esto era humillante hasta decir basta!
La casa apestaba a queso, frituras y a humano.
Leo enloquecería si encontraba la casa así, por lo que Sagitario rezaba que Escorpio lo retuviera por un poco más de tiempo. Vio a su primo casi aventar el mando de la consola y su casi hermano volteó a verlo con una sonrisa de autosuficiencia. No eran hermanos de sangre, pero el lazo que había entre ellos era tan estrecho que así parecía. Vaya, eran hermanos por elección. Si se podía elegir a los hermanos. Y, si no se podía, no les importaba, lo eran. Sagitario le levantó los pulgares de ambas manos y Piscis soltó un gruñido. Ambos signos de fuego se carcajearon.
— He tenido suficiente de las incoherencias de Aries, ¡Quiero jugar con mi primo!— Pidió el pez haciendo pucheros. Sagi accedió y cambió de lugares con Aries.
Ninguno de los dos podía entender cómo el chico de agua podía ser tan tierno en apariencia y tener una actitud tan retorcida. Él, de entre todos los signos, era el que hacía los comentarios más crueles en los momentos más delicados y todavía se reía de sus ocurrencias. Sagitario no tenía filtro, Acuario no le temía a la muerte, Escorpio estaba podrido y Capricornio era bastante sombrío; pero ninguno de ellos decía las cosas que el pez se atrevía a soltar. Y, aun así, era tierno como él sólo. Con sus ojos grandes y su pequeño cuerpo despertaba ese instinto de protección... Hasta que lo escuchabas.
Piscis le tendió el mando en cuanto se hubo sentado y lo primero que hizo Sagitario fue voltearlo: Si, él jugaba con el mando al revés desde que evolucionó a su Inkay a un Malamar. Entonces la vena de la frente de Piscis se marcó tanto que por un momento creyó que le iba a explotar y eso sí que no: ¿Cómo le explicarían a Leo la mancha en la alfombra? Capricornio los colgaría, no se podían permitir cambiar la alfombra: los de aire ya iban a cambiar el sillón. Tardó un poco en comprender que Piscis moriría si le explotaba la vena, entonces rio a carcajada limpia, ganándose una mirada de extrañeza de ambos signos.
— Es que no me lo creo...— Murmuró hastiado el de agua. No podía ser que la tontería aumentara a cada segundo en esa casa. ¿Cómo seguían vivos siquiera?
De fondo se escucharon un par de golpes dados con muy mala saña y un grito de guerra que bien podía haber salido del a garganta de un bárbaro antes de matar a cinco enemigos de un movimiento y entonces el sonido del microondas trabajando despejó las dudas. No era secreto que Aries odiaba con su alma esos aparatos desde que se le ocurrió meter sus preciadas uvas sólo para verlas explotar mientras giraban en el platillo. ¿Cómo seguían vivos? Le sorprendía que no hubieran metido la cabeza al microondas a estas alturas: Quizás era porque lo odiaba. Algo bueno había salido del incidente de las uvas.
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Desastre || Zodiaco
RomanceNo sólo era miedo a morir, era miedo a ser olvidado, era pánico por aceptarlo. Era un maldito grito de auxilio cubierto de pétalos...