El sol no tenía planeado darles tregua ese día. Cáncer corría de un lado a otro con una botella tamaño industrial de protector solar, poniéndole a todos los que encontrara desprevenidos hasta dejarlos blancos; al parecer, no tener a su pareja lo estaba afectando. Libra le sonrió cuando terminó con él, agradecido de que el chico de cabello teñido siempre pensara en todo. Aun así, el propio signo de la balanza ya había pasado por una experiencia parecida y está vez estaba preparado. Se puso un sobrero para protegerse la cabeza y así evitar morir por los agresivos rayos del sol como la vez pasada.
Al parecer, ser un ermitaño que no salía de su habitación tenía como consecuencia perder resistencia ante el sol. Siempre que intentaba pasar un rato agradable con sus amigos al descubierto terminaba con deshidratación, dolor de cabeza y unas ganas de morir inmensas.
Y, si a eso le sumaba la falta de oxígeno que experimentaba gracias a las plantas que crecían en su interior, la sola caminata lo había dejado sin energías para el resto del día. Cada uno cargaba su equipo de pesca, pues de alguna manera debían conseguir la comida de ese día. Le agradecía a Capricornio que no lo hubiera seleccionado para juntar leños o para llevar el agua. Le había tocado la tarea más aburrida, pues sólo requería de lanzar un hilo y esperar, pero era lo único que podía hacer.
— Te ves cansado— El castaño salió de la nada, con su voz llena de ánimo y una sonrisa de oreja a oreja— Si quieres, te puedo ayudar a cargar con eso— Se ofreció. Libra negó con la cabeza, fingiendo una sonrisa y el pececito tomó su mano. Un guiño fue lo que inició su sonrojo.
— No pude dormir bien— No era del todo mentira. Aunque no era la verdad completa— Soy un ratón de biblioteca, no estoy para aventuras en medio del bosque.
— ¿El niño extraña su cama y sus libros?— Dijo burlándose. Libra fingió estar ofendido, Piscis soltó una breve carcajada que fue asesinada por una mirada fría de Capricornio— Nos atrevimos a mostrar alegría cerca del amo y señor de la oscuridad— Le murmuró después de un rato. El de ojos morados los volvió a fulminar con la mirada, Piscis sólo sonrió. Libra apretó más su mano— ¿Has hablado con el chico nuevo?
— Pensé que yo era el chico nuevo— Objetó indignado. El contrario se encogió de hombros— No.
El chico nuevo, Cetus, había llegado la tarde anterior siguiendo a Ofiuco como si fuera un perro entrenado, y era el centro de todas las conversaciones. Eran un grupo muy cerrado, así que cualquier extraño causaría revuelo. Libra no se había permitido acercarse al recién llegado porque siempre estaba cerca de Ofiuco o rodeado del resto del grupo. Ahora, por ejemplo, andaba al lado de Leo mientras ambos se quejaban de la tarea que les asignó Capricornio. Si el rubio por su cuenta era una máquina de quejas, con el pelinegro de lentes evolucionaba a algo superior, algo desconocido por la raza humana y que jamás podría ser explicado con palabras.
— Tú siempre serás el chico nuevo para mí— Murmuró bajito el pez— ¿Sirve?
Libra sonrió amplio, sintió el agarre en su mano afianzarse, lo cual lo hizo sentir contenido, y siguieron el resto del camino en silencio. Había un sendero seminatural por el que pasaban hasta llegar al lago, una extensión de agua sorprendente, capaz de dejar sin aire hasta a la persona con más hojas en sus pulmones. El espejo de agua se extendía frente a ellos, grande, imponente, imperturbable. A esa hora del día era una gran mancha azul claro que se iba oscureciendo a medida que ganaba profundidad. En sus orillas se podían ver varias especies de aves que Libra desconocía por completo, pero eso no le impedía apreciarlas. De seguro aquel lago estaría a rebosar de peces y otros animales acuáticos. Y, si no fuera por la innatural cantidad de mosquitos que había, sería un paisaje perfecto.
Cáncer lanzó su mochila al piso, un bulto más grande y pesado que el propio cangrejo, y comenzó a rebuscar entre sus cosas. A Libra le recordó la «mochila del fin del mundo» que Acuario cargaba a todas partes cuando se conocieron, un bolso lleno a reventar con todo lo humanamente necesario para sobrevivir en un apocalipsis sin siquiera esforzarse en buscar provisiones por varios meses. Cuando dio con el repelente de insectos, procedió a rociar a todos sus amigos.
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Desastre || Zodiaco
RomanceNo sólo era miedo a morir, era miedo a ser olvidado, era pánico por aceptarlo. Era un maldito grito de auxilio cubierto de pétalos...