Se detuvo en seco, su brazo fue halado un par de veces antes de que su pareja comprendiera lo que pasaba. Las pisadas del resto de sus amigos se fueron haciendo cada vez más lejanas, hasta perderse. Los dos signos rezagados se vieron rodeados de ruidos típicos del ambiente en el que estaban; aunque para ellos resultaban extraños al ser niños de ciudad. Los pasos dubitativos del más pequeño se acercaron con cautela hacia donde él estaba parado, sin soltar el agarre de su mano, hasta que quedaron a centímetros. El castaño oscuro clavó sus ojos en los de color cian del contrario, sonriéndole. Entrelazaron los dedos.
— No debimos hacer esto— Murmuró el otro, bajito, como si tuviera miedo de que las ardillas escucharan sus secretos— Capricornio nos va a matar cuando volvamos.
— Entonces no nos queda otra opción que fugarnos juntos— Declaró, arrancándole una risita al otro. Su pareja no tardó en negar con la cabeza, sin dejar de sonreír, claro está— Podemos buscar una linda cueva y vivir a base de bayas silvestres. ¿Sí?— Al toro no se le podía ocurrir un mejor plan de vida que ese: Tendría al cangrejito para él solo, no se vería obligado a compartir de la comida de su amado con ninguno de sus incómodos amigos jamás. Sí, los echaría de menos, pero nada que un buen pastel de moras no solucionara.
— ¿Irías todas las mañanas a buscar comida?— Bueno, los fallos se empezaban a dejar ver. No le agradaba del todo la idea de caminar por el bosque para poder comer. ¡Pero si el cangrejo lo conocía bastante bien! Frunció el ceño, haciendo un puchero; el causante de su molestia pasajera le apretó uno de sus mofletes— Virgo ha de estar a medio colapso nervioso... Lo siento por los que se quedaron.
Esa mañana habían llegado al lugar favorito de Capricornio en ese bosque, el mismo lugar donde varias veces se habían refugiado antes y ahora no era la excepción. Era como salir del mundo mientras las cosas se calmaban; mientras el robo, el fraude y la desaparición de aquel autobús se esfumaba de los recuerdos del resto de personas. Volverían, siempre lo hacían, pero esta vez tardarían un poco más, lo sabían. Habían metido la pata hasta el fondo, estaban hasta el cuello en la mierda que ellos mismos causaron. Pero eso no le quitaba lo molesto a montar el campamento, más con un Virgo gritando órdenes sin sentido cada dos segundos y un Capricornio haciéndolo enojar sólo porque podía hacerlo.
— ¿Escuchas eso?— Susurró el de cabello teñido después de halar de su mano. Tauro prestó atención, su pareja tenía razón. Intercambiaron miradas preocupadas, con miedo, para después buscar con la vista una escapatoria. Se dejaron caer bocabajo en el piso, sin pensar en el sermón que Virgo les daría cuando volvieran. Primero estaba la supervivencia.
Cáncer estaba en lo correcto al preocuparse; los ruidos del bosque se habían silenciado de un momento a otro; nada se escuchaba. Eso sólo podía significar una cosa: Acuario. El cangrejito estaba aterrado cuando escucharon el primer paso. Y, como si eso fuera todo lo que el mundo necesitaba para despertar, los ruidos volvieron, uno después de otro, como una estampida auditiva. Todos los pájaros comenzaron a cantar al mismo tiempo, frenéticos, mientras un par de ardillas correteaban por las ramas de los árboles; pero eso no era el motivo de su preocupación, claro que no, sino los múltiples pasos que los hacían recordar estar en el metro por la tarde. Parecía que en ese bosque había todo un ejército, aun cuando sabían que sólo eran los idiotas de sus amigos tendiéndoles una emboscada. Cáncer cerró con fuerza los ojos mientras usaba sus manos para protegerse la cabeza. Tauro, en un intento de proteger a su pequeño signo de agua, se levantó de golpe, tomando la mano del contrario y halándolo hasta ocultarse detrás de un arbusto. El cangrejito rio quedo ante el ademán protector del toro cuando este lo cubrió con su cuerpo, aferrando sus manos a la tela de la camisa del más alto. Tauro era un exagerado de primera. ¿Qué daño podrían hacer un grupo de idiotas que no saben atarse bien las agujetas?
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Desastre || Zodiaco
RomanceNo sólo era miedo a morir, era miedo a ser olvidado, era pánico por aceptarlo. Era un maldito grito de auxilio cubierto de pétalos...