La luz del sol traspasaba las persianas de la ventana e iluminaba gran parte de la habitación. El sonido del viento golpear con sincronización los vidrios era de los pocos sonidos que lo acompañaba recién despertado.Hacía un par de días que había notado algunas ramificaciones extrañas en sus brazos, rojizas. Siempre abarcaban su parte posterior y le fue difícil ver con claridad qué era, además de que le dio muy poca importancia. Hoy estaba recargado como podía en la cama, frente al espejo, observando todo su torso, hombros, brazos, parte de su pelvis... La mayoría cubiertos de hematomas y manchas violaceas.
Pasó sus dedos temblorosos por encima de aquellas heridas internas que se dejaban ver en el espejo. Y mordió su labio reprimiendo cada emoción débil que quisiera salir. Debía controlarse. Se sentía bien, en verdad se sentía bien. Había pasado las últimas dos noches recordando a Derek, había permanecido en descanso, él estaba bien... Estoy bien.
Por supuesto que no lo estaba. Había vomitado las últimas horas, comenzaba a sentir hormigueos en las puntas de sus dedos, su vista le fallaba, el espejo le gritaba que poco a poco perdía color. Él no estaba bien.
Un par de toques en la puerta.—Stiles.
Su piel sintió quemar cuando con rapidez pasó el suéter por encima de su cabeza y lo acomodó en su cuerpo con rapidez. Sintió que su cabeza daba vueltas por unos segundos.
—Estoy despierto.—respondió mientras se acomodaba mejor sobre la cama.
Peter abrió la puerta y entró dando una mirada rápida a la habitación buscando alguna señal anormal. Una costumbre de supervivencia que había adquirido con el tiempo. Vió de arriba abajo a Stiles y resopló.
—Iré a la ciudad por algo de comida y demás suministros. El hecho de que vengan tan seguido todas las bolas de pelo no viene bien. ¿Vienes?—no le gustaba llevar gente con él, pero aquella piel pálida parecía requerir algo de sol además del que entraba por las ventanas.
El de lunares sonrió.—Oh, definitivamente voy. Empezaba a odiar ver las mismas paredes.
Peter sonrió con sorna.—Cuando seas fugitivo y no puedas salir te acostumbrarás.—salió de la habitación cerrando la puerta.
Stiles apretó sus labios y le dió una mirada rápida al espejo; era el de siempre. No pasaba nada.
Tomando otro suéter de entre la ropa de Derek, se cambió al igual que usando otros pantalones propios. Desde que había llegado había insistido en cambiarse de ropa solo, y ahora, aunque sus extremidades le gritaban en dolor, iba a permanecer igual. Terminó de cambiarse con la ayuda de cualquier mueble que tuviera cerca y de la silla de ruedas que le habían conseguido y se dirigió fuera de la habitación encontrando a un Peter recargado en la pared del otro extremo.
Ambos desayunaron y se prepararon para salir. Stiles estaba verdaderamente emocionado por salir, por ver la ciudad una vez más. Quería distraer su mente, al igual que quería distraer la mirada analítica de Peter. No había mejor detective que Stiles, y parecía que su mente trabajaba a mil por hora con cierta jaqueca en su cabeza. Para desenfocar la atención de Peter comenzó a hacer comentarios sarcásticos y a molestarlo con que al fin podría salir después de tanto, y que debían ver lo positivo de todo.
Nadie después de pasar por un secuestro y una ruptura espiritual podría actuar positivamente, no como Stiles quería hacerlo. Peter no era estúpido, pero bastante tenía con Scott y sus planes con los cazadores. Pensar en aquella familia nueva en sus territorios le hacía gruñir de la molestia. Así que lo pasó por alto.
Durante el camino Stiles se mantuvo callado, apreciando con la ventana abajo cada árbol que dejaba caer sus hojas con tonalidades amarillas y cafés. Primero una, luego dos... Las vió caer una tras otra y las fue contando mientras caían.