02. Retener

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Había un ligero pitido que embriagaba sus cavilaciones, tanto que ni siquiera se dio cuenta cuando entraron a otra habitación, más cálida que las otras en las que habían estado. Había candelabros de color oro y jarrones de flores amarillas apestosas de olor dulzón, se le hizo agua la boca, hacia tanto que no comía un dulce, que imaginarse el cosquilleo en la lengua de su sabor le deshacía los ganglios. Eran un contraste los muebles y las paredes, las flores y la iluminación, como la luz en el color.

Una mujer con un traje ajustado de corte sastre en rosa pastel los miró sorprendida, totalmente alegre de verlos, su cabello rubio moviéndose graciosamente a cada movimiento. Otro sujeto, más alto que ella y más bajo que Barnes les sonrió, un poco más severo que el como lo hacía ella. El verde de su saco lo hacía resaltar en sí en aquella habitación.

- Oh, Laurie, mira. ¡Que emoción! - dio un ligero brinco sobre sus tacones de aguja, aquel hombre -del que ahora conocían su nombre- parecía fastidiado, como si ya no aguantará otra hora más con esa mujer -. Ellas es nuestro primer triunfo, tenerlos a ambos aquí es como se debe sentir el cielo.

Barnes le dirigió una mirada a Natasha, como si le intentará dar énfasis a la actitud entusiasta de la mujer de rosa, pero como cualquier acto coloquial, ella se limitó a fruncir el ceño.

- ¿Cómo han estado? - Pregunto aquel, ignorando olímpicamente a su compañera. Ambos, James y Natasha permanecieron en silencio. - Venga, digan algo...

- Bien - Fue lo que dijo Barnes.

- ¿Bien?

- Pues bien.

- Sí.

Ante la convicción de aquello, el hombre se acercó a Natasha. Haciendo a un lado el tirabuzón rizado que le picaba las mejillas, ella no mostró ni un sentimiento ante aquello, ni siquiera se sintió incómoda como en otras circunstancias se habría sentido. Estaba segura de que la incomodidad de aquello unos meses atras la habría orillado a apartar bruscamente la mano tosca de ese tipo, y a amenazarlo con su daga (que ya no tenia gracias a Dios porque solamente el cielo sabría lo que le hubiera hecho de ser así).

- ¿Y tú, preciosa?

- Bien.

- También bien. - Aseguró la rubia, con esa sonrisa estúpida que no había podido borrar en todo el maldito día.

Laurie chasqueo los dedos y pronto la rubia estaba de su lado, con una carpeta lila en las manos. Los bordes dorados llamaron la atención de ambos, James enarcó las cejas y Natasha no pudo apartar la mirada de la carpeta. Era el acta de matrimonio que los uniría por el poder del estado.

La mujer abrió la carpeta y les invitó a acercarse a la mesa tras ellos, para que se apoyarán y pudieran firmar. El bolígrafo de tinta azul marcó primero el nombre masculino del soldado, quien al no saber cómo firmar, solo puso su nombre con las iniciales de su apellido. Natasha hizo lo mismo, un Natasha A. R. se miró impecable con esa letra curvada ligeramente, tan ligera como solo podría ser ella.

- Espero que les hayan explicado a ambos el porqué ahora están prácticamente unidos por la ley. - Les decía el hombre de verde, tendiéndoles un par de argollas simples, que Natasha sabía, no eran de ningún material valioso. - No pienso salivar inútilmente.

- Supongo... que sí.

El anillo de James tenía la inscripción con el nombre de Natasha y el de ella, el nombre de James. Solo intercambiaron las argollas y cada quien se puso el suyo.

Mientras Laurie los miraba, pensaba en que si aquella indiferencia seguía en ellos, las cosas pintarian bien para todos. Se aclaró la garganta y miró a su compañera, quien les aplaudía en silencio.

Emotional Machine | BuckyNat AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora