03. Tan perfectas

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Antes de que cambiaran la estructura genética de Natasha, ella tenía una vida. No era la mejor, pero era por mucho más preferible que estar rodeada de personas desconocidas.

Había jugado un papel como espía dentro del Domo, haciendo a una ama de llaves y a la vez, ayudante de intendencia. Gracias a que se podía pasear con libertad por los edificios, su escuadrón había podido dar con uno de los cancilleres coloniales dentro de aquel lugar. Había interactuado pocas veces con el hombre, del que sabía su nombre como Henrik Egorovich, y como era también una de las pocas personas que lo conocían en el escuadrón, la capitán le había dado órdenes de asegurarse de que aquel hombre soltará todo lo que sabía sobre los planes perversos que tenía la monarquía desde dentro.

En un principio, Natasha se habría mostrado escéptica ante la humorística personalidad del sujeto. Más de una vez le había hecho reprimir una sonrisa cuando le contaba sobre sus torpes compañeros en la sala de control, donde todos los cancilleres y secretarios se reunían para hacer planes y estrategias, pero para su mala suerte, nunca decía cuales eran esas.

Como una de las tantas veces que entraba a la habitación donde lo tenían sentado en el suelo, amarrado por las muñecas a uno de los tubos de gas, con las ropas olgadas pero eso sí, bien alimentado y limpio, le llevaba una bandeja con todo lo necesario para darle de comer y afeitarlo después.

Recuerda eso, porque fue uno de los momentos más difíciles a los que alguna vez tuvo que enfrentarse. Lo recuerda mientras se ata el cabello, lista para hacer sus ejercicios rutinarios dentro del gimnasio, al lado de las ahora esposas de su programa.

La voz de Henrik le resuena en la cabeza, como la noche después de eso.

- Debo admitir que me agradaba más cuando era ama de llaves - le había dicho él, antes de que la pelirroja le diera una cucharada de la sopa de verduras que Barton había preparado para la comida aquella tarde -, una muy encantadora ama de llaves, Natalie.

- Mi nombre no es Natalie. - Ella respondió, limpiándole bruscamente la boca.

Henrik se había encogido de hombros, restándole importancia. Natasha conocía exactamente las facciones que Egorovich hacia, cuando estaba pensativo e inclusive, cuando le iba a decir algo tan altanero.

- Creí realmente que eran más inteligentes, tenerme aquí es una pérdida de tiempo...

- Yo no soy quien juzgará eso.

- No, la monarquía.

Para entonces, había transcurrido en silencio el que le diera las últimas cucharadas de sopa. Le había limpiado la boca y había proseguido a untarle de la espuma de rasurar que Clint utilizaba para sí mismo. El sujeto la miraba entretenido, pasando del lunar en su pómulo a sus ojos profundos y fuentes; Barton había aparecido por la puerta, sonriendo al verla de rodillas en el suelo, ignorando olímpicamente que tenia a Henrik enfrente y que éste Lo miraba curioso. Le había dicho que Carol había llegado y que la esperaban para charlar sobre lo que habrían en coordinación con el Comando Aullador.

Cuando cerró la puerta, Natasha borró la sonrisa al verse de nuevo sola con aquel hombre.

- ¿Piensa decírselo pronto?

Recuerda la mirada divertida y la sonrisa que formaban sus labios delgados rodeados de crema espumosa. La pelirroja pareció taciturna, tomando la navaja de la charola y un vaso con agua para limpiarla.

- No sé de qué hablas.

- No puede engañarme aún cuando me sacaron de mi propia casa. - le dijo él -. Barton, él le gusta y usted a él.

Ante el ceño fruncido de ella, Henrik prosiguió.

- Los americanos son una mierda, no puedo creer que cayera a sus pies. Eso realmente explica muchas cosas.

Emotional Machine | BuckyNat AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora