04. Matar por nuestro salvador

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En el invernadero, el interior era por mucho más caluroso que afuera. Las altas temperaturas hacían que los overoles se adhirieran a sus espaldas y piernas, que el cabello se le pegará en la frente y la tierra sólo empeoraba la situación. James creía que no había cosa peor que estar ahí encerrado cultivando vegetales y esperando a que la jornada terminase ya. Deseaba que si había más tareas como esas en su horario, que al menos durarán poco.

No fue consciente de la figura imponente que se acercaba a él hasta que estuvo a su lado, opacando su espacio con la tibia sombra de su cuerpo. Tenia el traje de un guardia y las sienes cubiertas por cabellos blancos, el mentón partido y cubierto de vello apenas naciente, una cicatriz le cruzaba toda la mejilla izquierda y casi no se notaban sus párpados, era lo suficientemente atemorizante como para llamar la atención si te pasaba al lado.

- Hey, Barnes - lo llamó y él levantó el rostro, achicando los ojos para enfocar su figura -. Por acá aún no han sacado una mierda.

James dirigió la mirada a donde aquel sujeto le indicaba, un lote de calabazas estaba vacío y donde él se encontraba había al menos otros tres tipos de rodillas -como él- sacando zanahorias y rábanos; pero había más lotes con muchos más hombres, por lo que frunció el ceño incrédulo de que a él le pudiesen tal cosa.

- Al lado del viñedo - el guardia gruñó -. Ahora.

- Ya te oí.

La frase de Barnes había sorprendido al guardia y al soldado que estaba a su lado, porque era de saberse que ningún hombre jamás había hecho tal cosa como responderle a un superior. La rodilla del guardia le daba al hombro, por lo que sin mucho esfuerzo, el hombre de porte serio le propinó un empujón tremendo que tuvo que aferrarse con la mano artificial en la tierra.

- Que no se te ocurra volver a hablarme en ése tono, imbécil - lo amenazó y James permaneció quieto -. Te quiero allá ahora.

El guardia se fue a largas zancadas como había aparecido a su lado y lo había dejado ahí. El soldado de su lado se le quedó mirando y ante esto, James se reincorporó. El hombre a su lado se limpió la nariz puntiaguda con el dorso de la mano y se apresuró a relajar su espalda erguida antes de hablar.

- Puedo hacerlo sólo - dijo refiriéndose a los rábanos que aún había por quitar -, puedes ir al lugar que dice.

James fijó la mirada en la canasta de rábanos que había cultivado, luego miró al castaño y volvió a ver su canasta. Que comprensivo sujeto. Asintió a su dirección y el hombre le sonrió despreocupado, restándole importancia.

- Soy Scott - Le dijo y luego señaló al otro hombre que los acompaba en aquel lote, un aparato plateado estaba del lado derecho de su cráneo y se extendía hasta llegar a su oído -, y él es Clint.

Luego de pensar si decirle o no su nombre, se decidió a decirlo de todas formas. Aquel soldado parecía ser noble y suponía que hablarle no supondría ningún riesgo.

- James.

Scott le sonrió cordialmente mientras James se ponía de pie, tomando un canasto vacío de los que les habían puesto en aquel lote.

- Llévate la canasta, las calabazas te las cuentan aparte y te dan más tiempo libre conforme más juntes - Scott le habla y él se gira, intercambiando miradas que van de Scott a su canasta casi vacía.

- No llevas mucho.

- De éste lado del lote no hay casi nada bueno, lo que sale esta podrido o es aún muy tierno y así no sirve.

James suponía que el sujeto no tenia algo especial que le hiciera volver a su apartamento, y si estaba casado, tal vez estaba en las mismas circunstancias que él -estar ligado con una completa desconocida que hasta cierto punto resultaba atemorizante-. Scott no tenia algo que lo distinguiera como un brazo o una placa en la cabeza, pero suponía también, que era importante; con el pie, James empujó la canasta lo más cerca de Scott posible y éste inmediatamente se opuso volviendo a empujarla.

Emotional Machine | BuckyNat AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora