01. Simple maquinaria

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Las persianas de la habitación dejaron pasar la luz gris que emanaba la ciudad, para cuando se dio cuenta de que ya había amanecido, apenas iba saliendo de la regadera.

Era incómodo no tener alguna cortina o no poder cambiarse en otro lugar que no fuera esa nítida habitación. Tenia vecinos a menos de tres metros de distancia ventana a ventana, lo que significaba que él podría verlos y ellos a él, desnudo; desde que estaba residiendo allí todo lo volvía loco, el color simple y el aroma a desinfectante, el vecino frente a él, la poca comida, su misma ropa... Todo era estresante, tan desconocido y lo suficientemente enloquecedor como para no querer salir del edificio.

Pero ese día, tenia que asistir a la Asamblea Invernal de la que formaba parte -puesto que vivía en un edificio donde todos eran soldados en transición a agentes y bueno, así se le llamaba a todos los que vivían en su área, Soldados del Invierno-, donde otros americanos con recuerdos confusos también estarían.

De la pared contigua a su cama salió un gancho metálico con la ropa que debía usar ese día, gris plomo como el mismo cielo. Llevaba un saco, unos pantalones y una camisa de cuello alto, nada a lo que estaba acostumbrado a usar, que era en sí un overol completo, como el de algún preso. Se peino el cabello corto con los dedos y se dispuso a cubrir lentamente el metal frío de su brazo con la manga doblada del saco; pensaba en lo horrible que era y en la asquerosa imagen que le brindaba el espejo cuando se desnudaba y miraba detenidamente la unión de su piel con la prótesis, los bordes eran voluptuosos y rojos, aquella sensación que el brazo le generaba cuando lo miraba siempre estaba ahí, desde que cobró de nueva cuenta la vida y se encontró con él.

Cuando había estado en Soporte Robogénetico, le había cuestionado a uno de los técnicos el porqué su brazo lucia así, tan gélido y rígido, porqué le costaba un poco manejarlo sin terminar tirando las cosas. El joven le mencionó que no lo sabía, solo que cuando lo recibieron estaba inconsciente y había indicios de gangrena en su brazo, al chico le habían dado la orden de probar el prototipo de un brazo robotico en él. Había sido un éxito la acoplación de sus genes a la extremidad artificial que decidieron dejarlo en observación por una semana, hasta que logró adaptarse a medias a la mano metálica.

Cuando había llegado al punto de encuentro, ya había varios hombres sentados en su respectivo lugar. Él hizo lo mismo hasta que poco a poco la sala se fue llenando de los otros soldados.

En otra sala no muy lejos del edificio, algunas personas estaban sentadas igualmente.

Natasha -como le habían sobrepuesto desde que había despertado-, se miraba inquieta. Vagaba las esmeraldas de sus cuencas de un lado a otro, mirando a hombres y mujeres entrar con la misma ropa que ella usaba. Era un vestuario diferente al que había estado llevando antes y después de regresar de su viaje astral, por no decir que estuvo suspendida en un coma, en el cual, estuvieron experimentando con su cuerpo y mente.

Anthony se le acercó. Aquel hombre era uno de los americanos que habían sido capturados en uno de los mítines a las afueras de la ciudad; le habían dado la oportunidad de reivindicarse ayudando a los soviéticos, lo que les vino bien pues era un maldito genio. Era -junto a otro científico- la cabeza del escuadrón de Soporte Robogénetico y el encargado de la primer Viuda mejorada. La culpa parecía estar siempre presente en los orbes del científico, pues cada que estaba cerca de ella, Natasha percibía la tristeza con la un la trataba y la pena cuando ella le hablaba, pero él siempre, de alguna forma u otra, la hacia sentir segura y le brindaba la confianza que necesitaba para seguir.

Emotional Machine | BuckyNat AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora