09. Cicatrices

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—¿Dónde habías estado?

Yelena se volvió para encarar a las dos mujeres que estaban esperándola desde hace casi hora y media. La bolsa de papel que traía entre sus manos se escucha crujir cuando la aprieta sobre su pecho; sabe que no les puede mentir, sin embargo, de nuevo tendrá que aguantarse todos los desplantes que le hagan.

—Salí a conseguir algo de comer, tranquila—le respondé a la pelinegra—, no sucedió nada.

—¿Viste lo que han estado haciendo?—esta vez Natalia es la que pregunta, acercándose un poco más hasta donde está Melina—, ¿Cómo te atreves a salir así?

—Nat, relájate. No sucedió nada, las cosas están más tranquilas.

—¿De quién era ese auto?

La rubia suspira abatida, empujando por el hombro a Melina para pasarse derecho y dejar la bolsa de papel sobre la pequeña mesa en dónde suelen comer las tres juntas. Los vegetales que traía la bolsa han salido desparramados por la mesa, así como el queso y todo lo comestible posible

—Alguien se ofreció a traerme—su voz es neutral mientras mete todo de nuevo a la bolsa—, dejen de actuar como paranoicas.

—Yelena, por favor, detén lo que sea que hayas estado haciendo para conseguir comida. Con lo que ganamos nos alcanza muy bien.

—No creo que comer mierda sea precisamente estar muy bien.

—Escucha-

—Deberían estar agradeciéndome—voltea bruscamente encarándolas, interrumpiendo a Nat—, yo estoy haciendo algo por esto, por mantenernos con vida... No deberían hacer suposiciones y cuestionar todo lo que hago, por Dios. Yo no soy Alex, no soy tan estúpida.

Ante esto, Nat baja la cabeza sin realmente atreverse a levantarla y hacerle frente a la rubia. El tema de Alex sigue siendo un tema delicado para ella, pues cree que todos saben lo que se siente perder a la única familia que tienes de un día para otro.

Melina nota lo cabizbaja que se ha puesto la pelirroja, por lo que palmea su hombro y da un paso hacia enfrente, en dónde está la rubia.

—No queremos que te hagan algo, ahora somos solo tres. Yo perdí a Ava, Nat perdió a su hermano y tú—Melina la señala con una mano antes de que la rubia la aparte de un manotazo—. Tú también perdiste algo, eso nos une y estamos juntas ahora, trabajaremos como equipo. No quiero que te acerques a esos sujetos, Belova, son agentes del estado y ya sabes cómo es el estado.

Natalia levanta la cabeza hacia Melina, la mirada de la pelinegra es penetrante y hasta llega a ser intimidante. Yelena enarca una ceja.

—Si tu cuerpo ya no le sirve al estado, lo deshechan. Como si fuera un objeto de intercambio ¿Escuchaste?

Yelena parece haber ignorado todo lo que la pelinegra le ha dicho, en su lugar frunce los labios mientras los dedos de sus manos juguetean entre sí. En cambio, Melina pone las manos en sus caderas y espera a que la rubia le dé la cara, pero no parece ceder.

—Yelena.

—Ya te oí.

Pero todo eso ha sido una mierda porque no importó cuántas veces ambas le hicieron prometer que no andaría metida con la gente equivocada. Una total mierda. Yelena estaba muerta y eso era todo lo que sabía, era todo lo que a Natasha le importaba.

Inclusive si se concentra lo suficiente, puede ver los ojos sin vida de la mujer a la que alguna vez llamó hermana mientras Melina la sostenía entre sus brazos de pie a la puerta, sus rostros incapaces de compartir una emoción mientras dentro de sus cuerpos repriman el dolor y la impotencia. Yelena había sido una estúpida; al pensar en ello, una punzada intensa llegó a su nuca, algo que hizo que sus dientes castañearan de dolor.

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⏰ Última actualización: Dec 18, 2020 ⏰

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