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El sueño de Tane

Un león. Dientes grandes, brillantes y filosos, con una encía negra, sangrante. Aliento putrefacto. Las fauces más terribles que había visto en su vida. Se abrían y vibraban, como rugiendo, pero sin emitir sonido alguno.

Ojos. Ojos amarillos y naranjas al mismo tiempo, una danza de colores cálidos como el fuego mismo, a veces predominando uno sobre el otro, y otro sobre el uno. Los ojos más terribles que había visto en su vida. Parecían penetrar en tu alma y doblegar tu corazón; como si pudiera saber cada pensamiento, cada recuerdo. No podías esconderte de esa mirada.

Ramas secas de un olmo muerto acariciando el cielo distante, como intentando alcanzar las estrellas inexistentes de un cielo profundo.

Sangre, humeante y burbujeante. El color escarlata se tornó negro de manera gradual. El olor de esta le pintó las paredes de la boca con el sabor metálico que la caracteriza. La sangre recorría la corteza del olmo, discurriendo desde sus ramales hasta las raíces.

Labios negros y una sonrisa filosa. Vio a alguien carcajearse sin oír su voz. No distinguía otra característica del rostro más que su sonrisa, todo lo demás (nariz, ojos, pestañas, etc.) era nuboso, como barrido por una brocha en el lienzo.

Las imágenes se apelotonaban en su mente sin orden y sentido aparente, aunque de cierta manera creía entender todo.

Vio un árbol con un montón de aves en sus ramas. Luego cayó un rayo negro partiéndolo y asesinando a los pequeños animales emplumados. Vio entre la luz de la lejanía una figura que de alguna manera se materializó en la oscuridad absorbente. Devoraba la luz y extinguía el calor. Sí, podía ver a través de las sombras y no sabía cómo, pero pudo ver a la figura. Vio y sintió la presencia, era cálida y fría a la vez.

Astas caminando de un lugar a otro sin ver a la criatura que las portaba, o quizás estaban levitando, no lo sabía con certeza, pero chorreaban un líquido azul del lugar donde debían conectar con el cráneo, luego una a una fueron cayeron al piso indefinido.

El cielo comenzó a iluminarse de amarillo y naranja, era un día cálido de pronto. No sabía de dónde venía la luz. No había sol. El colorido brillo sólo provenía de todas partes al mismo tiempo.

Se vio de pie frente a un bosque, y una voz lo llamaba por su nombre, era femenina y dulce. Se sintió reconfortado y quiso entrar, pero sintió algo detrás de él, así que se viró para saber qué era.

De pronto se encontró a sí mismo sobre un lago, no sabía si el líquido era escarlata o sólo proyectaba el color del cielo combinado con las sombras. «Duele» oyó decir a una voz suplicante tras él, pero cuando volteó no había nadie. No sentía miedo sino inquietud. Las manos se le humedecieron, las miró sin mirarlas y vio y sintió la sangre, aún caliente sin saber si era de él o de alguien más. Lamió sus manos mientras las pasaba por su rostro de manera descendente. El sabor metálico persistía junto a un sabor terroso. «Duele» escuchó decir otra vez.

Se vio de nuevo en otro lugar, era un campo de zarzas, pero éstas estaban vivas, se movían como serpientes, unas contra las otras, se cortaban entre ellas. Un rayo negro cayó de alguna parte y quemó todo el campo. Un rugido resonó en el viento y el fuego cubrió el orbe. Se vio a sí mismo en lo alto de una colina, pronunciaba algo, pero no se escuchaba, su boca se movía sola sin saber lo que decía, era como ver las cosas desde su propio punto de vista y, al mismo tiempo, verse a sí mismo desde un tercer ángulo.

El cielo fue barrido por un aura azul celeste y en su lugar pudo observar el firmamento, y en él estaba la figura de un hombre, no podía distinguir su rostro pues todo su cuerpo eran estrellas.

REY NADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora