Los soldados peleaban con valentía y esperanza. Se encontraban acorralados dentro del palacio. La ventaja numérica se había perdido, y estando todos apelotonados en un corredor, era como estar en la fila de la muerte segura.
Los Lonev iniciaron un ataque con pociones. Desde detrás de las primeras filas lanzaban las bujetas, las cuales estallaban estruendosamente en los cuerpos de los soldados. Los alaridos de dolor de quienes sufrían la hechicería eran más fuertes que los gritos de quienes morían con el filo de las espadas y la ira de los hombres.
Los Rápidos de Mera usaron sus habilidades creativas y manufactureras para organizar lo que encontraran a su alrededor y crear unas escaleras por las cuales trepar hasta la cima del palacio.
Se llenaron los carcajes de varios arqueros con flechas de repuesto y algunas de las que recuperaron, tanto propias como del enemigo. Los arqueros se prepararon para subir, irían justo detrás de algunos hombres que actuarían como primera ofensiva. Los demás hombres y mujeres de arco se quedaron para seguir manteniendo a raya a los soldados que quedaran en el techo. Ocasionalmente quitaban la mirada del techo para moverse de posición y abarcar más terreno. La señal de los líderes era rodear el palacio, sin descuidar la entrada principal.
Los Rápidos de Mera comenzaron la escalada a toda velocidad.
Algunos soldados alzaron la mirada por el borde y al ver a sus enemigos los combatieron, muriendo en el intento de detener su marcha. Otros soldados lo dieron todo por tirar las hoyas con el aceite hirviendo.
Los primeros de la línea de ascenso murieron bañados en el bullicioso líquido, al igual que los que pasaban debajo de las improvisadas escaleras. Al menos una veintena murió en ese último ataque de los soldados de las alturas antes de que los arqueros tribales se encargaran de eliminar a los enemigos. Subieron a toda velocidad y asesinaron a los soldados restantes. Más hombres con hachas les siguieron y los adelantaron. Los gritos de agonía eran ensordecedores.
El resto de los hombres terminó de subir, casi medio centenar de ellos. Estando arriba buscaron la manera de entrar en el palacio, y se encontraron con una escalera en caracol descendente. Ocho Rápidos al frente, luego la mitad de los arqueros les seguían, mientras la otra mitad resguardaba desde las alturas todos los flancos del palacio. El resto de los Rápidos que habían subido iban tras los arqueros en marcha diligente, a la espera de su momento de lucha. Las escaleras estaban vacías. Descendieron un par de plantas hasta que en un descansillo encontraron a varios soldados tomando cuidados curativos. Primero fueron los arqueros quienes derribaron a tantos como pudieron para que luego los hombres de hacha en mano terminaran el trabajo, tan rápido como las fauces de un depredador se cierran alrededor del cuello de su víctima. Los arqueros recogieron las flechas que aún podían ser usadas y continuaron el descenso.
Uno de los soldados de Delah advirtió el escándalo que se produjo arriba, así que decidió subir a dar un vistazo. No había terminado de poner el pie en el último escalón antes del descansillo cuando su mirada se cruzó con la de un Rápido de Mera. Los segundos parecieron minutos. Se dio cuenta que estaban completamente rodeados, ya no había escapatoria, ya no había esperanza. El miedo se apoderó de él, apenas era un joven de veintiún años, había sido reclutado contra su voluntad, por órdenes de su padre. No era nada diestro con las armas por lo que lo habían mandado en las primeras líneas, pero su suerte dictaminó que, entre todo el bullicio y el apelotonamiento generado por mantener las puertas del palacio cerradas, quedara hasta el final. Pero ahí, en ese momento era el primero, el único que tenía que enfrentar a los enemigos.
—¡Ayuda! —gritó el joven soldado antes de ser asesinado por un flechazo en la cabeza.
Los soldados de la planta baja advirtieron el grito de ayuda y corrieron a verificar la situación. Su sorpresa fue justificada al ver que de las escaleras descendían los enemigos tribales.
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REY NADA
Fantasy¿El destino es algo que ya está escrito o es algo que tú forjas? Tane padece la desgracia en su máximo esplendor. Su congoja e inocencia lo impulsan a la venganza, pero para ello tendrá que abrazar la muerte y hacerla parte de su ser. Un viejo mago...